domingo, 25 de noviembre de 2007

Siguiendo al “daimon”

James Hillman escribió:
“Lo que nos ocurre, más allá de naturaleza y de cultura, más allá de nuestro condicionamiento genético o social, puede ser la llamada del daimon, el compañero del alma, convocándonos a nuestro propio carácter y nuestro propio destino”

He aquí un ejemplo: Steve Jobs fue el creador de los Macintosh, que revolucionaron el mundo con la idea del "ordenador personal". Y este fue su discurso para la inauguración de curso en la Universidad de Stanford

viernes, 23 de noviembre de 2007

La trampa (3): Le obligaremos a ser libre

Este tercer episodio de la serie documental “La trampa. Qué pasó con nuestros sueños de libertad” de Adam Curtis, se centra en los ideas de Isaiah Berlin acerca de libertad positiva y libertad negativa. Según Berlin el segundo concepto (libertad de coerción), carente de contenido positivo definido, podría evitar todo fundamentalismo, ya que los grupos convencidos de una definición positiva de libertad han acabado usando la violencia para imponerla.
Curtis muestra cómo este concepto de libertad "negativa" fue también aceptado para defender una sociedad de libre mercado y cómo fue a su vez "positivizado" para justificar la defensa de regímenes dictatoriales, la manipulación de la información y la imposición de una libertad que cercena la posibilidad creativa de los seres humanos y los reduce a seres manejables y conformes con la gratificación de sus deseos egoístas.


Este último capítulo, dividido en tres partes, y en su versión original en inglés, puede verse aquí

jueves, 22 de noviembre de 2007

La Trampa (2): El Robot Solitario

En la segunda parte de su documental, Adam Curtis muestra cómo al cuantificar conductas y someterlas “al poder de los números” surge una tipología robotistica de la conducta humana, con una serie de “síntomas"” cuantificables: crisis de ansiedad, ataque de pánico, conducta bi-polar, etc. Esto genera un “standard” de normalidad que va a regir a la psicología y promover el uso de fármacos para normalizar el comportamiento humano y hacer que la gente se conduzca más previsiblemente, como máquinas mejor adaptadas. Estos y otros temas pueden verse en el segundo capítulo de la serie “La trampa. ¿Qué pasó con nuestros sueños de libertad?”.
Este segundo episodio puede verse en su versión original inglesa, picando aquí

martes, 20 de noviembre de 2007

La trampa: ¿Qué pasó con nuestros sueños de libertad? (1)

Es el nombre de una serie documental en tres capítulos por Adam Curtis (conocido por otros inquisitivos documentales como “El siglo del individualismo” o “El poder de las pesadillas”) dada en la BBC en 2007. En tres programas de aproximadamente una hora cada uno se explora la idea y la definición de libertad y cómo en nombre de la libertad “individual” se ha fomentado un sistema de opresión masiva, desigualdad e injusticia social.
El primer capítulo (“Jódete colega”) examina el origen de la “teoría de juegos” del matemático John Nash (popularizado en la películo “Una mente maravillosa” ) durante la guerra fría y cómo sus modelos matemáticos de la conducta humana se filtraron en la economía. La premisa de esta teoría es que los seres humanos son criaturas egoístas que se mueven por interés propio y que continuamente construyen estrategias para satisfacer esos deseos egoístas. A partir de esta premisa Nash construyó modelos lógicos consistentes y matemáticamente verificables, por lo que ganó el Premio Nóbel. Una de sus creencias acerca de la conducta humana se tipificó en la estrategia que Nash tituló “Adiós mamón -jódete colega”, en la cual el único modo de ganar consiste en traicionar al compañero de juego. Más tarde se supo que Nash padecía una esquizofrenia paranoide, por lo que sospechaba de todos y se sentía perseguido y objeto de conspiraciones, aunque sus teorías se emplearon para crear la estrategia nuclear de los Estados Unidos durante la guerra fría, y ulteriormente para fomentar una idea de libertad individual (supuestamente equivalente a la de “libre mercado”) que ha generado un sistema de opresión basado en una idea simplificada y mecánica del ser humano.
Estos y otros temas de importancia psicológica pueden verse en el primer capítulo que, lamentablemente, no está subtitulado y sólo puede verse en el original inglés, picando aquí

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Foucault: Nietzsche, genealogía e historia

Acabo de publicar en la web del Centro el artículo de Michel Foucault: “Nietzsche, la genealogía y la historia", en el cual el incisivo pensador francés comenta la distinción nietzscheana entre “historia” o “historiografía” como aparente narración “hilada” de los acontecimiento a partir de un “origen” (lo cual implica una concepción “absoluta”, “esencialista” y metafísica) y la “genealogía” como una deconstrucción de tal “trama” en la multiplicidad de sucesos y perspectivas.

Así, Foucault escribe, entre otras cosas:

...como si las palabras hubiesen guardado su sentido, los deseos su dirección, las ideas su lógica; como si este mundo de cosas dichas y queridas no hubiese conocido invasiones, luchas, rapiñas, disfraces, trampas. De aquí se deriva para la genealogía una tarea indispensable: percibir la singularidad de los sucesos, fuera de toda finalidad monótona; encontrarlos allí donde menos se espera y en aquello que pasa inadvertido por no tener nada de historia –los sentimientos, el amor, la conciencia, los instintos–, captar su retorno, pero en absoluto para trazar la curva lenta de una evolución, sino para reencontrar las diferentes escenas en las que han jugado diferentes papeles



(La genealogía) se opone pues al despliegue metahistórico de las significaciones ideales y de los indefinidos teleológicos. Se opone a la búsqueda del «origen»… ¿Por qué Nietzsche genealogista rechaza, al menos en ciertas ocasiones, la búsqueda del origen (Ursprung)? Porque en primer lugar [la búsqueda del origen] se esfuerza por recoger allí la esencia exacta de la cosa, su más pura posibilidad, su identidad cuidadosamente replegada sobre sí misma, su forma inmóvil y anterior a todo aquello que es externo, accidental y sucesivo. Buscar un tal origen, es intentar encontrar «lo que estaba ya dado», lo «aquello mismo» de una imagen exactamente adecuada a sí; es tener por adventicias toda las peripecias que han podido tener lugar, todas las trampas y todos los disfraces. Es intentar levantar las máscaras, para desvelar finalmente una primera identidad.. En cambio el genealogista se ocupa de escuchar la historia más que de alimentar la fe en la metafísica



El origen está siempre antes de la caída, antes del cuerpo, antes del mundo y del tiempo; está del lado de los dioses, y al narrarlo se canta siempre una teogonía. Pero el comienzo histórico es bajo, no en el sentido de modesto o de discreto como el paso de la paloma, sino irrisorio, irónico, propicio a deshacer todas las fatuidades




…detrás de la verdad, siempre reciente, avara y comedida, está la proliferación milenaria de los errores




Allí donde el alma pretende unificarse, allí donde el yo se inventa una identidad o una coherencia, el genealogista parte a la búsqueda del comienzo –de los comienzos innombrables que dejan esa sospecha de color, esta marca casi borrada que no sabría engañar a un ojo un poco histórico–; el análisis de la procedencia permite disociar al yo y hacer pulular, en los lugares y plazas de su síntesis vacía, mil sucesos perdidos hasta ahora... percibir los accidentes, las desviaciones ínfimas –o al contrario los retornos completos, los errores, los fallos de apreciación, los malos cálculos que han producido aquello que existe y es válido para nosotros; es descubrir que en la raíz de lo que conocemos y de lo que somos no están en absoluto la verdad ni el ser, sino la exterioridad del accidente



Situando el presente en el origen, la metafísica obliga a creer en el trabajo oscuro de un destino que buscaría manifestarse desde el primer momento. La genealogía, por su parte, restablece los diversos sistemas de sumisión: no tanto el poder anticipador de un sentido cuanto el juego azaroso de las dominaciones.



Si interpretar fuese aclarar lentamente una significación oculta en el origen, sólo la metafísica podría interpretar el devenir de la humanidad. Pero si interpretar es ampararse, por violencia o subrepticiamente, de un sistema de reglas que no tiene en sí mismo significación esencial, e imponerle una dirección, plegarlo a una nueva voluntad, hacerlo entrar en otro juego, y someterlo a reglas segundas, entonces el devenir de la humanidad es una serie de interpretaciones. Y la genealogía debe ser su historia: historia de las morales, de los ideales, de los conceptos metafísicos, historia del concepto de libertad o de la vida ascética como emergencia de diferentes interpretaciones. Se trata de hacerlos aparecer como sucesos en el teatro de los procedimientos.



Nietzsche nunca cesó de criticar después de la segunda de las Consideracions Intempestivas esta forma de historia que reintroduce (y supone siempre) el punto de vista suprahistórico: una historia que tendría por función recoger, en una totalidad bien cerrada sobre sí misma, la diversidad al fin reducida del tiempo; una historia que nos permitiría reconocernos en todas partes y dar a todos los desplazamientos pasados la forma de la reconciliación; una historia que lanzará sobre todo lo que está detrás de ella una mirada de fin del mundo. Esta historia de los historiadores se procura un punto de apoyo fuera del tiempo; pretende juzgarlo todo según una objetividad de apocalipsis; porque ha supuesto una verdad eterna, un alma que no muere, una conciencia siempre idéntica a sí misma



...el sentido histórico escapará a la metafísica para convertirse en el instrumento privilegiado de la genealogía si no se posa sobre ningún absoluto. No debe ser más que esta agudeza de una mirada que distingue, reparte, dispersa, deja jugar las separaciones y los márgenes una especie de mirada disociante capaz de disociarse a sí misma y de borrar la unidad de este ser humano que se supone conducirla soberanamente hacia su pasado.



La historia «efectiva» se distingue de la de los historiadores en que no se apoya sobre ninguna constancia: nada en el hombre — ni tampoco su cuerpo– es lo suficientemente fijo para comprender a los otros hombres y reconocerse en ellos. Todo aquello a lo que uno se apega para volverse hacia la historia y captarla en su totalidad, todo lo que permite retrazarla como un paciente movimiento continuo –a todo esto hay que destrozarlo sistemáticamente–. Hay que hacer pedazos lo que permite el juego consolador de los reconocimientos.



Creemos que nuestro presente se apoya sobre intenciones profundas, necesidades estables; pedimos a los historiadores que nos convenzan de ello. Pero el verdadero sentido histórico reconoce que vivimos, sin referencias ni coordenadas originarias, en miríadas de sucesos perdidos.



La historia tiene algo mejor que hacer que ser la sirvienta de la filosofía y que contar el nacimiento necesario de la verdad y del valor, puede ser el conocimiento diferencial de las energías y de los desfallecimientos, de las alturas y de los hundimientos, de los venenos y de los contravenenos. Puede ser la ciencia de los remedios esta historia efectiva. No teme ser un saber en perspectiva. Los historiadores buscan en la medida de lo posible borrar lo que puede traicionar, en su saber, el lugar desde el cual miran, el momento en el que están, el partido que toman –lo inapresable de su pasión–. El sentido histórico, tal como Nietzsche lo entiende, se sabe perspectiva, y no rechaza el sistema de su propia injusticia. Mira desde un ángulo determinado con el propósito deliberado de apreciar, de decir sí o no, de seguir todas los trazos del veneno, de encontrar el mejor antídoto. Más que simular un discreto olvido delante de lo que se mira, más que buscar en él su ley y someter a él cada uno de sus movimientos, es una mirada que sabe dónde mira e igualmente lo que mira



La historia, genealógicamente dirigida, no tiene como finalidad reconstruir las raíces de nuestra identidad, sino por el contrario encarnizarse en disiparlas; no busca reconstruir el centro único del que provenimos, esa primera patria donde los metafísicos nos prometen que volveremos; intenta hacer aparecer todas las discontinuidades que nos atraviesan... resaltar los sistemas heterogéneo que, bajo la máscara de nuestro yo, nos prohíben toda identidad.
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Como complemento al agudo artículo de Foucault y para hacer aún más claras las revolucionarias ideas de Nietzsche, he publicado también la segunda “Consideración Intempestiva” del filósofo alemán: “De la utilidad o inconveniencia de la historia para la vida”


martes, 6 de noviembre de 2007

Hillman: Eros & Psique

Acabo de incluir en la web un fragmento de “El Mito del Análisis” de James Hillman, dedicado al complejo tema del amor (eros) y el alma (psique) y a sus extrañas, intensas y deslumbrantes relaciones. Los tormentos del amor, la animadversión, el miedo, el deseo, la compulsión... son aceptados como maneras de hacer-alma y reflejados en el trasfondo mítico de la historia de Apuleyo.

Escribe Hillman:
“La psique puede también reflejar como un espejo, asumir la guía con su lámpara, dejar el hilo a lo largo del laberinto, para encontrar el camino en una relación exterior o en la incertidumbre interior. El miedo, en tanto inhibición perteneciente a la parte demoníaca del daimon, es el inicio de la psicología. El rechazo, la impotencia y la frigidez pueden también ser expresiones del eros, parte del “no” del daimon. Dicho miedo es un regalo espontáneo del eros en la misma medida que lo es el impulso erótico mismo. Confiar y dudar, conceder y negar, abrir y cerrar, retroceder y avanzar, son parte del juego recíproco entre el eros y la psique -a través del cual el uno se va configurando por el otro-, que abarca desde el más tímido escarceo amoroso infantil hasta el ritmo de los opuestos del mysterium coniunctionis.”

Más adelante añade:
“Suponiendo que fuera posible, no tendríamos necesidad de controlar lo creativo en psicología con censuras prohibitivas del Yo o con reglas técnicas, pues el daimon, cuando se le da suficiente confianza, puede gobernar por medio de las inhibiciones naturales. Sólo hay que prestarle atención, recibirlo, escucharlo, incluirlo; sólo es menester estar pendiente de sus calambres admonitorios, de su frialdad, de su serenidad. Entonces el eros no tiene ninguna necesidad de ser combatido, controlado, o transformado en algo más noble. Su meta es siempre, en cualquier caso, la psique. Estamos obligados a confiar en el eros y en su meta. ¿Puede vivir alguien con autenticidad si no cree y confía en que los movimientos de su amor tengan un sentido último y sean fundamentalmente correctos? Podemos ser transformados por el eros, pero, aun empleando todo nuestro esfuerzo, no podemos transformarlo a él directamente, pues el eros es el impulso hacia lo alto o -en lenguaje aristotélico- la actualización, el movimiento de autorrealización que determina las transformaciones de la psique. Una idéntica ascensión y un mismo abatimiento súbito acontecen en la experiencia erótica individual en relación con la gloriosa inflación que tiene lugar siempre que se “cae” presa del amor”

Puedes leer el texto completo picando aquí

sábado, 3 de noviembre de 2007

El siglo del yo (The Century of the Self)

Primera parte del interesantísimo documento de Adam Curtis, “The Century of the Self” (2002) en cuatro capítulos, acerca de cómo los que detentan el poder han empleado las teorías de Freud para intentar controlar las muchedumbres peligrosas en una era de democracia de masas. Sigmund Freud cambió profundamente la percepción de la mente humana y su funcionamiento. Su influencia en el siglo veinte ha sido enorme. Este documental describe el impacto de las teorías de Freud en la percepción de la mente y los modos en que las agencias de relaciones públicas y los políticos han usado esto durante los últimos cien años para su "fabricación del consenso". Entre los principales personajes están Freud mismo y su sobrino Edward Bernays, que fue el primero que empleó técnicas psicológicas en la publicidad. Suele ser considerado como el “padre de la industria de las relaciones públicas”. La hija de Freud, Anna Freud, pionera de la psicología infantil, se menciona en la segunda parte, así como Wilhelm Reich, uno de los principales oponentes a las teorías de Freud.
Junto con estos temas generales, “El siglo del yo” plantea cuestiones más profundas acerca de las raíces y métodos del consumismo moderno, de la democracia representativa y sus implicaciones. También cuestiona el uso de la manipulación y la idea del ser humano como un animal a merced de deseos y pulsiones inconscientes.




Si bien las cuatro partes del documental pueden verse en Google Video en el original inglés, sólo esta primera parte está disponible con subtítulos en castellano. Es de esperar que vayan apareciendo las tres restantes que son aún más interesantes y más inquietantes, si cabe. A pesar de los (grandes) fallos de traducción de este primer capítulo. Si puedes entender el inglés original, mejor es ver los cuatro episodios tal como se muestran aquí


También puede verse este capítulo con una traducción muy superior, pero partido en seis videos, en este enlace

viernes, 2 de noviembre de 2007

Lacan: Reinventar el psicoanálisis

Interesante documento sobre Lacan y su interpretación revolucionaria del psicoanálisis de Freud



Los episodios siguientes de la serie pueden verse picando aquí

jueves, 1 de noviembre de 2007

Nietzsche: Sobre verdad & mentira en sentido extramoral

En este ensayo publicado en 1873, el joven Nietzsche ya pone los cimientos de lo que con el tiempo será una de las más agudas y profundas críticas no sólo de la cultura, sino de la metafísica: entendiendo por tal la convicción en un tipo de principios, verdades o valores "absolutos" y/o “objetivos” (por lo que la ciencia queda englobada dentro de la metafísica).

En él podemos leer ideas como:

Se fija lo que a partir de entonces ha de ser “verdad”, es decir, se ha inventado una designación de las cosas uniformemente válida y obligatoria, y el poder legislativo del lenguaje proporciona también las primeras leyes de verdad, pues aquí se origina por primera vez el contraste entre verdad y mentira...

...Solamente mediante el olvido puede el hombre alguna vez llegar a imaginarse que está en posesión de una “verdad” en el grado que se acaba de señalar. Si no se contenta con la verdad en forma de tautología, es decir, con conchas vacías, entonces trocará continuamente ilusiones por verdades...

...el origen del lenguaje no sigue un proceso lógico, y todo el material sobre el que, y a partir del cual, trabaja y construye el hombre de la verdad, el investigador, el filósofo, procede, si no de las nubes, en ningún caso de la esencia de las cosas....

...Del mismo modo que es cierto que una hoja no es igual a otra, también es cierto que el concepto hoja se ha formado al abandonar de manera arbitraria esas diferencias individuales, al olvidar las notas distintivas, con lo cual se suscita entonces la representación, como si en la naturaleza hubiese algo separado de las hojas que fuese la “hoja”, una especie de arquetipo primigenio a partir del cual todas las hojas habrían sido tejidas, diseñadas, calibradas, coloreadas, onduladas, pintadas, pero por manos tan torpes, que ningún ejemplar resultase ser correcto y fidedigno como copia fiel del arquetipo...

No sabemos todavía de dónde procede el impulso hacia la verdad, pues hasta ahora solamente hemos prestado atención al compromiso que la sociedad establece para existir: ser veraz, es decir, utilizar las metáforas usuales; por tanto, solamente hemos prestado atención, dicho en términos morales, al compromiso de mentir de acuerdo con una convención firme, mentir borreguilmente, de acuerdo con un estilo vinculante para todos. Ciertamente, el hombre se olvida de que su situación es ésta; por tanto, miente de la manera señalada inconscientemente y en virtud de hábitos seculares —y precisamente en virtud de esta inconsciencia, precisamente en virtud de este olvido, adquiere el sentimiento de la verdad—. A partir del sentimiento de estar comprometido a designar una cosa como “roja”, otra como “fría” y una tercera como “muda”, se despierta un movimiento moral hacia la verdad

el hombre pone sus actos como ser racional bajo el dominio de las abstracciones; ya no tolera más el ser arrastrado por las impresiones repentinas, por las intuiciones; generaliza en primer lugar todas esas impresiones en conceptos más descoloridos, más fríos, para uncirlos al carro de su vida y de su acción. Todo lo que eleva al hombre por encima del animal depende de esa capacidad de volatilizar las metáforas intuitivas en un esquema; en suma, de la capacidad de disolver una figura en un concepto. En el ámbito de esos esquemas es posible algo que jamás podría conseguirse bajo las primitivas impresiones intuitivas: construir un orden piramidal por castas y grados; instituir un mundo nuevo de leyes, privilegios, subordinaciones y delimitaciones, que ahora se contrapone al otro mundo de las primitivas impresiones intuitivas como lo más firme, lo más general, lo mejor conocido y lo más humano y, por tanto, como una instancia reguladora e imperativa. Mientras que toda metáfora intuitiva es individual y no tiene otra idéntica y, por tanto, sabe siempre ponerse a salvo de toda clasificación, el gran edificio de los conceptos ostenta la rígida regularidad de un columbarium romano e insufla en la lógica el rigor y la frialdad peculiares de la matemática.

Del mismo modo que el astrólogo considera a las estrellas al servicio de los hombres y en conexión con su felicidad y con su desgracia, así también un investigador tal considera que el mundo en su totalidad está ligado a los hombres; como el eco infinitamente repetido de un sonido original, el hombre; como la imagen multiplicada de un arquetipo, el hombre. Su procedimiento consiste en tomar al hombre como medida de todas las cosas; pero entonces parte del error de creer que tiene estas cosas ante sí de manera inmediata,como objetos puros. Por tanto, olvida que las metáforas intuitivas originales no son más que metáforas y las toma por las cosas mismas. Sólo mediante el olvido de este mundo primitivo de metáforas, sólo mediante el endurecimiento y petrificación de un fogoso torrente primordial compuesto por una masa de imágenes que surgen de la capacidad originaria de la fantasía humana, sólo mediante la invencible creencia en que este sol, esta ventana, esta mesa son una verdad en sí, en resumen: gracias solamente al hecho de que el hombre se olvida de sí mismo como sujeto y, por cierto, como sujeto artísticamente creador, vive con cierta calma, seguridad y consecuencia; si pudiera salir, aunque sólo fuese un instante, fuera de los muros de esa creencia que lo tiene prisionero, se terminaría en el acto su “conciencia de sí mismo”.

en la construcción de los conceptos trabaja originariamente el lenguaje; más tarde la ciencia. Así como la abeja construye las celdas y, simultáneamente, las rellena de miel, del mismo modo la ciencia trabaja inconteniblemente en ese gran columbarium de los conceptos, necrópolis de las intuiciones; construye sin cesar nuevas y más elevadas plantas, apuntala, limpia y renueva las celdas viejas y, sobre todo, se esfuerza en llenar ese colosal andamiaje que desmesuradamente ha apilado y en ordenar dentro de él todo el mundo empírico, es decir, el mundo antropomórfico. Si ya el hombre de acción ata su vida a la razón y a los conceptos para no verse arrastrado y no perderse a sí mismo, el investigador construye su choza junto a la torre de la ciencia para que pueda servirle de ayuda y encontrar él mismo protección bajo ese baluarte ya existente. De hecho necesita protección, puesto que existen fuerzas terribles que constantemente le amenazan y que oponen a la verdad científica “verdades” de un tipo completamente diferente con las más diversas etiquetas.

Hay períodos en los que el hombre racional y el hombre intuitivo caminan juntos; el uno angustiado ante la intuición, el otro mofándose de la abstracción; es tan irracional el último como poco artístico el primero. Ambos ansían dominar la vida: éste sabiendo afrontar las necesidades más imperiosas mediante previsión, prudencia y regularidad; aquél sin ver, como “héroe desbordante de alegría”, esas necesidades y tomando como real solamente la vida disfrazada de apariencia y belleza. Allí donde el hombre intuitivo, como en la Grecia antigua, maneja sus armas de manera más potente y victoriosa que su adversario, puede, si las circunstancias son favorables, configurar una cultura y establecer el dominio del arte sobre la vida; ese fingir, ese rechazo de la indigencia, ese brillo de las intuiciones metafóricas y, en suma, esa inmediatez del engaño acompañan todas las manifestaciones de una vida de esa especie. Ni la casa, ni el paso, ni la indumentaria, ni la tinaja de barro descubren que ha sido la necesidad la que los ha concebido: parece como si en todos ellos hubiera de expresarse una felicidad sublime y una serenidad olímpica y, en cierto modo, un juego con la seriedad. Mientras que el hombre guiado por conceptos y abstracciones solamente conjura la desgracia mediante ellas, sin extraer de las abstracciones mismas algún tipo de felicidad; mientras que aspira a liberarse de los dolores lo más posible, el hombre intuitivo, aposentado en medio de una cultura, consigue ya, gracias a sus intuiciones, además de conjurar los males, un flujo constante de claridad, animación y liberación. Es cierto que sufre con más vehemencia cuando sufre; incluso sufre más a menudo porque no sabe aprender de la experiencia y tropieza una y otra vez en la misma piedra en la que ya ha tropezado anteriormente. Es tan irracional en el sufrimiento como en la felicidad, se desgañita y no encuentra consuelo. ¡Cuán distintamente se comporta el hombre estoico ante las mismas desgracias, instruido por la experiencia y autocontrolado a través de los conceptos! Él, que sólo busca habitualmente sinceridad, verdad, emanciparse de los engaños y protegerse de las incursiones seductoras, representa ahora, en la desgracia, como aquél, en la felicidad, la obra maestra del fingimiento; no presenta un rostro humano, palpitante y expresivo, sino una especie de máscara de facciones dignas y proporcionadas; no grita y ni siquiera altera su voz; cuando todo un nublado descarga sobre él, se envuelve en su manto y se marcha caminando lentamente bajo la tormenta.

Esta denuncia de la relatividad funcional de las perspectivas, de la impotencia y vacuidad del concepto entendido como instrumento de dominación, de la dependencia del intelecto de la trama del lenguaje, propone ya los temas fundamentales de la filosofía del siglo XX y de lo que va del XXI (verdad, objetividad, lenguaje, relativismo, perspectivismo, poder, dominación, razón/sinrazón, etc.). Y sin duda la psicología profunda hubiera sido imposible sin la intuición nietzscheana de un intelecto que no es sino un medio para afirmar “la vida” (voluntad de poder), si bien tanto Freud como Jung quedan prisioneros de un enfoque fundamentalmente “metafísico” en su aspiración a una “verdad objetiva”, sea ya de una “realidad externa” o de una “estructura psicológica fundamental”