domingo, 26 de septiembre de 2010

Próximo curso: El cristianismo como fenómeno psicológico

En la psicología profunda la problemática del cristianismo siempre ha sido importante: ya Freud afirmó que el judaísmo es la religión del Padre y el cristianismo es la religión del Hijo. La relación padre-hijo con su idea del "parricidio", puede así transladarse al plano de las religiones, siendo la religión un tema que fascinó críticamente al gran psicoanalista vienés, ya que lo trató en distintas obras: Totem y Tabú, El porvenir de una ilusión, Moisés y el monoteísmo.

Para C. G. Jung el tema del cristianismo es esencial. Por ello escribió: “Mi problema es luchar con el gran mostruo del pasado histórico, la gran serpiente de los siglos... la carga histórica que el cristianismo nos ha echado encima... Hay personas que se preocupan por la gran batalla entre el presente y el pasado o el futuro. Es un problema humano tremendo. Algunos enfrentan la historia , mientras otros se construyen una casita en las afueras”.
Jung intentó con su psicología profunda compensar lo que el veía como “la unilateralidad” del Cristianismo (intentando rescatar lo femenino, lo sombrío, lo material, incluso lo demoníaco del excesivo dominio "patriarcal", para lograr una integración de todas las facetas del alma)

En la obra James Hillman se intenta retornar a un politeísmo psicológico (descentralismo de la psique) y cuestionar el mono-centrismo cristiano: las ideas de salvación, renacimiento, de lucha con el Hades (el submundo). Así, escribió: “En mi intimidad, temo al inconsciente cristiano porque, a diferencia del budismo o incluso el judaísmo, el cristianismo vive mitos deliberadamente, insistiendo en que no son mitos, y esto tiene terribles consecuencias paranoicas”, y también: “El alma ingresa sólo vía síntomas, vía fenómenos marginados como la imaginación de los artistas o la alquimia o los “primitivos” y, por supuesto, disfrazada como psicopatología. Eso es lo que quería decir Jung cuando afirmó que los Dioses se han vuelto enfermedades: el único camino de regreso para ellos, en un mundo cristiano, es vía lo marginado”.

W. Giegerich ve en cambio en el cristianismo como
“la auto- expresión, la auto- articulación de aspectos del alma”, y como “una realidad espiritual transpersonal y una fuerza histórica que se realiza en la historia de Occidente, una realidada objetiva independiente, a la que los seres humanos nos hallamos expuestos de un modo u otro”. Partiendo del motivo básico del cristianismo -la encarnación del logos, el vaciamento (kenôsis) en Cristo de la divinidad a fin de volverse hombre- la tecnología es entendida como una forma de consumación del Cristianismo, y no como algo opuesto a su espíritu. Al contrario, el ímpetu del cristianismo se realizaría necesariamente en la superación de la naturaleza, en la tecnología y la transformación de lo natural en lógico, y por ello sería un proceso fundamental de transformación de la sintaxis del alma misma, el salto a un plano inédito de la conciencia y del modo de ser en el mundo.

A lo largo del curso, que tendrá lugar todos los miércoles a las 20:00 hs se leerán y comentarán dos artículos fundamentales de Giegerich: “El descuido patriarcal del principio femenino. Una falacia psicológica de Jung” y “¡Dios no debe morir! La tesis de C. G. Jung de la unilateralidad del cristianismo”

viernes, 24 de septiembre de 2010

¿Es todo cuestión de opinión?


En el Prólogo de su Fenomenología del Espíritu -una de las obras cumbres del pensamiento filosófico occidental- Hegel escribió:

"Cuando discurre por el tranquilo cauce del sano sentido común, el filosofar natural produce, en el mejor de los casos, una retórica de verdades triviales. Y cuando se le echa en cara la insignificancia de estos resultados, nos asegura que el sentido y el contenido de ellos se hallan en su corazón y debieran hallarse también en el corazón de los demás, creyendo pronunciar algo inapelable al hablar de la inocencia del corazón, de la pureza de la conciencia y de otras cosas por el estilo, como si contra ellas no hubiera nada que objetar ni nada que exigir.

Pero lo importante no es dejar lo mejor recatado en el fondo del corazón, sino sacarlo de ese pozo a la luz del día. Hace ya largo tiempo que podían haberse ahorrado los esfuerzos de producir verdades últimas de esta clase, pues pueden encontrarse desde hace muchísimo tiempo en el catecismo, en los proverbios populares, etc. No resulta difícil captar tales verdades en lo que tienen de indeterminado o de torcido y, con frecuencia, revelar a su propia conciencia cabalmente las verdades opuestas. Y cuando esta conciencia trata de salir del embrollo en que se la ha metido, es para caer en un embrollo nuevo, diciendo tal vez que las cosas son, tal como está establecido, de tal o cual modo y que todo lo demás es puro sofisma; tópico éste a que suele recurrir el buen sentido en contra de la razón cultivada, a la manera como la ignorancia filosófica caracteriza de una vez por todas a la filosofía con el nombre de sueños de visionarios.

El buen sentido apela al sentimiento, su oráculo interior, rompiendo con cuantos no coinciden con él; no tiene más remedio que declarar que no tiene ya nada más que decir a quien no encuentre y sienta en sí mismo lo que encuentra y siente él: en otras palabras, pisotea la raíz de la humanidad. Pues la naturaleza de ésta reside en tender apremiantemente hacia el acuerdo con los otros y su existencia se halla solamente en la comunidad de las conciencias llevada a cabo. Y lo antihumano, lo animal, consiste en querer mantenerse en el terreno del sentimiento y comunicarse solamente por medio de éste."

Georges Orwell, en su
1984, muestra cómo se quebranta íntimamente la libertad y la universalidad de lo humano cuando se obliga a alguien, en contra de su razón (y de TODA razón), a que acepte íntimamente como verdadero que "2 +2 son 5". Si esto se consigue, el hombre se ha vuelto inevitablemente una máquina de obedecer, que ha renunciado a pensar y ya no puede cuestionar. (Aunque aún pueda sentir, intuir, imaginar, la perdida del pensamiento implica la distorsión de todo lo demás: ni siquiera el amor es amor sin la posibilidad de pensar).

Orwell estaba muy lejos del pensamiento de Hegel, y sin embargo ambos comprendían lo anti-humano como el pisotear la raíz de la naturaleza humana, que "tiende apremiantemente al acuerdo con los otros y se realiza en la comunidad de las conciencias".

Muchos fanáticos requieren el "sacrificium intellectus" (la renuncia al pensamiento, como Tertuliano afirmando "Creo porque es absurdo") que ha sido uno de los modos de dominación de las grandes religiones institucionales, así como de las dictaduras totalitarias del siglo XX.

Pero hay, en mi opinión, otra forma de desertar de esta raíz esencial: el todo vale, todo es relativo y todo es según el cristal del color con que se mire. "La verdad para mí", "la verdad para tí", etc. etc.

Como decía el poeta Machado: "¿Tú verdad? No, LA VERDAD. La tuya, guárdatela".

miércoles, 22 de septiembre de 2010

De "La gaya ciencia" de Nietzsche

En 1882, en el parágrafo 125 de esta obra, Nietzsche escribió:

¿No han oído hablar de aquel loco que, con una linterna encendida en pleno día, corría por la plaza y exclamaba continuamente: "¡Busco a Dios! ¡Busco a Dios!"?


Como justamente se habían juntado allí muchos que no creían en Dios, provocó gran diversión. ¿Se te ha perdido?, dijo uno. ¿Se ha extraviado como un niño?, dijo otro. ¿No será que se ha escondido en algún sitio? ¿Nos tiene miedo? ¿Se ha embarcado? ¿Ha emigrado?

Así gritaban y se reían al mismo tiempo. El loco se lanzó en medio de ellos y los fulminó con la mirada.


—¿Dónde está Dios?—, exclamó, ¡se los voy a decir! ¡Nosotros lo hemos matado, ustedes y yo! ¡Todos somos unos asesinos! Pero, ¿cómo lo hemos hecho? ¿Cómo hemos podido vaciar el mar? ¿Quién nos ha dado la esponja para borrar completamente el horizonte? ¿Qué hemos hecho para desencadenar a esta tierra de su sol? ¿Hacia dónde rueda ésta ahora? ¿Hacia qué nos lleva su movimiento? ¿Lejos de todo sol? ¿No nos precipitamos en una constante caída, hacia atrás, de costado, hacia delante, en todas direcciones? ¿Sigue habiendo un arriba y un abajo? ¿No erramos como a través de una nada infinita? ¿No sentimos el aliento del vacío? ¿No hace ya frío? ¿No anochece continuamente y se hace cada vez más oscuro? ¿No hay que encender las linternas desde la mañana? ¿No seguimos oyendo el ruido de los sepultureros que han enterrado a Dios? ¿No seguimos oliendo la putrefacción divina? ¡Los dioses también se corrompen! ¡Dios ha muerto! ¡Dios está muerto! ¡Y lo hemos matado nosotros!


¿Cómo vamos a consolamos los asesinos de los asesinos? Lo que en el mundo había hasta ahora de más sagrado y más poderoso ha perdido su sangre bajo nuestros cuchillos, y ¿quién nos quitará esta sangre de las manos? ¿Qué agua podrá purificamos? ¿Qué solemnes expiaciones, qué juegos sagrados habremos de inventar?


¿No es demasiado grande para nosotros la magnitud de este hecho? ¿No tendríamos que convertimos en dioses para resultar dignos de semejante acción? Nunca hubo un hecho mayor, ¡y todo el que nazca después de nosotros pertenecerá, en virtud de esta acción, a una historia superior a todo lo que la historia ha sido hasta ahora! Al llegar aquí, el loco se calló y observó de nuevo a sus oyentes, quienes también se habían callado y lo miraban perplejos.


Por último, tiró la linterna al suelo, que se rompió y se apagó. "Llego demasiado pronto, dijo luego, mi tiempo no ha llegado aún. Este formidable acontecimiento está todavía en camino, avanza, pero aún no ha llegado a los oídos de los hombres. Para ser vistos y oídos, los actos necesitan tiempo después de su realización, como lo necesitan el relámpago y el trueno, y la luz de los astros. Esa acción es para ellos más lejana que los astros más distantes, ¡aunque son ellos quienes la han realizado!"


Cuentan también que ese mismo día el loco entró en varias iglesias en las que entonó su Requiem aeternam Deo. Cuando lo echaban de ellas y le pedían que aclarara sus dichos, no dejaba de repetir: "¿Qué son estas iglesias sino las tumbas y los monumentos funerarios de Dios?"



domingo, 19 de septiembre de 2010

Un error filosófico (según Nietzsche)


En su Humano, demasiado humano, Nietzsche apuntó:


Todos los filósofos tienen en su activo esta falta común: partir del hombre actual y pensar que en virtud del análisis pueden llegar hasta el fin propuesto. Involuntariamente, se representan al hombre como una aeterna veritas, como elemento fijo en todas las variantes, como medida cierta de las cosas. Pero todo lo que el filósofo enuncia respecto del hombre, es un testimonio acerca del hombre mismo en relación a un espacio de tiempo muy limitado.


La falta de sentido histórico es el pecado original de los filósofos; muchos, en su ignorancia, llegan hasta tomar la forma más reciente del hombre, tal como se ha producido bajo la influencia de religiones determinadas y aun de tales o cuales sucesos políticos., como forma fija de que es necesario partir. No quieren comprender que el hombre, que la misma facultad de conocer, es resultado de una evolución.


miércoles, 15 de septiembre de 2010

Nietzsche: Psicología & Nihilismo


El ataque de Nietzsche (1844-1900) a la metafísica, así como a todo pensamiento "fundamentalista", a toda moralidad (inclusive la "moralidad de la verdad") y a toda instauración del "ser" por encima del "valor" (el perspectivismo: no hay hechos, sólo hay puntos de vista), así como su lectura de la historia de Occidente como la historia del Nihilismo, han marcado profundamente al siglo XX y posiblemente sea uno de los goznes que cierra el pensamiento de la modernidad y abre el reconocimiento de una transformación de la conciencia, para la cual ya es obsoleta cualquier referencia a una trascendencia. Esto es lo que se expresa en su “Dios ha muerto


Nietzsche se presenta como filólog, como poeta, como profeta, como crítico social, como artista y como psicólogo, no en el sentido de ocuparse de la "psique" de la gente, sino en el sentido de ser quien diagnostica la patología de Occidente: la decadencia. Nietzsche es el "psicólogo" cuyo "paciente" es el alma y la mente Occidental.

El impacto de Nietzsche sobre la naciente “psicología del inconsciente" (el psicoanálisis de Freud, la psicología individual de Adler y la psicología analítica de Jung) ha sido enorme, no sólo por los contenidos que la psicología profunda "toma" de Nietzsche (la actitud de desconfianza ante las justificaciones conscientes, la subordinación de las construcciones mentales a motivaciones y deseos no confesados, etc.) sino y ante todo porque el pensamiento mismo de Nietzsche es una puesta en cuestión de la posibilidad de la “psicología como ciencia” y del psicólogo como “terapeuta”. Las ideas mismas de “normalidad/ patología”, “salud/ enfermedad”, así como toda expectativa “redentora” (como salvación, curación, guía, orientación) de la psicología entran en cuestión, en tanto implican juicios valorativos/morales. Incluso se ha dicho que la psicología de Jung no es sino una "defensa” ante el nuevo estadio de conciencia voceado por Nietzshe, una defensa cuyo fin sería "preservar" el estadio anterior.

En este curso se hará hincapié especialmente en tres aspectos del pensamiento de Nietzsche:
1. La frase "Dios ha muerto" y su significado para la psicología
2. El reconocimiento del nihilismo como fenómeno psicológico del alma de Occidente
3. La renuncia a toda “moralidad” desde una perspectiva psicológica, y la denuncia a los psicólogos como "sacerdotes encubiertos".


El primer encuentro tendrá lugar el último lunes, 25 de Octubre, a las 18:30 hs. en la Librería Sto. Domingo, c/St. Domènech del Call nº 4, Barcelona 08002, tel. 933 173 222.

Lecturas preliminares recomendadas y accesibles en esta web:
Obras de Nietzsche
C. G. Jung: Recuerdos, sueños, pensamientos.
M. Heidegger : Nietzsche y el Nihilismo Europeo
M. Heidegger : La frase de Nietzsche “Dios ha muerto”
M. Heidegger : Que significa pensar
W. Giegerich: El final del significado y el nacimiento del hombre
W. Giegerich: La huida al inconsciente.

También es muy recomendable la página de Horacio Potel: Nietzsche en castellano

domingo, 12 de septiembre de 2010

El último hombre, según Nietzsche


En su “Así Hablaba Zaratustra”, y hace ya unos 130 años, Nietzsche escribió:

“¡Ay! Llega el tiempo en que el hombre no dará ya a luz ninguna estrella. ¡Ay! Llega el tiempo del hombre más despreciable, el incapaz ya de despreciarse a sí mismo. ¡Mirad! Yo os muestro el último hombre. “¿Qué es amor? ¿Qué es creación? ¿Qué es anhelo? ¿Qué es estrella?” - así pregunta el último hombre, y parpadea.
La tierra se ha vuelto pequeña entonces, y sobre ella da saltos el último hombre, que todo lo empequeñece. Su estirpe es indestructible, como el pulgón; el último hombre es el que más tiempo vive.
“Nosotros hemos inventado la felicidad” - dicen los últimos hombres, y parpadean.
Han abandonado las comarcas donde era duro vivir: pues la gente necesita calor. La gente incluso ama al vecino y se restriega contra él: pues necesita calor.
Enfermar y desconfiar considéranlo pecaminoso: la gente camina con cuidado. Un tonto es quien sigue tropezando con piedras o con hombres! Un poco de veneno de vez en cuando: eso produce sueños agradables. Y mucho veneno al final, para tener un morir agradable.
La gente continúa trabajando, pues el trabajo es un entretenimiento. Mas procura que el entretenimiento no canse. La gente ya no se hace ni pobre ni rica: ambas cosas son demasiado molestas. ¿Quién quiere gobernar? ¿Quién aún obedecer? Ambas cosas son demasiado molestas.
¡Ningún pastor y un solo rebaño! (1). Todos quieren lo mismo, todos son iguales: quien tiene sentimientos distintos marcha voluntariamente al manicomio.
“En otro tiempo todo el mundo desvariaba” - dicen los más sutiles, y parpadean. Hoy la gente es inteligente y sabe todo lo que ha ocurrido: así no acaba nunca de burlarse. La gente continúa discutiendo, mas pronto se reconcilia - de lo contrario, ello estropea el estómago. La gente tiene su pequeño placer para el día y su pequeño placer para la noche: pero honra la salud. “Nosotros hemos inventado la felicidad” - dicen los últimos hombres, y parpadean.”

(1) Paráfrasis, modificando su sentido, del Evangelio de San Juan 10:16 "Habrá un solo rebaño y un solo pastor"

Una somera interpretación psico-lógica puede leerse aquí

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Serenidad (Heidegger)

Esta es una puesta al día de un artículo publicado en este blog en julio de 2008

En su magnífico discurso de 1955, traducido usualmente como “Serenidad” (Gelassenheit), si bien podría acaso traducirse más efectivamente como “Dejidad”, Martin Heidegger habló de “la huida ante el pensamiento” que caracteriza al hombre contemporáneo.

Cito a continuación un largo pasaje de esa conferencia:

“No nos hagamos ilusiones. Todos nosotros, incluso aquellos que, por así decirlo, son profesionales del pensar, todos somos, con mucha frecuencia, pobres de pensamiento (gedanken-arm); estamos todos con demasiada facilidad faltos de pensamiento (gedanken-los). La falta de pensamiento es un huésped inquietante que en el mundo de hoy entra y sale de todas partes. Porque hoy en día se toma noticia de todo por el camino más rápido y económico y se olvida en el mismo instante con la misma rapidez. Así, un acto público sigue a otro. Las celebraciones conmemorativas son cada vez más pobres de pensamiento. Celebración conmemorativa (Gedenkfeier) y falta de pensamiento (Gedankenlosigkeit) se encuentran y concuerdan perfectamente.

Sin embargo, cuando somos faltos de pensamiento no renunciamos a nuestra capacidad de pensar. La usamos incluso necesariamente, aunque de manera extraña, de modo que en la falta de pensamiento dejamos yerma nuestra capacidad de pensar. Con todo, sólo puede ser yermo aquello que en sí es base para el crecimiento, como, por ejemplo, un campo. Una autopista, en la que no crece nada, tampoco puede ser nunca un campo yermo. Del mismo modo que solamente podemos llegar a ser sordos porque somos oyentes y del mismo modo que únicamente llegamos a ser viejos porque éramos jóvenes, por eso mismo también únicamente podemos llegar a ser pobres e incluso faltos de pensamiento porque el hombre, en el fondo de su esencia, posee la capacidad de pensar, «espíritu y entendimiento», y que está destinado y determinado a pensar. Solamente aquello que poseemos con conocimiento o sin él podemos también perderlo o, como se dice, desembarazarnos de ello.

La creciente falta de pensamiento reside así en un proceso que consume la médula misma del hombre contemporáneo: su huida ante el pensar. Esta huida ante el pensar es la razón de la falta de pensamiento. Esta huida ante el pensar va a la par del hecho de que el hombre no la quiere ver ni admitir. El hombre de hoy negará incluso rotundamente esta huida ante el pensar. Afirmará lo contrario. Dirá - y esto con todo derecho - que nunca en ningún momento se han realizado planes tan vastos, estudios tan variados, investigaciones tan apasionadas como hoy en día. Ciertamente. Este esfuerzo de sagacidad y deliberación tiene su utilidad, y grande. Un pensar de este tipo es imprescindible. Pero también sigue siendo cierto que éste es un pensar de tipo peculiar.

Su peculiaridad consiste en que cuando planificamos, investigamos, organizamos una empresa, contamos ya siempre con circunstancias dadas. Las tomamos en cuenta con la calculada intención de unas finalidades determinadas. Contamos de antemano con determinados resultados. Este cálculo caracteriza a todo pensar planificador e investigador. Semejante pensar sigue siendo cálculo aun cuando no opere con números ni ponga en movimiento máquinas de sumar ni calculadoras electrónicas. El pensamiento que cuenta, calcula; calcula posibilidades continuamente nuevas, con perspectivas cada vez más ricas y a la vez más económicas. El pensamiento calculador corre de una suerte a la siguiente, sin detenerse nunca ni pararse a meditar. El pensar calculador no es un pensar meditativo; no es un pensar que piense en pos del sentido que impera en todo cuanto es.

Hay así dos tipos de pensar, cada uno de los cuales es, a su vez y a su manera, justificado y necesario: el pensar calculador y la reflexión meditativa.

Es a esta última a la que nos referimos cuando decimos que el hombre de hoy huye ante el pensar. De todos modos, se replica, la mera reflexión no se percata de que está en las nubes, por encima de la realidad. Pierde pie. No tiene utilidad para acometer los asuntos corrientes. No aporta beneficio a las realizaciones de orden práctico.

Y, se añade finalmente, la mera reflexión, la perseverante reflexión meditativa, es demasiado «elevada» para el entendimiento común. De esta evasiva sólo es cierto que el pensar meditativo se da tan poco espontáneamente como el pensar calculador. El pensar meditativo exige a veces un esfuerzo superior. Exige un largo entrenamiento. Requiere cuidados aún más delicados que cualquier otro oficio auténtico. Pero también, como el campesino, debe saber esperar a que brote la semilla y llegue a madurar.

Por otra parte, cada uno de nosotros puede, a su modo y dentro de sus límites, seguir los caminos de la reflexión. ¿Por qué? Porque el hombre es el ser pensante, esto es, meditante. Así que no necesitamos de ningún modo una reflexión «elevada». Es suficiente que nos demoremos junto a lo próximo y que meditemos acerca de lo más próximo: acerca de lo que concierne a cada uno de nosotros aquí y ahora; aquí: en este rincón de la tierra natal; ahora: en la hora presente del acontecer mundial”.

Hasta aquí la cita de Heidegger, cuyo excelente artículo puede leerse íntegro picando aquí.

Hay una “huida ante el pensar” cuando nos refugiamos en una palabrería, la “cháchara” (lo que Heidegger en una ocasión llamara chiaccheria), que no es sino repetición más o menos banal de lo que en su momento fueron ideas, pero que han pasado ya a ser lugares comunes. También hay una huída ante el pensar cuando ya no re-memoramos sino que damos por supuesto que las imágenes y las palabras son tan evidentes de por sí que no requieren ninguna exploración. Así, dualidades tan usuales como “pensamiento/corazón”, “teoría/práctica”, “masculino /femenino”, “mente/cuerpo”, “proyección/introyección”, “espíritu /materia”, “interior/exterior” , “conciente/inconsciente” y tantas otras suelen darse por sentadas, como hechos, cuando el único “hecho” que menifiesta su uso es que ya no se piensa, ya no se presta atención, ya inadvertidamente se ha renunciado a desbrozar el camino y transitarlo, y se es compelido por una avenidahace mucho tiempo
construida (autopistas del pensamento calculador) que echa un velo sobre los temas esenciales.

Esta pobreza de pensamiento se hace presente hoy en todos los ámbitos y, cómo no, también en el de la psicología, que acaso surge como “especialidad” justamente cuando se abandona el pensar y se cae en la inercia de un pensamiento técnico (calculador) que ya da por supuesto lo que es psique, lo que es “interior”, lo que es “cuerpo” o “exterior”, entre muchos otros supuestos.

El mismo caso de que demos ya por supuesto que ya sabemos lo que es “la psique” oculta -y a la vez manifiesta- que no estamos en situación de hacer preguntas fundamentales. La progresiva identificación de psique con cerebro sigue este camino, pero también ocurre lo mismo con quienes hablan -sin poner en cuestión esas “imágenes”, y las ideas que implican- de “contenidos psíquicos” y hacen inadvertidamente de “la psique” un continente (un “espacio contenedor”) del cual emergen o en el cual se “contienen” algo así como “ideas ”, “imágenes”, “sentimientos”, etc. ¿Pero es así, en verdad, o más bien esta “evidencia” es producto de una falta de reflexión?

Con el uso incuestionado de palabras aparentemente simples e inocuas (basta pensar en la abundante terminología psicológica: psique, complejo, función, imagen, idea, proyección, paranoia, histeria, ego, arquetipo, voluntad, impulso, emoción, sentimiento, salud, patología, inconsciente, delirio... para nombrar sólo unas pocas) quedan selladas así las preguntas primordiales. Pero las palabras nunca son inocuas, y el lenguaje reclama re-memoración. Si bien es posible hablar sin pensar -y en eso consiste no sólo la información cotidiana, sino el contenido de tantos congresos, publicaciones, manifestaciones culturales, ensayos y disquisiciones, páginas webs, blogs, etc.-, no es posible pensar detenidamente sin atender al lenguaje. Pero esta amorosa atención, como tantas otras dimensiones a las que esa atención -reflexión meditatia- se abre, reside hoy en la ya olvidado, ya presupuesto, ya inadvertido...

Esto ocurre también a la hora de acercarse a la obra de un creador, y basta aquí recordar la declaración de Lacan cuando se le preguntó por Norman Brown:

“Brown es un buen ejemplo de cómo puede hacerse una obra perfectamente aireada, sana, eficaz, inteligente, reveladora, con la sola condición de que un ingenio no prevenido (en efecto, Brown no se había ocupado nunca de estos temas) se tome la molestia de leer a Freud, de la misma manera que se leen otras cosas cuando no se está cretinizado previamente por mixtificaciones de baja vulgarizacion. Por ejemplo, hay gente que habla de Darwin sin haberlo leído nunca: lo que comúnmente se llama «darwinismo» es un tejido de imbecilidades, en el que no se puede decir que las frases que se citan no hayan sido extraídas de Darwin, pero que no son más que unas cuantas frases cosidas, con las que se pretende resolver todo, y en las que se describe la vida como una gran lucha y en la que todo funciona con el predominio del más fuerte. Basta abrir la obra de Darwin para darse cuenta de que las cosas son algo más complicadas. De la misma manera que hay una lectura de Freud, la que se enseña en los institutos de psicoanálisis, que impide leer a Freud con cierta garantía de autenticidad.” (en Paolo Caruso: Conversaciones con Lévi-Strauss, Foucault y Lacan, ed. Anagrama. También puede consultarse parte de esta entrevista aquí)

Puede sustituirse en esta declaración el nombre de Darwin o de Freud por el de Jung, por ejemplo, o Heidegger, o Nietzsche, para encontrarnos con la misma situación. En todos estos casos el pensamiento ha sido reducido a una suma de vulgaridades disponibles, etiquetas empleadas justamente para evitar todo pensar y, con ello, todo abrir claros a la reflexión seria y comprometida.


domingo, 5 de septiembre de 2010

El pensamiento que permanece exterior


Por Enrique Eskenazi



El pensamiento exterior no consiste realmente en pensar, sino en danzar en torno a las cosas a fin de demostrar lo que uno ya sabe de antemano, es elegir posibles caminos para llegar a una meta pre-sabida (ni siquiera puede decirse "preconcebida", ya que tampoco ha habido en ningún caso una concepción -una previa generación conceptual- sino que el concepto, que es característico del pensamiento que "entra" en la cosa misma, brilla por su ausencia) -lo cual es muy distinto de dejarse enseñar por el tema mismo, entrar en el tema con pasión y desapego, penetrar y a la vez ser penetrado en su lógica y dejarse sorprender por lo que se deriva de la lógica viviente del tema mismo.

El pensamiento exterior consiste en jugar con un tema para llegar, como orador, adonde uno ya sabe de antemano que quiere llegar, puede sorprenderse al auditorio e incluso puede hacer conexiones verdaderas: tomar este tema, vincularlo con que en la mitología se asociaba con este otro, vincularlo con un filósofo que hablaba del tema, para finalmente producir el resultado previamente deseado, y tal vez todo eso sea verdad; pero el sujeto mismo de la prueba está afuera, y fuera de ella permanece intacto, intocado, por el tema mismo, y por ello incluso puede saber adónde ha de llegar aún antes de "estudiar" el tema mismo.

Esto es artificial, y también superficial: puede ser muy persuasivo y muy bello retóricamente, pero se usa al tema como un mero pretexto a fin de lucir la destreza del orador, del sujeto, mientras que el tema en sí no ha sido desarrollado, no se ha permitido que se desarrolle por sí mismo, sino que se le han añadido otros temas afines, se le ha asociado con muchos otros tópicos, sin que el tema por sí mismo se asociara, no: es que el orador, el sujeto, ha tomado este tema y lo ha vinculado con éste otro y con aquel otro y con otro más. El sujeto está así siempre "fuera" del tema, manipulándolo y jugando con él, sin ningún compromiso, sin dejarse definir por el tema, como diría Giegerich: sin exponerse sin reservas e incondicionalmente.

Al hacer todo eso no ha confiado, o tal vez ni siquiera ha sospechado, que el tema mismo tiene su propia intención, que atendiendo al corazón lógico del tema éste despliega su telos, su propio qué; pero naturalmente, esto significaría que el sujeto se sometiera al tema de modo que ninguna pasión ni interés personal obstruya el amor por el tema mismo. Pero si yo creo que atender al tema mismo me puede llevar a ideologías que de antemano no me gustan, y quiero que se llegue a la ideología que yo quiero (defender o vender), entonces nunca entraré en el tema, ni me permitiré hacerlo, porque o bien creo que el tema está muerto en sí mismo, o porque lo que quiero es usar este tema para defender algún tipo de programa, lo que en inglés se dice agenda. Puesto que acaso el tema dejado a sí no lleve a estas cosas que previamente ya quiero defender, y como no puedo saber adónde lleva sin penetrar en él, no hay disponibilidad en mí como sujeto a entrar en el tema, sino que por la misma actitud se permanece siempre ya ajeno a él, exterior, y por ello mismo externo.

Entrar en el tema es confiar en la cuestión misma (la cosa misma), lo cual supone abrirse al corazón lógico del tema, lo que implica ser inteligente, sí, pero confiar más en la inteligencia del tema que en las propias pre-cauciones; de lo contrario hay, o un pensamiento externo que disecciona un tema sin que el tema se transforme en nada por sí mismo, o (y esto también es frecuente) hay ideología y no propiamente pensamiento riguroso, el cual supone siempre un compromiso con la verdad del tema, sea ésta la que sea.