Acabo de publicar el artículo de Borges: La cábala
en el que puede leerse, entre muchas otras interesantes reflexiones, llenas de erudición y de humor:
"Los griegos consideraban obras clásicas a la Iliada y a la Odisea; Alejandro, según informa Plutarco, tenía siempre, debajo de su almohada, la Iliada y su espada, los dos símbolos de su destino de guerrero. Sin embargo, a ningún griego se le ocurrió que la Iliada fuese perfecta palabra por palabra. En Alejandría, los bibliotecarios se congregaron para estudiar la lliada y en el curso de ese estudio inventaron los tan necesarios (y a veces, ahora, desgraciadamente olvidados) signos de puntuación. La Iliada era un libro eminente; se lo consideraba el ápice de la poesía, pero no se creía que cada palabra, que cada hexámetro fueran inevitablemente admirables. Ello corresponde a otro concepto.
Dijo Horacio: "A veces, el buen Homero se queda dormido". Nadie diría que, a veces, el buen Espíritu Santo se queda dormido"