viernes, 30 de julio de 2010

Giegerich: El sacrificio de Isaac y la línea divisoria de la historia (fragmentos)


Acabo de publicar en la web del Centro una transcripción que hizo Ale Bica de algunos fragmentos del artículo leído y comentado en el curso La Vida Lógica del Alma: El pensamiento de Wolfgang Giegerich, a cargo de Enrique Eskenazi.

Entre otras cosas, puede leerse allí que:

“Tenemos nuestro sitio en nuestra propia historia. Somos productos de nuestra tradición, un hecho que pone necesariamente límites a nuestros puntos de vista. Primero necesitamos volvernos conscientes, darnos cuenta de nuestra historia y de nuestro lugar en ella para no transportar inadvertidamente presuposiciones inconscientes, o incluso conscientes, al estudio de otras culturas o de otros tiempos. Tenemos que tener en cuenta nuestro propio punto de vista y el modo en que ha sido históricamente condicionado si no queremos que nuestros emprendimientos vayan ciegamente en círculo y si no queremos descubrir en los fenómenos antiguos lo que nosotros mismos traemos con nosotros y ya proyectamos en ellos.”

[Siempre se está mirando a través de una perspectiva cultural.]

“Para una psicología con alma los acontecimientos psíquicos tienen en ellos mismos, y muy aparte de la cuestión del sujeto humano que los perciba, la propiedad de la consciencia. Tienen esta cualidad incluso como ocurrencias llamadas instintivas o inconscientes. La consciencia es el carácter interno inherentemente lógico de los acontecimientos que llamamos psíquicos, y no una determinación adicional, contingente, el hecho de que esos acontecimientos además de haber ocurrido también sucede que hay un sujeto que es consciente de ellos. Un sueño, un esquema de conducta histérico, compulsivo u obsesivo, un síntoma psicosomático, tienen la propiedad de la consciencia a pesar del hecho de que el soñante no hizo conscientemente el sueño sino que le ocurrió, o no sea querido por él, o que acaso no le vea el menor significado. En un sentido remoto podríamos conectar esta visión mía con la idea del Jung tardío acerca del contenido del estado casi consciente de los contenidos inconscientes, lo que llamó, las chispas en la luminosidad interior de todos los fenómenos psíquicos. Otra manera de expresarlo es considerar los acontecimientos psíquicos como acontecimientos de significado, que querría decir que son en sí mismos acontecimientos reflexivos. Son como las frases humanas, las poesías, las obras de arte, en tanto son expresiones del alma hablando a sí misma sobre sí misma. Los fenómenos psíquicos no son hechos positivos, empíricos, externos, como por ejemplo los rastros de sangre en la orina. Como hechos de la naturaleza los hechos positivos no hablan, simplemente señalan o muestran algo más allá de sí mismos. [Un poema no apunta a nada, habla. Si tu no ves lo que el poema dice no conoces el poema, puedes mirar las letras, pero las letras no son el poema.] Apuntan a una causa, o a una condición, o por ejemplo en el caso de la sangre en la orina apunta a un problema de salud. Los fenómenos psicológicos no demuestran nada y no apuntan a ninguna otra cosa. Todo lo que hacen es expresarse a sí mismos, expresar su significado, el significado que son. Son concepciones, son ideas, son interpretaciones, es la interpretación que el alma hace de sí misma, y sólo en tanto que interpretaciones son hechos, es decir, el hecho de que esta interpretación o esta idea ha ocurrido. Para ponerlo en palabras de Jung, “estamos tratando con el hecho de que la psique hace afirmaciones”. Una ciencia descriptiva dirá: es la naturaleza de la psique hacer tales afirmaciones, no importa cual sea su contenido, no importa si lo que afirma lo afirma como verdad o no. Una aserción muy osada, porque las frases del alma, las afirmaciones del alma, los enunciados del alma, no tienen referente externo, no son acerca de alguna realidad, sino que son autoreferentes, uroboricos; su única realidad, su propia verdad es, en tanto que verdades de ficción, verdades de cuentos de hadas. Por ponerlo de otra manera, en tanto interpretaciones son aquello mismo que es interpretado.”

Para leer la transcripción íntegra basta con picar aquí


jueves, 29 de julio de 2010

Psicología y Verdad: última clase del curso


El miércoles 28 de julio de 2010 tuvo lugar la última clase del curso “Psicología & Verdad", que puede escucharse picando aquí.

Durante esta clase se conversó sobre varios temas tratados en el curso: verdad relativa y verdad absoluta, el “mundo invertido”, la “verdad” del arte, el abismo cada vez mayor entre el mundo del chamanismo y el modo ritual de estar en el mundo, por un lado, y la conciencia moderna, la posibilidad de una psicología "con alma" (con "verdad") en un mundo que se encamina hacia el dominio total de la realidad virtual, etc.



lunes, 19 de julio de 2010

El nihilismo: Nietzsche y Heidegger

EL NIHILISMO COMO «DESVALORIZACIÓN DE LOS VALORES SUPREMOS»

De lo que se ha señalado sobre el carácter del libro póstumo La voluntad de poder se desprende fácilmente que no nos está permitido recoger las diferentes notas siguiendo directamente el orden de su numeración. Procediendo de este modo no haríamos más que quedar librados a las idas y venidas sin rumbo de la compilación hecha por los editores y mezclaríamos indiscriminada y continuamente pensamientos de épocas muy diversas, es decir de diversos planos y direcciones del preguntar y del decir. En lugar de ello, elegiremos fragmentos determinados. Tres criterios serán determinantes para esta elección:

1) El fragmento debe pertenecer a la época de más clara lucidez y de visión más aguda; son los dos últimos años, 1887 y 1888.
2) El fragmento debe contener en lo posible el núcleo esencial del nihilismo, analizarlo de una manera suficientemente abarcadora y mostrárnoslo en todos sus aspectos esenciales.
3) El fragmento debe ser apropiado para llevar al terreno adecuado la confrontación con el pensamiento nietzscheano del nihilismo.

Estas tres condiciones no son impuestas de modo arbitrario; surgen de la esencia de la posición metafísica fundamental de Nietzsche, tal como se determina desde la meditación sobre el comienzo, el desarrollo y el acabamiento de la metafísica occidental en su conjunto.


En nuestra meditación sobre el nihilismo europeo no aspiramos a citar y comentar exhaustivamente todas las declaraciones de Nietzsche sobre esta cuestión. Quisiéramos comprender la esencia más íntima de esa historia que se designa con el nombre de nihilismo para acercarnos así al ser de lo que es. Si en ocasiones aportamos declaraciones que van en la misma dirección o incluso notas que se expresan en los mismos términos, hay que tener siempre en cuenta que en la mayoría de los casos éstas provienen de otro nivel del pensar y que sólo ofrecen su pleno contenido si se determina al mismo tiempo este desplazamiento de nivel, con frecuencia imperceptible. Lo importante no es si conocemos todos los «pasajes» sobre el «tema» nihilismo; lo esencial es que, por medio de los fragmentos apropiados, encontremos una relación persistente con aquello de lo que hablan.

El fragmento n. 12 cumple las tres condiciones citadas. Su redacción tuvo lugar en el período que va de noviembre de 1887 a marzo de 1888. Lleva por título «Caducidad de los valores cosmológicos» (XV, 148-151). A él le agregamos los fragmentos n. 14 y n. 15 (XV 152 s.; de la primavera al verano de 1887). Introduciremos la meditación con una nota de Nietzsche de la misma época que los editores colocaron con razón al comienzo del libro (XV, 145). Dice así:

«¿Qué significa nihilismo? Que los valores supremos se desvalorizan. Falta la meta; falta la respuesta al “¿por qué?”».

La breve nota contiene una pregunta, la respuesta a la pregunta y un comentario de la respuesta. Se pregunta por la esencia del nihilismo. La respuesta dice: «Que los valores supremos se desvalorizan». Con esta respuesta nos enteramos de inmediato de algo decisivo para toda comprensión del nihilismo: el nihilismo es un proceso, el proceso de desvalorización, el proceso en el que los valores supremos se vuelven sin valor. Con esta caracterización no queda decidido si con esto se agota la esencia del nihilismo. Si los valores se vuelven sin valor, entonces decaen como tales, se vuelven caducos. Qué carácter tiene este proceso de «caducidad» de los «valores supremos», en qué medida es un proceso histórico, e incluso el proceso fundamental de nuestra historia occidental, en qué medida constituye la historicidad de la historia de nuestra propia época, todo esto sólo puede comprenderse si previamente sabemos qué «es» en general algo así como un «valor», en qué medida hay valores «supremos» («sumos») y cuáles son esos «valores supremos».


Evidentemente, el comentario de la respuesta nos proporciona una indicación. La desvalorización de los valores, y con ella el nihilismo, consiste en que falta «la meta». Queda, sin embargo, la pregunta: ¿por qué una «meta» y para qué una «meta»? El comentario dice: «falta la respuesta al “¿por qué?”». En la pregunta «¿por qué?» preguntamos: por qué algo es de tal y cual manera; la respuesta proporciona lo que llamamos la razón, el fundamento. La pregunta se repite: «¿por qué tiene que haber un fundamento? ¿Para qué y cómo es el fundamento un fundamento? ¿Cómo es un fundamento? ¿Qué conexión interna existe entre fundamento y valor?

Ya a partir de la referencia introductoria a la conexión esencial entre «nihilismo» y «transvaloración» de todos los valores válidos hasta el momento y, más específicamente, de los valores supremos, podía verse que el concepto de valor desempeña un papel conductor en el pensamiento de Nietzsche. Como consecuencia de la influencia de su obra, la idea de valor se ha vuelto corriente entre nosotros. Se habla de los «valores vitales» de un pueblo, de los «valores culturales» de una nación; se dice que hay que proteger y salvar los valores supremos de la humanidad. Se oye decir que «preciosos valores» han sido puestos a buen recaudo y se alude con ello a la protección de obras de arte de los ataques aéreos. En el último caso citado, «valores» significa lo mismo que bienes. Un «bien» es un ente que «tiene» un determinado «valor»; un bien es un bien por razón de un valor, es aquello en lo que se ha objetivado un valor, o sea un «objeto de valor».

¿Y qué es un valor? Conocemos como «valor», por ejemplo, la libertad de un pueblo, pero en el fondo volvemos a entender aquí la libertad como un bien que poseemos o no poseemos. Pero la libertad no podría ser para nosotros un bien si la libertad en cuanto tal no fuera previamente un valor, algo que estimamos como algo que vale, que es válido, como algo que «importa».Valor es lo que vale; sólo lo que vale es un valor. Pero ¿qué significa «valer»? Vale aquello que desempeña un papel normativo. Se plantea entonces la pregunta: ¿Un valor vale porque es normativo, o sólo puede dar la norma porque vale? Si es esto último, preguntamos nuevamente: ¿qué quiere decir: el valor vale? ¿Vale algo porque es un valor o es un valor porque vale? ¿Qué es el valor mismo, el hecho de que valga? El «valer» no es una nada sino el modo en el que el valor, el valor en cuanto valor, «es».Valer es un modo del ser. Sólo hay valor en un ser-valor.

La pregunta por el valor y por su esencia se funda en la pregunta por el ser. Los «valores» sólo son accesibles y aptos para dar una norma allí donde se estima algo así como un valor, cuando se prefiere o se pospone una cosa a otra. Un estimar y valorar de este tipo sólo se da allí donde respecto de un comportarse hay algo que «importa». Sólo allí se da aquello a lo que todo comportarse siempre vuelve a ir, en primer y último término. Estimar algo, es decir considerarlo valioso, significa al mismo tiempo: dirigirse a, rigiéndose por ello. Este dirigirse «a» ha adoptado ya una «meta». Por eso la esencia del valor está en una conexión interna con la esencia de la meta. Rozamos nuevamente la insidiosa pregunta: ¿es algo una meta porque es un valor o se convierte algo en valor sólo en la medida en que se lo ha puesto como meta? Quizás esta disyuntiva no sea más que la forma que adquiere una pregunta aún insuficiente, una pregunta que no alcanza aún lo digno de ser cuestionado.

Las mismas reflexiones surgen a propósito de la relación entre valor y fundamento. Si el valor es aquello que siempre importa en todo, se muestra entonces al mismo tiempo como aquello en lo que se funda todo lo que tiene su importancia en él y tiene allí su permanencia y su existencia consistente. Se plantean aquí las mismas preguntas: ¿Se convierte algo en fundamento porque vale como valor, o adquiere la validez de un valor porque es un fundamento? Quizás fracase también aquí la disyuntiva, porque las delimitaciones de la esencia del «valor» y del «fundamento» no pueden efectuarse en el mismo plano.
Cualquiera que sea el modo en el que se solucionen estas cuestiones, se delinea por lo menos en sus contornos una conexión interna entre valor, meta y fundamento.

Sin embargo, aún queda sin aclarar la cuestión más inmediata, a saber por qué la idea de valor domina ante todo el pensamiento de Nietzsche y posteriormente, las «cosmovisiones» desde finales del siglo pasado. En efecto, este papel de la idea de valor no es en verdad de ningún modo obvio. Lo muestra ya la referencia histórica de que sólo desde la segunda mitad del siglo XIX ha pasado a un primer plano en esa forma explícita, llegando a dominar como si fuera una obviedad. Con demasiada facilidad nos dejamos engañar y rehuimos este hecho porque toda consideración historiográfica se apodera inmediatamente del modo de pensar dominante en su respectivo presente y lo convierte en el hilo conductor siguiendo el cual contempla y redescubre el pasado. Los historiógrafos están siempre orgullosos de estos descubrimientos y no se dan cuenta de que ya habían sido hechos antes de que ellos comenzaran posteriormente su trabajo. Así, apenas surgió la idea de valor comenzó a hablarse, y se sigue aún hablando, de «valores culturales» de la Edad Media y de los «valores espirituales» de la Antigüedad, aunque ni en la Edad Media hubo algo así como «cultura» ni menos aún en la Antigüedad algo así como «espíritu» y «cultura». Espíritu y cultura, como queridos y experimentados modos fundamentales del comportamiento humano, sólo los hay desde la época Moderna, y «valores», como criterios de medida impuestos para tal comportamiento, sólo en la época reciente. De esto no se desprende que las épocas anteriores carecieran de cultura, en el sentido de que estuvieran hundidas en la barbarie, sino sólo lo siguiente: que con los esquemas «cultura» e «incultura», «espíritu» y «valor» nunca alcanzaremos en su esencia, por ejemplo, la historia de la humanidad griega.

Este es un fragmento del Nietzsche de Martín Heidegger, que he publicado en la web del Centro. Para leer todo el texto picar aquí

sábado, 17 de julio de 2010

El sentido común y el mundo invertido


Transcripción hecha por Alejando Bica de parte de una clase dada el día 28 de junio del 2010 en el curso Hegel y la Psico-Logía.

“El sentido común es el pensamiento más ambiguo, el más lleno de errores, de apreciaciones falsas, de aparentes verdades que en cuando se analizan se desmontan, aparentemente quiere afirmar cosas pero no dice nada en absoluto, son como prejuicios generales que se han ido repitiendo y que no se sustentan. La misma ciencia muestra que lo que el sentido común cuenta no va a misa para nada. No vemos átomos y sin embargo la ciencia nos cuenta que la realidad material está formada por átomos. La ciencia y mucho más el pensamiento riguroso destruyen el sentido común.

El sentido común no es la fuente de ningún conocimiento. Es la fuente de la charla en los bares, es la fuente de la opinión cotidiana, que es tan falaz y tan poco sostenible como lo que opina un niño acerca de la vida. Son frases repetidas como monedas, con conceptos no definidos, que todo el mundo sabe lo que es pero que nadie sabe lo que es. Así todo el mundo puede hablar de “alma” y cada cual tener en su cabeza una idea totalmente distinta del otro de lo que sea el “alma”, y todos usan la palabra como moneda corriente pero no se sabe que se da a trueque por esa palabra, porque cuando le preguntas a alguien “¿qué quieres decir por alma?”, ni sabe lo que quiere decir. Hablar de lo que ni sabes lo que quiere decir es no decir nada. Por eso cuando se hurga un poquito se ve que es insustancial.

El esfuerzo por expresar un tema claramente tiene que ver con el parir el concepto, que es lo que lleva al conocimiento, que es lo que lleva a que eso que uno creía que era verdad desaparezca, porque al definir aparece una verdad mucho más clara que la que antes uno se creía, una verdad mucho más sustancial. El conocimiento es un proceso, nunca es una cosa inmediata. Las cosas inmediatas, justamente por ser inmediatas son indefinidas.

El mundo invertido de Hegel es justamente invertido respecto al sentido común, es lo opuesto de lo que nos cuenta el sentido común. El sentido común nos cuenta que esto tal como lo vemos es lo real, pero cuando empezamos a cuestionar qué es esto, resulta que esto se desintegra para que emerja otra cosa. En cuanto empieza todo ese proceso “entramos” en el reino invertido, que es el reino de la consciencia. Y no es que entremos, sino que empezamos a darnos cuenta que siempre hemos estado ahí pero no nos enterábamos....”

Para leer la transcripción completa, picar aquí.

jueves, 8 de julio de 2010

Dionisos: la destrucción del sustancialismo imaginal y la devoración de Acteón


En la conferencia del miércoles 7 de julio, continué con la lectura de textos de Giegerich: el cierre hermético y la liberación del espíritu mercurial, y el mito de Acteón y Artemisa como mito de la contemplación de la Verdad Desnuda.
La conferencia puede escucharse online, picando aquí.

Para su plena comprensión conviene recordar la apreciación hegeliana del Concepto (la Noción), del pensamiento representativo o exterior y el pensamiento dialéctico o pensamiento inmanente, tal como se explican en la clase sobre “Hegel y la psico-logía” que puede escucharse picando aquí

viernes, 2 de julio de 2010

W. Giegerich: Psicología y Alquimia


“Una psicología y una psicoterapia en el espíritu de la alquimia no puede tener un programa terapéutico… Puede decirse así que la psicología da la espalda al futuro y a todas las añoradas posibilidades que traería ese futuro… La psicología, la psicoterapia no tienen interés en futuras potencialidades o alternativas al presente, están comprometidas con lo real y con la propia necesidad inherente en lo real (Ananké)” (W. Giegerich)
Clase dada por E. Eskenazi el 30 de junio de 2010, que puede escucharse picando aquí