miércoles, 12 de octubre de 2011
La Psicología y lo Otro
sábado, 17 de septiembre de 2011
Curso recomendado para iniciarse en el pensamiento de Jung

Palabras como : "arquetipo", "sombra", "animus", "anima", "inconsciente", "complejo", "individuación", …forman parte del vocabulario preciso y novedoso, con el que C.Jung se acercó al movimiento de la psique.
Su manera de entender la psicologia abrió la puerta a toda clase de interpretaciones,( además de proporcionar un marco teórico desde el que acercarse a los fenómenos psíquicos y sus manifestaciones), siendo un pensador fundamental en lo que concierne a las preguntas sobre el alma.
Pero que fue lo que Jung pensó y a lo que dedicó toda su vida?. O mejor dicho..Que fue lo que se pensó en Jung?. Que queria decir Jung, a que queria hacer alusión, con esa terminologia?.
La obra de C.Jung es extensa e imprescindible. Acercarse a ella psicológicamente, requiere pensar lo que se pensó en Jung; pensar “sus” imágenes, más que dar por supuesta la “verdad” de las mismas.
Abordar la obra de Jung es una tarea harto compleja y dificultosa debido a la cantidad de trabajo publicado y al recorrido que el propio Jung realizó en su obra.Se trata de una investigación continua; de modo que aquello que le interesaba en un momento dado de su vida, pasaba en otro momento, a atenderse desde otras perspectivas que dejaban de lado las anteriores y a la vez las integraba en una nueva visión que daba sentido y coherencia a su obra.
La pregunta por el alma, no le permitió poder seguir siempre fiel a sus postulados, por lo que cayó en contradicciones que representan la viveza de su pensamiento, a la vez que abren definitivamente la puerta a la tarea de abordar “una psicologia con alma”, que posteriores psicólogos como: J.Hillman y W.Giegerich retomaron.
He estructurado este curso en cuatro bloques, que pueden parecer arbitrarios, pero que permiten entender aquello que preocupó a Jung y el lenguaje con el que atendió la problemática.
-El yo y lo inconsciente.: sujeto y objeto, las proyecciones psíquicas, el concepto de sombra, los tipos psicológicos. La dinámica de lo inconsciente.
-Sobre la teoria de los complejos.: los complejos de carga afectiva, dinámica de los complejos, arquetipos e inconsciente colectivo, arquetipo e instinto, arquetipo paterno y arquetipo materno. La sicigia anima y animus.
-Sobre la dinámica de los símbolos.: los símbolos de transformación, los símbolos y el alma, vida y muerte del símbolo . El concepto de símbolo.
-Psicologia y religión.: la alquimia en Jung, el problema del mal, el misterio de la conjunción, el axioma de Maria, el proceso de individuación y el Self. El concepto del "Sí-mismo".
El curso dará comienzo en la Librería Sto. Domingo (c/San Domènec del call nº4) el miércoles dia 5 de octubre a las 19h.
Información e inscripcciones:
Josep Vila
653 91 13 04 jvilamase@gmail.com
Precio: 70e. mes
Duración del curso: 6 meses aproximadamente.
BIBLIOGRAFIA:
Jung,C.G. (1991). Arquetipos e inconsciente colectivo ( 4 ed.). Ediciones Paidós, Barcelona.
Jung,Carl Gustav (1963). Símbolos de transformación .Barcelona. Ed. Paidós.
Jung,Carl Gustav(1986). Aion. Barcelona. Ed. Paidós.
Jung, Carl Gustav (2002).Mysterium Coniunctionis. Obra completa vol.14. Madrid. Ed.Trotta
Jung, Carl Gustav (2004) . La dinàmica de lo inconsciente. Obra completa vol. 8 Madrid.Ed. Trotta
Jung, Carl Gustav (2002). Tipos psicológicos. Obra completa vol. 6. Madrid. Ed Trotta.
Jung, Carl Gustav (2004).Psicologia y alquimia. Obra completa vol. 12. Madrid. Ed Trotta.
Jung, Carl Gustav (2004).La vida simbólica. Obra completa vol. 18. Madrid. Ed Trotta
Jung,Carl.Gustav.(1969) Los complejos y el inconsciente Alianza editorial. Madrid
Jung,Carl.Gustav.(2001) Recuerdos,sueños,pensamientos. Barcelona. Ed. Seix Barral.
Jung,Carl Gustav (1936) El yo y lo inconsciente. Barcelona. Luis Miracle Editor.
Jung,Carl Gustav (1964) Respuesta a Job. Madrid. Fondo de Cultura Económica de España.
viernes, 2 de septiembre de 2011
Heidegger: Pensamiento y verdad

A partir del martes 6 de septiembre, nuevo curso sobre Heidegger: Pensamiento y Verdad
El gran psicólogo Wolfgang Giegerich ha escrito con agudeza:
“En esta era es precisamente la psicología la que tiene la tarea de proporcionar un asilo para una presencia real de la noción de verdad. Todo lo demás parece haber abandonado la verdad: las ciencias por supuesto y por definición, pero también la teología, la psicología personalista, el esoterismo New Age, el posmodernismo, el fundamentalismo, incluso el arte y la filosofía, cada uno de modos y aspectos muy diferentes. Debido a que en nuestro mundo se siente dolorosamente la desintegración de todos los valores y la disminución de cohesión social, parece no haber mejor respuesta a esta desintegración que hacer una de dos: 1) o bien refugiarse en posiciones fundamentalistas reaccionarias, sosteniendo estos o aquéllos dogmas muertos cuya previa verdad viviente se sustituye con el propio fanatismo subjetivo, o 2) se intenta revitalizar la disciplina filosófica de la ética, y crear todo tipo de nuevos institutos para la investigación ética, sin advertir que la ética no sirve de nada si no está respaldada y autorizada por una respuesta real a la cuestión de la verdad. Pero esta era no quiere la verdad. Aparte de la ganancia rápida, quiere una avalancha de información, imágenes, estímulos, sentimientos, acontecimientos y por supuesto procesos automatizados. Nuestra era disfruta “deconstruyendo” sistemáticamente toda nuestra tradición metafísica (“logocéntrica”) y nuestra herencia cultural a medida que se desplaza felizmente hacia la “realidad virtual”, que es una realidad que está absolutamente vallada, porque es absolutamente libre de toda verdad.”
(W. Giegerich, La Vida Lógica del Alma)
Alma y verdad son correlativos. Para nosotros esto significa que ser en el alma o lograr percibir psicológicamente equivale a caminar sobre la alfombra de la verdad (Hölderlin) o a “bañarse” en el elemento llamado Verdad como en el tan buscado elixir de la vida de los alquimistas, el aqua permanens”
No basta con tener, abrigar y trabajar con ideas e imágenes. La cuestión de la verdad no es académica. No tiene nada que ver con dogmas y doctrinas (que son defensas contra la verdad, instituciones que pretender volver innecesario el avance hacia lo salvaje); no tiene nada que ver con la llamada “verdad” de las proposiciones. Debe descartarse toda la idea de “la verdad de” los contenidos de conciencia. La verdad en nuestro contexto no es nada positivo, ni siquiera algo como las llamadas “verdades eternas” (que de hecho son las antiguas verdades congeladas de estadios previos del mundo). La verdad es negativamente una forma de ser-en-el-mundo, un estado de la existencia. No es nada que tenga que ser “aceptado” o sobre lo que pueda “dudarse”. Al sentir que tenemos que aceptar (estar de acuerdo) o que podemos dudar, obviamente estamos dentro del espacio vallado de la esfera domesticada, y seguimos preocupados todavía con “contenidos” positivos.
Esquivar la cuestión de la verdad es una defensa, un intento de permanecer a distancia del alma, de quedarse fuera de lo implacablemente salvaje, y de limitarse en cambio a un mero imaginar cosas y contemplar todo el alcance del pandemonio politeísta de imágenes. Ciertamente este tipo de contemplación puede evaluarse como una especie de atisbar y espiar el reino de la “pre-existencia”, pero sólo desde el lado seguro del país del ego. Entonces la psicología se une a la corriente dominante de nuestra civilización que se encamina al ciberespacio y al mundo de multimedia. Pero probablemente el alma no nos dejará huir de esa manera. Si no estamos dispuestos a pagar todo el precio que nos exige respondiendo por la verdad de nuestro imaginar, elevándolo así al nivel del conocimiento y de la Noción, la realidad nos exigirá poderosamente un precio mucho más caro. Nos enseñará -y ya está enseñándonos- cuál es el precio por eliminar la cuestión de la verdad.
La verdad es el punto donde somos llamados a dar un paso adelante y alistarnos -en pro de la profundidad de cada situación real particular en la que nos hallemos, en pro del alma, en pro de la imagen en la que se manifiesta el alma. Cada situación real, cada sueño, cada imagen, viene con la invitación a que le digamos “¡Esto es!”, “hic Rhodus, hic salta”. “¡Esto es!” implica una doble presencia; 1. “Estoy aquí”, reportándome para el servicio, por así decirlo, e poniéndome incondicionalmente en juego. 2. Esta situación en la que estoy tiene, a pesar de como sea, todo lo que necesita (y así también el potencial de su realización) dentro de sí misma. Aquí y ahora, en esta vida mía, en este mundo, ha de estar el sitio de último cumplimiento. Este presente real mío es mi único camino real de entrada a mi paraíso y mi infierno. No hay alternativas, no hay salida. Es esta la actitud que abre lo salvaje para mí y me abre a mí hacia “el hombre total” y para el encuentro con la Verdad como esencia interior de lo salvaje”
Ciertamente, el tema de la verdad parece estar prohibido en nuestra cultura y en nuestro tiempo, a pesar de ser uno de los temas esenciales del pensamiento occidental. Los grandes filósofos se han topado con este tema y lo han afrontado, siendo el último de ellos Martín Heidegger, cuya obra es una reflexión sobre el pensamiento, la verdad, el lenguaje y el ser.
El objetivo del curso es ayudar a entender lo que significa “verdad” cuando se ponen en cuestión los presupuestos del sentido común y se vuelve a descubrir el significado de la verdad (que determina también la no-verdad) como un hacer-verdad y no sólo un "decir".
El curso consistirá en la lectura y comentario de textos escogidos de Heidegger, especialmente:
De la esencia de la verdad (Herder, Barcerlona, 2007)
La doctrina platónica de la verdad (artículo incluido en HITOS, Alianza, Madrid, 2007)
De la esencia de la verdad (artículo incluido en HITOS, Alianza, Madrid, 2007)
De la esencia del fundamento (artículo incluido en HITOS, Alianza, Madrid, 2007)
Problemas fundamentales de la filosofía (ed. Comares, Granada)
Serenidad (ed. del Serbal, Barcelona, 2002)
Del camino al habla (ed. del Serbal, Barcelona, 2002)
La pregunta por la técnica (incluido en Conferencias y Artículos, ed. del Serbal, Barcelona, 2001)
Ciencia y meditación (incluido en Conferencias y Artículos, ed. del Serbal, Barcelona, 2001)
¿Qué quiere decir pensar? (incluido en Conferencias y Artículos, ed. del Serbal, Barcelona, 2001)
Logos. Heráclito, fragmento 5. (incluido en Conferencias y Artículos, ed. del Serbal, Barcelona, 2001)
Aletheia. Heráclito, fragmento 16 (incluido en Conferencias y Artículos, ed. del Serbal, Barcelona, 2001)
¿Qué significa pensar? (ed. Nova, Buenos Aires, 1958)
Como referencia bibliográfica general, es imprescindible la página de Horacio Potel, que incluye muchos de los textos escogidos para este curso:
viernes, 17 de junio de 2011
Sobre la sincronicidad, y el "adentro" y el "afuera"

lunes, 13 de junio de 2011
David Miller: Pensar, albergar ideas

A lo largo de los años he intentado aliarme con James Hillman, Ed Casey, Robert Sardello, Wolfgang Giegerich, Paul Kugler y otros, en una mafia de la mente, convocando una terapia de las ideas (en los dos sentidos de la frase); no sólo en el sentido de que pensar es terapéutico; eso también, pero además en el sentido en que Hillman insistía en su “Reimaginar la psicología” ya en 1972, o sea, que “la terapia tiene una trabajo importante que hacer con las ideas, como lo tiene con los síntomas y los sentimientos”. Necesitamos también una terapia de la mente. ¿No llamó Freud a la terapia Nacherziehung, re-educación o después-de-la-educación, es decir, post-educación? Y Jung en su artículo no publicado para la Unesco dijo que más que terapeutas, lo que necesitamos son maestros.
La razón para ésto debiera haber sido sentida por todos nosotros. Jung lo puso de esta manera hace mucho tiempo: “Es verdad que las... ideas nunca son propiedad personal de su así llamado autor; por el contrario, la persona es el siervo de las ideas... La persona no hace las ideas; podríamos decir que las ideas de una persona hacen a la persona” (Obras Completas IV, 769). Las ideas no están en nosotros; nosotros estamos en las ideas. “Siempre estamos en el abrazo de una idea”, escribió Hillman en “Reimaginar la psicología”. Las ideas son autónomas, tienen su propia vida, y nosotros, pensadores todos, sabiéndolo o sin saberlo e inadvertidamente, caminamos entre ellas, como en una nube de desconocimiento. El desconocimiento es peligroso... Las ideas pueden ser peligrosas para la salud del alma y la política del cuerpo. Padecemos las ideas, individual y colectivamente.
Las ideas son como los gases inertes. No son aire cálido, pero son cruciales para la vida, y tan difíciles de cribar, de volver evidentes, aunque se combinen con otros aspectos de la vida, haciendo posible la vida; parecen ajenos, ocultos, nuevos e inactivos, cuando de hecho están tan cerca de nosotros como nuestras yugulares, antiguos como las colinas, y hacen activo nuestro mismo ser.
“Albergar ideas”, como dice Hillman, no es más fácil que descubrir los gases inertes y nobles y raros. La terapia de las ideas es afín al prístino significado de therapeia, es decir, “atender”... Las ideas no son cosas, pero afectan y efectúan todo. Esto es, por supuesto, también una idea, así como una experiencia incorporada; y es la idea opuesta a esa América anti-intelectual que Hofstadter mapeó tan cuidadosamente hace unos años, un anti-intelectualismo no sólo ligado al Junguianismo y otras espiritualidades del salud-mentalismo, sino también y especialmente a una herencia culturalmente cristiana, pietista y puritana.
Como dijo Hillman, “Una idea perdurable, como un buen poema o un personaje fuerte en una película o una novela, continúa afectando tu vida práctica sin haber sido nunca puesta allí. Las ideas que viven, viven en nosotros y a través nuestro en el mundo. Las ideas viables tienen su propio calor innato, su propia vitalidad. También son cosas vivientes” (Cien años de psicoanálisis). “Una psique con pocas ideas psicológicas es fácilmente una víctima”. “La discusión de ideas en terapia no es necesariamente una defensa contra la emoción, sino lo preliminar para la emoción y su portadora” (Reimaginar la psicoogía).
Wolfgang Giegerich ha ido más allá. “No es suficiente”, dijo en Spring 1987 “proponer las ideas 'correctas'... proclamar el unus mundus, el anima mundi... Pues estas ideas 'correctas' están ubicadas en un mundo cuya lógica permanece inmodificada. Aún peor, en estas mismas ideas 'correctas' está investida la vieja lógica, e inadvertidamente perpetúan lo mismo que pretenden curar”. “Ya no es necesario evitar las grandes palabras y los así llamados conceptos abstractos. Porque ahora nos damos cuenta que como personas modernas pensamos de todos modos en esas grandes palabras, así que es mucho mejor tratar de hacer un buen trabajo con ello que esperar evadirlas” (Spring 1988). Eso es lo que quiero decir por la terapia de las ideas.
Además, pensar es una alegría, entre otras cosas, un culatazo erótico y estético. Jouisssance, tal como dijo Roland Barthes, siguiendo a Julia Kristeva, en su libro “El placer del texto”, que también es un texto de placer, placer sexual incorporado; jouissance, en verdad. ¿No fue aquella bella pensadora, Raquel Welch, quien dijo: “La mente es también una zona erógena”?
viernes, 10 de junio de 2011
Giegerich: Una pequeña luz

Traducción de Enrique Eskenazi Agradezco al autor su amable permiso para traducir y publicar este artículo
Wolfgang Giegerich es un destacado psicólogo analítico cuya obra ha sido considerada por David L. Miller como un avance radical en el pensamiento junguiano, más aún, como "pensamiento junguiano de tercera ola", comparando la obra de Giegerich con la de Jung mismo y con la "segunda ola", la psicología arquetipal asociada con James Hillman.
El siglo de la psicología ha terminado. Se han estrellado las grandes expectativas a las que dio origen la emergencia de la psicología, en particular la psicología profunda o terapéutica, al comienzo del siglo XX. Incluso el psicoanálisis freudiano se enfrenta hoy con un espíritu hostil en el pensamiento predominante. Para la psicología en la tradición de C. G. Jung la situación es, por un lado, un poco más fácil, pero por el otro mucho más difícil. Es más fácil porque en su mayor parte opera a sotavento de otras psicologías, siendo apenas advertida; es más difícil, porque su sustancia más íntima se ve amenazada fundamentalmente.
Esta amenaza viene de diferentes direcciones.
Ya es inherente, en primer lugar, en el modo mismo en que está construida la psicología junguiana, en tanto que la pretensión de Jung de que su psicología tuviera el estatus de una ciencia estrictamente empírica se ha demostrado insostenible, y en tanto ha fracasado su esperanza de que la psicología pudiera ofrecer una respuesta al problema psicológico-espiritual de la era, tal como nos vemos ahora obligados a comprender (W. Giegerich, 'The End of Meaning and the Birth of Man”,' Journal of Jungian Theory and Practice, Vol. 6, No. 1, 2004)
En segundo lugar, la amenaza a la sustancia de la psicología junguiana viene también de los seguidores y amigos de esa psicología, por una parte los junguianos profesionales en cuyas manos se ha transformado en algo completamente distinto de lo que Jung pretendía con su “psicología compleja”, como ha demostrado sobre todo Sonu Shamdasani (Jung and the Making of Modern Psychology. The Dream of a Science, Cambridge University Press, 2003). Nadie probablemente querrá admitir que aquello contra lo que Jung luchó vive aún entre ellos y ha sido fructíferamente desarrollado. Aún hoy se tendría que estar de acuerdo con Hillman cuando afirmó años atrás que los junguianos “son en su mayoría gente de segunda categoría con mentes de tercera categoría” (Hillman, Inter Views, New York [Harper & Row] 1983, p. 36). La psicología junguiana tiene la desgracia de no haber sido capaz de atraer grandes mentes, en contraste por ejemplo con la psicología de Freud, que produjo un psicólogo de la talla de Lacan y sirvió de inspiración a muchos pensadores y poetas. Por otra parte, la amenaza viene también de los seguidores de la psicología junguiana entre el gran público, entre los cuales la obra de Jung ha degenerado en una “psicología pop”, en otras palabras: en un bien de consumo, que ante todo tiene la función de satisfacer las necesidades privadas emocionales e ideológico-espirituales, y compensar así un sentimiento de vacío.
En tercer lugar, la amenaza más reciente proviene del exterior, del espíritu de la época que con tremendo poder impregna el clima político, y de hecho incluso afecta las regulaciones legislativas y administrativas. La psicología profunda, que actualmente tendría la tarea de ser de algún modo “subversiva” respecto a las tendencias colectivas predominantes, ha sido entretanto tomada bajo las alas del estado, controlada y por tanto "embolsada" por él. Si bien el estado enfoca legítimamente lo que tiene que regular desde puntos de vista puramente externos, en el caso de la psicología, entendida como la disciplina de la interioridad, tal tratamiento desde una perspectiva externa es fatal. Y más fatal aún cuando hoy se ha endurecido y se ha radicalizado mucho más este modo exterior de ver las cosas: un enfoque abstracto, completamente utilitario, cientificista, tecnicista y cuantificador. Lo que hoy se quiere esencialmente es normalización (conformidad forzada, es decir, Gleichschaltung) y control. El supremo principio rector es el de la distribución del dinero disponible. Unas cuantas palabras clave para esta tendencia poderosa son: certificación de prácticas, administración cualitativa, procedimientos de tratamiento normalizados obligatorios para enfermedades específicas, eficiencia, evaluación, medicina basada en pruebas, ICD-10, provisión de asistencia sanitaria para la población. Este es un aspecto. El otro es que la actitud predominante basa su toda su esperanza en factores biológicos, en la fisiología del cerebro, en la genética, la terapia conductista, pero excluye la mente, el alma, la hermenéutica.
En esta situación la psicología junguiana, en tanto que psicología “con alma”, se encuentra en una posición semejante a la que se encontraba el ego del sueño en el siguiente sueño de Jung: “Era de noche en un lugar desconocido, y avanzaba dolorosa y lentamente en contra de un fuerte vendaval […] Tenía mis manos en forma de copa alrededor de una lucecita que amenazaba con apagarse a cada momento. Todo dependía de que pudiera mantener viva esta lucecita […]” (Recuerdos, sueños y pensamientos)
Pero ¿qué es esa sustancia que queda de hecho de nuestra herencia junguiana y que necesita hoy ser llevada a través de la noche y la tormenta como una pequeña luz? Aparte de numerosas intuiciones individuales, es un tesoro doble, algo que contiene una tensión entre sus dos aspectos dentro de sí mismo: el don que Jung nos hizo de un concepto de “alma” y de un concepto de “individualidad”.
Después de la muerte de Jung, Karl Kerényi escribió: “Si ahora, reconsiderando el fenómeno C. G. Jung, pusiera en palabras lo más característico suyo, también sobre la base de contactos personales durante los últimos veinte años, entonces es tomar el alma como real. Para ningún psicólogo de nuestro tiempo la psique poseía tal concreción e importancia como para él"” (K., Kerenyi, Wege und Weggenossen, vol. 2, München [Langen Müller] 1988, p., 346, mi traducción).
Aquí el punto decisivo es qué quiere decirse por “alma”. Un comentario marginal sobre este pasaje por el mismo Kerényi lo deja claro. Citando frases de una carta suya a C. J. Burckhardt del 18 de diciembre de 1961, afirma: “Jung me escribió [...] citando a un alquimista, 'maior autem animae [pars] extra corpus est' y realmente lo significaba. Se destaca como el único entre sus colegas -al menos no encontrado otro entre los psicólogos no practicante de una religión- que creía firmemente en la existencia del alma” (ibid., p. 487, mi traducción). La mayor parte del alma está fuera del cuerpo. Con esta tesis Jung rompe con el prejuicio antropológico, biologista, personalista, que predomina en la psicología de hoy como un hecho dado por supuesto y sin la menor reflexión crítica. El hombre “está en el alma”, y no al revés. “El alma”es un Universal real, y un Universal concreto además. Ahora se abre la puerta para la visión de que es la vida lógica, el spiritus rector de la relación del hombre con el mundo.
Esto implica dos importantes aspectos adicionales, a saber la captación del carácter esencialmente histórico del “alma” y del hecho de que no sólo se preocupa por la funcionalidad y los mecanismos (reacciones, procesamiento de experiencias, el aparato psíquico), sino también por contenidos sustanciales o significados -un hecho que por supuesto está en la mayor oposición al presupuesto nihilista de probablemente todas las otras psicologías. Por encima de todo, este concepto de alma significa que se ha comprendido que el tema de la psicología no puede positivizarse, sino que es lógicamente negativo.
Podría parecer paradójico, aunque en verdad es consistente, que precisamente por tener un concepto de “alma” como un Universal real y como algo que no puede positivizarse, Jung puede tener un conocimiento real de la verdadera individualidad en su singularidad y unicidad. Ambos lados (el Universal y el individual) son interdependientes, puesto que ambos están al margen de la abstracción predominante, para la cual incluso lo individual está subsumido en un Universal abstracto (en un diagnóstico, una teoría, una definición, una “historia de casos”, una estadística, una técnica a serle aplicada, o meramente bajo el concepto universal abstracto “individuo”), para la cual sin embargo no ha de ser un individuum ineffabile y no debe ser apercibido como tal. Porque si fuera visto como tal, se escaparía del campo de concentración (actualmente sublimado) de un pensamiento en términos de control, que rige sobre toda la lógica de nuestra era. Pero ésto es precisamente lo que nos exige el enfoque junguiano en la terapia: encontrar a cada persona, y de hecho a cada momento, en su singularidad; en otras palabras, fuera de ese campo de concentración: soltarnos -sin redes lógicas de seguridad- en la frescura y novedad de cada momento presente y en la subjetividad atómica de nosotros mismos- a fin de descubrir en ello, sólo en ello, nuestra verdadera humanidad universal.
Este no es un sublime programa para la iluminación del mundo, sino una lucecita que debe llevarse, en el silencio e invisibilidad de lo que hacemos como individuos, a través de la noche de nuestro presente.
© Wolfgang Giegerich 2004.
© trad. Enrique Eskenazi
jueves, 2 de junio de 2011
Mogenson: El "alma bella" y su Otro demasiado terrible

Extracto de “Junguian Analysis Post Mortem Dei”, publicado en Spring 84: A Journal of Archetype and Culture, New Orleans, LA, 2010, pp. 207-270. Leído y traducido por Enrique Eskenazi en el curso “El Cristianismo como Fenómeno Psicológico”.
Transcripción de Ale Bica.
El Alma Bella. Este término viene de Hegel, entre otros, que lo usaban para describir una determinación de la consciencia, típica del período romántico pero de ninguna manera exclusiva de ello, por el cual el sujeto idéntico a su propia definición, se adhiere a su inocencia y a su pureza, defendiéndose contra el mundo o contra algo malo dentro de él, que ha sido constituido de tal manera que ofende o insulta su propio sentido del alma.
Más cercano a nuestro tiempo y con referencia específica a Jung, esta misma problemática ha sido reformulada por Phillip Rieff como lo que él llama "el triunfo de la terapéutica” (El triunfo de la terapéutica. Usos de la fe después de Freud. 1966). En contraste con Freud, que había acentuado el desencanto de la neurosis a través de la actitud analítica, Jung, como muestra Rieff, ha buscado una cura para sus pacientes mediante "una meta-religión que aspira a algo más allá del criterio de lo verdadero y de lo falso, o incluso del bien y del mal y cuyo tipo ideal de carácter no es ni místico ni ascético, sino terapéutico. Una persona que capta incluso su propio mito en términos de cuánto contribuye a su sentimiento de bienestar personal".
En apoyo a la objeción de Rieff, se podrían citar otros pasajes. Aquel que recuerdo más inmediatamente -aparte de las citas que ya hemos hecho de La vida después de la muerte, y de la hija de la luna- lo podemos extraer del ensayo de Jung llamado Psicología y Religión: "La experiencia religiosa es absoluta, no se puede discutir. Uno sólo puede decir que uno no ha tenido esa experiencia, con lo cual su oponente replicará "lo siento pero yo sí que la tengo", y ahí se acaba toda discusión. No importa lo que el mundo piense acerca de la experiencia religiosa, aquel que la tiene posee un gran tesoro, una cosa que se ha vuelto para él una fuente de vida, de significado y de belleza, y que le ha dado un nuevo esplendor al mundo y a la humanidad. Tiene fe y tiene paz. ¿Dónde está el criterio por el cual uno podría decir que tal vida no es legítima, que tal experiencia no es válida y que tal fe es mera ilusión? ¿Hay de hecho alguna verdad mejor acerca de las cosas finales que aquella que le ayude a uno a vivir?"
La primera frase de este pasaje declara que la experiencia religiosa es intrínsecamente autoritativa, inmediatamente autovalidante, y como tal inmune a toda crítica e inobjetable. En la conversación descrita por Jung, la discusión se detiene cuando una parte afirma que "ha tenido una experiencia religiosa y que es todo lo que se puede decir". Evidentemente para Jung no hay necesidad de dar cuenta racionalmente de nada respecto a la experiencia religiosa, no hay necesidad de ningún "poner a prueba los espíritus para ver si es verdad".
Dentro de las frases de entremedio, vamos un poco más adelante por el mismo sendero: la experiencia religiosa es propuesta como algo que tiene que ser atesorado, aun en contra de lo que el mundo de los demás pueda pensar. Tenemos que recordar en esta conexión la insistencia de Jung sobre la necesidad del individuo de "la prueba de la experiencia interior trascendental que es la única que puede protegerlo de la sumersión, de otro modo inevitable, en la masa social y colectiva" (The Undiscovered Self).
De acuerdo a este enfoque "un principio ultramundano capaz de relativizar la influencia abrumadora de los factores externos es algo necesario para salvaguardar la propia autonomía moral y espiritual, pues el individuo que no está anclado en Dios no puede ofrecer resistencia basándose en sus propios recursos a la degradación física y moral del mundo" (OC, V10, p. 511). "Dios" tal como aquello a lo que se refieren estas líneas, no es la profundidad inmanente de la propia situación total, ni tampoco la interioridad y universalidad del tema a mano, sino las propias imágenes producidas, como totalmente ajenas a uno y colocadas en una especie de constante antropológica arquimédica y como una especie de verdad eterna.
Respecto a estas últimas frases del pasaje citado, se dibuja plenamente el cuadro del Alma Bella, tal como pertenece a la psicología de Jung. Al aferrarse a alguna experiencia afectiva como si fuera un talismán numinoso, el analizado energetizado ahora religiosamente, juega con los pros y los contras de su bienestar personal, creyendo, como dice Jung, que "no hay mejor verdad que aquella que te ayude a vivir".
¿Pero es realmente así? ¿Es verdad que no hay mejor verdad que esta? Jung citaba con aprobación aquel dicho de que "lo bueno siempre es enemigo de lo mejor" (OC, V17, p. 320) ¿Acaso no se podría aplicar lo mismo al pragmatismo terapéutico religioso de Jung? ¿Lo que ofrece no es como menos un bien? Y este bien ¿no es el enemigo de algo aún mejor, aunque terrible, que sería la verdad misma?
Hay un pasaje de Nietzsche que aquí nos va a ayudar para liberar a la psicología de Jung del ethos de bienestar personal en la que se ha encapsulado completamente. "Cuanta gente todavía hace la inferencia de que uno no podría soportar la vida si no hubiera Dios, o como dicen en los círculos de los idealistas, uno no podría tolerar la vida si careciera de la significación moral de su fundamento ético, consiguientemente tiene que haber Dios, o tiene que haber un significado ético de la existencia. Qué presunción decretar que todo lo que sea necesario para mi preservación tiene que estar realmente allí, como si mi preservación fuera algo necesario."
Difícilmente podría haber una crítica más castigadora que esta de Nietzsche. Una vez más, el filósofo con el martillo pone en cuestión un valor humano muy querido y al tocarlo con su martillo muestra que está vacío. Pero hay más en estas líneas de Nietzsche de lo que incluso él mismo vio. Esto se vuelve evidente cuando las leemos con la visión de Giegerich respecto al Animus como negación y como el propio Otro del alma.
En su libro Psicología analítica y dialéctica y nuevamente en Violencia del Alma, Giegerich sostiene el punto crucial de que las figuras de Animus, tales como Hades, Plutón y Barba Azul, no son otros externos con respecto a las figuras de Anima que amenaza, no son cosas que vienen de afuera al personaje femenino, sino que están en la propia profundidad lógica del mismo personaje femenino; es decir, son sus propias contrapartes sizigiales internas. Leída en esta luz, los sentimientos al comienzo del texto de Nietzsche cuando dice "uno no podría soportar la vida si no hubiera Dios" y "consiguientemente tiene que haber Dios", esa frase es el momento inocente de Ánima Alba [alma blanca y pura] de la sicigia. Mientras que la última parte del texto de Nietzsche, cuando habla acerca de la presunción de decretar que lo que es necesario para nuestra preservación tiene que estar ahí, es el momento negador, el momento de la muerte, del rapto, del desencanto, el momento del Animus.
Y de esto se sigue, que lo que estoy llamando el aspecto Animus del texto de Nietzsche, -y podríamos ampliar esto como para incluir incluso su anuncio de la muerte de Dios- no es algún tipo de incursión extraña que echa a perder las cosas por parte de un ateísmo abstracto que critica la posición teísta, sino que es el momento de la crítica inmanente por el cual la posición inicial inocente pierde su propia inocencia. Al verse seria y plenamente aplicada, ocurre, si se me permite expresarlo así, como con la curiosidad felina que mató al gato proverbial.
Hay que decir que antes de este momento no había Animus, no había logos, no había verdad, no había mente. El Animus después de todo, no es un ser, un ente o una cosa, no tiene existencia separada, sino que existe sólo como el hiriente darse cuenta de que lo que parecía ser el caso ya no es así, si es que alguna vez lo había sido.
Volviendo en este punto de nuevo a nuestro pasaje de Nietzsche, en épocas anteriores hubo eras enteras en que tal reflexión crítica hubiera sido tan inadecuada como el mismo Nietzsche hace que suene inadecuado el que hoy nos adhiramos a Dios. ¿Por qué? Porque así como Thor aparece cuando había un gigante con el cual luchar, o una prueba a ser sobrepasada y los dioses estaban allí presentes en otras eras, en el texto de Nietzsche por contraste, se habla desde un tiempo y en un tiempo en que todo esto ya ha cambiado.
¿Y qué hay respecto a este cambio? Un pasaje de un ensayo de Giegerich, Ruptura, o Psicología y Religión, viene muy a cuento ahora. Escribiendo con referencia al hecho de que el alma ha pasado por cambios fundamentales en el transcurso del tiempo, Giegerich habla de que ha tenido lugar una ruptura. Esto explica, especialmente teniendo en cuenta los siglos XVIII y XIX, que "la ruptura consiste en el hecho de que el mundo al cual las religiones conocidas daban respuestas, se ha salido de debajo de ellas o se ha mudado de estas respuestas, de modo que ahora nos vemos confrontados con un mundo enteramente nuevo en el plano lógico, al cual la religión ya no puede corresponder." Unas páginas más tarde, añade, "yo no preguntaría qué podemos esperar de la religión y qué medidas concretas tienen que tomarse para realizar nuestras expectativas, no sugeriría que pensemos en cómo salvar nuestras diversas tradiciones religiosas y traerlas de nuevo a este mundo ya transformado de hoy, porque cualquiera de estos intentos, a mis ojos, sólo equivaldría a un intento de rescatar el estatus lógico o el nivel de conciencia en el que subjetivamente estamos viviendo y al que estamos acostumbrados confortablemente y a congelarnos psicológicamente en el pasado, mientras que objetivamente ya hace tiempo que estamos viviendo en una realidad caracterizada por un nuevo estadio lógico."
"La ruptura del mundo objetivo ahí afuera, requiere una ruptura correspondiente en nosotros, y en nosotros no como personas, sino en la psicología o en la lógica como cual somos. No es suficiente tratar de adaptar nuestras religiones a nuestra nueva situación, no son estas religiones las que tienen que ser adaptadas, somos nosotros. Y es por esto que creo que la respuesta al problema de la religión en nuestro mundo contemporáneo es la "psicología" -no la psicología como una ciencia particular entre las ciencias, como esta o aquella escuela de ideas, sino la psicología como un cambio o un movimiento a hacer, el movimiento de girar la cuestión de la religión alrededor nuestro hacia aquello que es más próximo a nosotros: nuestro estadio de consciencia,- en otras palabras, la psicología como la realización (en el sentido de volver real y de darse cuenta) de la inevitable necesidad de la muerte que hay que morir por parte de nuestra estructura mental."
Greg Mogenson
miércoles, 1 de junio de 2011
Miseria de la psicología: Inexorable desaparición...

Como un observador de lo que hoy está ocurriendo, he de admitir que esta confianza mía es una confianza ante la desesperación. ¿Es que hay todavía alguna oportunidad para la psicología analítica? ¿Siguen siendo el pensamiento, la mente, el alma de la psicología analítica, o acaso nuestro campo (que sin duda ya está en el negocio de vender “alma”) ha perdido su propia alma -“desperdiciando [su] herencia psicológica”? Ciertamente, no todos en la psicología tienen que ser pensadores serios. Uno puede ser un buen practicante sin tener que ser un intelectual. ¿Pero qué significa para un campo si no valora el intelecto, ni considera como su preocupación fundamental producir una nueva generación de intelectuales? ¿Cuánto puede valer y sostenerse como tal campo antes de tener que echárselo a los perros, si carece de ideas intelectuales?
¿Y acaso la psicología analítica no se ha vendido en el mercado a la popularidad? ¿No ha descendido hasta llegar a ser nada más que un proveedor de servicios, un proveedor de servicios de salud, por un lado, y por el otro, de la gratificación de las necesidades emocionales y “espirituales” (las necesidades del ego)? Si uno mira lo que están publicando los junguianos en general y lo que se enseña en los institutos de formación junguiana, uno se ve impresionado por la mezcolanza sincretista de ideas y técnicas que brotan de todo tipo de fuentes heterogéneas. Pareciera que casi todo vale y da lo mismo. Y cualquiera que tenga una licencia como analista se siente autorizado a dar opiniones, que son como libres asociaciones sobre lo que se le antoje. ¿Dónde está la autoridad interior del campo que pudiera darle su medida y su identidad, una autoridad que sería el equivalente de lo que en la vida moral del individuo se llama conciencia? Parece que hoy sólo hay tres autoridades que rigen en el campo de la psicología analítica, y todas las cuales son falsas. Está en el campo de la psicología analítica la autoridad de Jung y lo que enseñó (el concepto dogmático de autoridad), está la autoridad de “lo que vende” (lo que vende tanto en el mercado o lo que vende tanto para el junguiano individual personalmente), y luego está desde afuera la autoridad burocrática de las normas legales y los reglamentos de las sociedades de profesionales, la autoridad de los requerimientos mecánicos de “cualidad de material” o de planes ciegos de evaluación, o de revisiones de colegas, de comités éticos, etc. Esta tercera forma de autoridad no se limita a la psicología; por el contrario, su extensión es poderosa, e incluso abrumadora en la sociedad a gran escala, una tendencia que por un lado aspira a minar sistemáticamente toda responsabilidad personal ética e intelectual, y por el otro lado, el respeto por la mente, y a reemplazarlos a ambos con mecanismos estandarizados de control, en otras palabras: es la victoria final del fascismo, no en una forma cruda y literal, sino en una forma refinada, sublimada. Ciertamente, hay motivos para desesperar.
Pero entonces, teniendo en cuenta la naturaleza de las respuestas de alto nivel que se han dado a mi ensayo y de la recepción que obtengo a partir de esta revista y de su editor, también puedo decir que mi confianza mencionada en el proceso del pensamiento se sigue alimentando.”
Y en un artículo de su libro recientemente publicado (“The Soul Always Thinks", vol. 4 Collected English Papers - "El Alma Piensa Siempre", vol. 4 de los Artículos en Inglés Reunidos”), Wolfgang Giegerich escribe:
“El problema surge cuando lo que es (también) inherente en la lógica de la psicología, es decir su carácter confesional “subjetivo” se toma como una licencia para que el ego se gratifique en su subjetividad con todas sus idiosincrasias, defectos, y necesidades y deseos personales. Yo diría que este problema es el estado normal de la situación de la psicología junguiana. Para aquellos que se vuelven o son junguianos, la psicología usualmente está al servicio del propósito de autogratificación, autocomplacencia. Es un ego-trip. La gente que entra en la psicología junguiana o en la arquetipal en su mayoría se siente atraída por ella porque esperan que les proporcione consuelo para su profundo descontento con el mundo moderno, con las enormes exigencias intelectuales que plantea a cualquiera que participe en él, con la abstracción de la vida moderna, su vacío religioso y metafísico; y porque en segundo lugar puede ofrecer significado, un tipo de sistema de creencias, una ideología, y servir así como un sustito de religión; y en tercer lugar puede ofrecer todo ésto inmediatamente, sin mayor alharaca, porque se piensa que cada persona ya lleva dentro suyo todos los tesoros deseados. Respecto a este sistema de creencias, uno ni siquiera tiene que someterse a artículos de fe fijos que tuvieran que estudiarse a fin de entenderlos adecuadamente. Y no se tiene que creer realmente en nada, en el sentido de una creencia vinculante con consecuencias prácticas. Al contrario, todo lo que requiere es
(a) experimentarse uno mismo y experimentarse uno mismo o bien
(b) complacerse en imágenes, mitos, símbolos.
En última instancia todo lo que se experimente vale, como vale cualquier imagen, cualquier mito. No hay criterios de verdad. No se requiere trabajo duro, ni disciplina, ni inteligencia. Bellas imágenes y algunos mantras toman el lugar del pensamiento. Una tierra intelectual de Cocaína que vuelve rápidamente disponible el significado mientras uno duerme (¡los sueños!) y que, para la mente en vigilia, tiene en reserva mucha comida-rápida (fast-food) intelectual y comida sentimental para bebés. Este tipo de psicología abastece las necesidades emocionales e ideológicas de las gentes.”
PS: El fragmento anterior ha sido recibido con disgusto y con comentarios despectivos por supuestos "psicólogos analíticos" que, sin embargo, no han sido capaces de ofrecer un sólo argumento para objetar la descripción de Giegerich. Esa misma carencia de argumentos contribuye al estado lamentable de la psicología y a su inexorable desaparición.
viernes, 20 de mayo de 2011
El universal individual

“Un momento histórico tiene su verdad implícita, y el papel de la filosofía es hacer explícita esa verdad. La filosofía no es sino el espíritu de su tiempo expresado en conceptos. El concepto tiene que ver con la verdad, es concebir la verdad, concebir la verdad de una etapa, o la verdad de un momento histórico. ¿Qué diferencia habría entre la filosofía y la historia? Que la filosofía cuenta lo que la historia dice implícitamente en los hechos. La filosofía se produce por la actividad de muchos individuos, pero en la filosofía no cuenta el individuo, sólo cuenta la verdad. Un individuo entra en la filosofía sólo en la medida en que ese individuo, en tanto que filósofo y no que individuo particular, se ha elevado a lo universal. Pensar es permitir que a través del pensamiento se exprese el pensamiento viviente en la historia.
Es como el artista. En la obra de arte a través del artista se expresa también la verdad de un tiempo. ¿Pero quién es el artista? ¿Cualquiera que ponga pintura en una tela es un artista, cualquiera que combine sonidos es un artista, cualquier arquitecto es un artista? ¿Una novela best seller es expresión de la verdad de su tiempo, como el Fausto de Goethe por ejemplo, o el Don Quijote o el Ulises o El guardián en el centeno?
En realidad a la obra ni siquiera la pare el autor. La obra la elaboran el autor y todo el espíritu de su tiempo. La obra, si es una gran obra (magnum opus) , nunca es expresión de un individuo particular. La obra ha surgido del espíritu del tiempo y del individuo a través del cual ese espíritu encuentra su vocero. La obra es producto de un nivel cultural, de un nivel de desarrollo de la conciencia. En realidad la obra es expresión de la conciencia misma, de la conciencia de ese tiempo.
Para el espíritu el individuo como individuo particular no cuenta, cuenta como individuo universal. Y el individuo universal y el espíritu son los mismo. Por lo tanto, es un error pensar que la obra es la obra de su autor. Es la obra de su autor y de su tiempo y de su medio y del estilo de pensamiento al que el autor -aún sin reconocerlo- pertenece y se expresa en él. Un filósofo no crea su filosofía, la filosofía se expresa a través de un pensador y de todo el ambiente de su época, y en realidad se expresa como respuesta a los problemas que la misma filosofía había dejado abiertos.
El concepto de individuo universal no es el concepto de individuo que tenemos nosotros, el individuo aislado y abstracto que produce algo que es genial y que aparentemente salió como un hongo de la nada; no, es a través del artista que el espíritu de su tiempo y los problemas de su tiempo se expresan. Por lo tanto, no se puede separar al individuo de su momento histórico, de su ambiente cultural, de las cuestiones que bullían en el aire para el cual el creador tiene antenas que le permiten -incluso sin que él se de cuenta- dar voz a eso que no es de él. Él pone su sello individual, pero eso es parte de la creación, la obra se crea a través del creador.” (…)
Para leer el texto completo de esta transcripción por Ale Bica de la última clase del curso Hegel y la psico-logía, dada por E. Eskenazi en julio de 2010, picar aquí
domingo, 1 de mayo de 2011
Jung hablando de la pobreza de símbolos

Acabo de colgar en la web del Centro, con el amable permiso de Ale Bica que lo publicó en su blog, aquél fragmento de las Obras Completas de Jung, vol. 9/1 en el que, entre otras cosas, Jung escribe:
En sí, no hay nada que objetar a esto. Nadie obligó a los romanos a importar cultos asiáticos como artículo de consumo de masas. Si los pueblos germánicos hubiesen sentido una aversión verdaderamente visceral hacia ese cristianismo "ajeno a la raza", hubieran podido desprenderse fácilmente de él cuando ya había decaído el prestigio de las legiones romanas. Sin embargo permaneció, porque corresponde a la base arquetípica existente. Pero en el transcurso de los siglos se convirtió en algo que hubiese asombrado, y no poco, a su fundador, si éste hubiese podido verlo; y también podría dar lugar a alguna reflexión histórica el género de cristianismo que profesan los negros y los indios de América. ¿Por qué entonces no va a asimilar Occidente formas orientales? Los romanos también iban a Eleusis, a Samotracia y a Egipto para los ritos iniciáticos. En Egipto parece que hubo incluso un auténtico turismo de este género.
Los dioses de Grecia y Roma sucumbieron, víctimas de la misma enfermedad que nuestros símbolos cristianos: tanto entonces como ahora descubrieron los hombres que para ellos carecían de contenido. En cambio, los dioses extraños aún tenían un mana no agotado. Sus nombres eran raros e ininteligibles, y lo que hacían, de una sugerente oscuridad, muy distinto de la tan manida "crónica escandalosa" del Olimpo. Aquellos símbolos asiáticos, en cualquier caso, no se comprendían y por eso no eran banales como los dioses tradicionales. Pero el hecho de adoptar lo nuevo de un modo tan irreflexivo como se había desechado lo viejo no constituyó por entonces un problema.
¿Es un problema hoy? Símbolos acabados, surgidos en tierra exótica, empapados de sangre ajena, hablados en lenguas ajenas, alimentados de cultura ajena, transmitidos a lo largo de una historia ajena, ¿podemos vestirnos de ellos como nos ponemos un vestido nuevo? ¿Un mendigo que se envuelve en una túnica real? ¿Un rey que se disfraza de mendigo? Posible es, sin duda. ¿O hay en nosotros, en algún sitio, una orden de no hacer mascaradas sino tal vez incluso confeccionar nuestra propia túnica?”
Puede leerse el fragmento completo picando aquí
lunes, 25 de abril de 2011
Wolfgang Giegerich y la psicología “junguiana” hoy

Acabo de colgar en la web del Centro un artículo con referencias de W. Giegerich al estado la psicología analítica, hoy. Las críticas de Giegerich son precisas y certeras, a pesar de que sean recibidas de manera "personal". Pues como dice el autor en el artículo: “en el mundo de la mente (en contraste con el narcisismo de la personalidad del ego), la crítica siempre es constructiva”.
viernes, 8 de abril de 2011
Greg Mogenson: La presuposición tautológica

Traducción de Enrique Eskenazi
Agradezco al autor su amable permiso para traducir y publicar este artículo
Introducida en nuestra literatura por Giegerich (1), la presuposición tautológica es un recurso heurístico que pone la definición de verdad de Hegel, como la identidad de la identidad y la diferencia, en los términos operacionales de una praxis incluso en tanto habilita reflexivamente al intérprete para “ver a través” de la exterioridad e inmediatez sensorial de la forma representacional de los mitos, cuentos de hadas, sueños y otros productos culturales de modo que la sola situación o verdad anímica que expresan pueda conocerse desde dentro.
Como implica la etimología de la palabra, la interpretación según este modo es cuestión de “decir” (légein) “lo mismo” (tauton), esto es, de discernir, en caracteres muy diferentes e incluso opuestos, la mismidad que matizan como momentos internos el uno del otro.
Considérese por ejemplo un sueño en el cual la figura del soñador es acosada por un asesino. Una primera reacción posible a tal sueño podría ser tomarlo literalmente sobre el modelo de un acontecimiento semejante en la vida real. Esto, sin embargo, no nos llevaría demasiado lejos. La vida real es un mundo de entes existentes en relaciones externas -que es lo que en primer lugar hace posible un acto como el asesinato. El sueño, al contrario, es un drama interior de figuras imaginales que se reflejan la una en la otra de una manera que tiene significación alegórica. El asesino del sueño, lejos de ser una entidad externa, independiente y auto-idéntica, es una figura mental esencial para la descripción de la verdad que presenta el sueño. Es el propio asesino del yo-del-ensueño o, rindiendo tributo a la sustancia nocional que ambos describen, podríamos incluso decir “el verdadero asesino”.
Lo mismo ocurre con las figuras en un cuento de hadas o en un mito. Barbazul no es un otro exterior con respecto a la doncella a la que espanta (2). Ni lo es Hades para Perséfone. Más bien, como aquellas manos en el dibujo de M. C. Escher que se dibujan a sí mismas, ambas son figuras mutuamente constituyentes, cuyas relaciones entre sí, lejos de ser como las relaciones de la gente separada y distinta en el mundo social, son como las relaciones que las letras tienen en la formación de una palabra, o la que tienen las palabras en la formación de una frase. Por muy embarulladas que puedan parecer al intérprete que aún no distingue el bosque de los árboles, sólo leyéndolas al modo de “decir lo mismo” de la presuposición tautológica podemos profundizar en lo que implican con respecto a la consciencia y lo que muestran con respecto a la vida del alma. Y aquí podemos recordar una frase de Giegerich que expresa sucintamente la presuposición tautológica en la forma de un dicho: “Pero para la psicología no hay Otro. O el Otro que hay es el propio otro “del alma”, su otro interno, es decir, ella misma en tanto que otro” (3)
La presuposición tautológica viene nuevamente en nuestra ayuda al considerar el significado de los desarrollos de la trama y los cambios de escena. Aquí, como antes, no se trata de relaciones externas, es decir, de una situación que pasa a otra. Pues cuando se las reflexiona tautológicamente en la mismidad que matizan, lo que la mente imaginativa ha representado diversamente como acontecimientos subsiguientes y como cambios de escena puede verse como el sacar a la luz las implicaciones inherentes de la única situación que ha estado operativa desde el comienzo.
Greg Mogenson
Notas
(1) W. Giegerich, The Soul’s Logical Life: Towards a Rigorous Notion of Psychology (Frankfurt am Main: Peter LANG, 1998), PP. 119-123. Para un ejemplo exhaustivo del uso interpretativo de la presuposición tautológica, ver el capítulo 6 de este libro.
(2) W. Giegerich, “The Animus as Negation and as the Soul’s Own Other. The Soul’s Threefold Stance toward Its Experience of Its Other”, en Soul-Violence, Collected English Papers, vol. III, pp. 111-167.
(3) W. Giegerich, D.L. Miller, G. Mogenson, Dialectics and Analytical Psychology: The El Capitan Canyon Seminar (New Orleans: Spring Journal Books, 2005), p. 26. Para ejemplos del uso interpretativo de la presuposición tautológica, ver los capítulos 1 y 2 de este libro.
sábado, 2 de abril de 2011
W. Giegerich y la psicología analítica, hoy
Fragmento de la Respuesta a las Respuestas de Mogenson, Miller, Beebe y Pulver, 2004.
Wolfgang Giegerich
Traducción Alejandro Bica
Mi propósito no es, por supuesto, dejar atrás a Jung, sino avanzar en nuestra comprensión de la lógica interna y del origen de la tradición del pensamiento a la que pertenecemos. Y cuando Beebe hace esta maravillosa afirmación, “siento que nada le hubiera gustado más a Jung que saber que su psicología sería soñada aún más, hasta el momento en que él ya no fuera necesario, y que la consciencia y el conocimiento le hubieran reemplazado”, Beebe no sólo le atribuye -y creo que adecuadamente- un noble espíritu a Jung, sino que también despliega su propio noble pensamiento y sabiduría psicológica. Porque ciertamente: lo que está en juego es la consciencia y no la persona.
La advertencia de Beebe en contra de saltar a la conclusión sobre el fundamento de mi trabajo, “que la práctica del análisis junguiano ha perdido su raison d’être y que a partir de ahora sólo puede ser un anacronismo” está tan justificada como cuando se pregunta acerca de “cuánto del pensamiento de Jung preferiría Giegecich que conservasen sus lectores”. Aunque no deseo expresar ninguna preferencia sobre las opciones intelectuales de mis lectores, algunos comentarios de lo que deseo, o necesito, pueden tener lugar. Excluí deliberadamente de mi artículo un debate de los logros duraderos de Jung. En primer lugar, su propósito no había sido una valoración equilibrada del proyecto de la psicología de Jung en su conjunto, sino solamente una discusión de su psicología “a la luz de la cuestión del significado”. En segundo lugar, incluyendo una discusión de los logros positivos de Jung podría haber apoyado la idea errónea de que una crítica es algo tan terrible que exigiría consuelo inmediato. Pero en el mundo de la mente (en contraste con el narcisismo de la personalidad del ego), la crítica siempre es constructiva. En tercer lugar, esto podría haber creado la impresión de que no estaba dispuesto a hacerme cargo de mi implacable crítica de este aspecto de la psicología de Jung que yo soy, y que quería demostrar que soy un "buen" junguiano, después de todo. La crítica y la alabanza no deben verse compensadas entre sí, porque entonces cada una de ellas neutralizaría a la otra, en lugar de convivir cada una en su propio derecho y con toda su fuerza.
Lo que valoro por encima de todo entre los logros de Jung (aparte de la multitud de sus maravillosas intuiciones psicológicas acerca de los fenómenos individuales) es (1) que tuvo, y que basó su psicología sobre una noción muy clara del alma como una realidad de propio derecho (en contraste a la idea de “la psique del ser humano”), (2) que sabía que la psicología tenía que interesarse en los contenidos, en la sustancia, y no meramente en mecanismos y relaciones formales, (3) que se dio cuenta de que “sin historia no puede haber psicología”, y que dentro de su entendimiento de la profundidad arquetipal de los símbolos abrió el camino para una arqueología del alma, (4) que en el individuo y en la sala de consulta sólo puede verse un aspecto menor de la plena realidad del alma y de que la neurosis personal es mucho más que un problema de una persona particular, y (5) que su idea y su obra como terapeuta estaban informados por un verdadero sentido y compromiso por el Singular (el individuum ineffabile), tanto con respecto a las personas como a cada momento (en contraste con la usual abstracción de “casos”, “historias de casos“, “diagnósticos clínicos”, “técnicas que hay que aplicar”, etc.) Lo que implican todos estos puntos -absolutamente notables y, en su tiempo únicos- requeriría una larga discusión. Puesto que Beebe ha mencionado particularmente “la práctica del análisis junguiano", simplemente quiero afirmar aquí, que es precisamente cuando uno se ve libre de la pesada carga de tener que encontrar “significado” (lo cual es finalmente la carga de tener que “salvar al mundo”), el trabajo con pacientes individuales puede ser profundamente gratificante y excitante y con un poco de suerte llegar a un punto donde el paciente puede comenzar a llevar una vida personal significativa.
El análisis de Beebe de la relación de Jung y Hegel en términos de función función/intuitiva pensamiento extravertido-introvertido es, sin duda instructiva. Pero realmente me alegra cuando va más allá de las categorías tipológicas, recordando al lector que para mí el pensamiento no es una función de la conciencia (en el sentido de la tipología de Jung). El peligro de aplicar las actitudes tipológicas y las funciones junguianas a los argumentos (psicológicos, teológicos, filosóficos, etc.) es que tiende a colocar a cada uno de los que discuten, por así decirlo, en su propio planeta separado, de manera que en lugar de encontrarse (y posiblemente de entrar en conflicto) las mentes, tenemos distintas visiones encapsuladas dentro de sí mismas e incapaces de entrar en contacto la una con la otra.
Así como por otra parte me gustaría mencionar aquí que en la cita “sin embargo, Jung desarrolló en su ensayo sobre la función trascendente algo que se parece mucho a la dialéctica de Hegel”, las palabras “se parece” debieran tomarse como refiriéndose a la “mera apariencia” en el sentido de una ilusión. Beebe puedo haber hecho este comentario, en el fondo de su mente, con un artículo publicado por un junguiano hace unos años, un artículo que pretendía demostrar que la “función trascendente” de Jung y el (como se llamaba) “modelo dialéctico” (!) de Hegel eran de hecho paralelos, pero en realidad ha demostrado una falta de comprensión del pensamiento hegeliano. Sin duda, el esquema mecánico de tesis-antítesis-síntesis es un cliché repetido a menudo, pero eso no es Hegel, quién por el contrario piensa en términos de “mediación” y “sublación” (Vermittlung y Aufhebung).
Me hace especialmente feliz que Beebe se de cuenta y tenga “confianza [percibiendo el sentido del pensamiento de mi artículo] en el proceso del pensamiento que deshace sus propios momentos que le impedirían el pensamiento psicológico”. Uno podría decir que esta es la confianza del “alquimista” en mí.
Pero ¡ay! Como un observador de lo que hoy está ocurriendo, he de admitir que esta confianza mía es una confianza ante la desesperación. ¿Es que hay todavía alguna oportunidad para la psicología analítica? ¿Siguen siendo el pensamiento, la mente, el alma de la psicología analítica, o acaso nuestro campo (que sin duda ya está en el negocio de vender “alma”) ha perdido su propia alma -“desperdiciando [su] herencia psicológica”? Ciertamente, no todos en la psicología tienen que ser pensadores serios. Uno puede ser un buen practicante sin tener que ser un intelectual. ¿Pero qué significa para un campo si no valora el intelecto, ni considera como su preocupación fundamental producir una nueva generación de intelectuales? ¿Cuánto puede valer y sostenerse como tal campo antes de tener que echárselo a los perros, si carece de ideas intelectuales?
¿Y acaso la psicología analítica no se ha vendido en el mercado a la popularidad? ¿No ha descendido hasta llegar a ser nada más que un proveedor de servicios, un proveedor de servicios de salud, por un lado, y por el otro, de la gratificación de las necesidades emocionales y “espirituales” (las necesidades del ego)? Si uno mira lo que están publicando los junguianos en general y lo que se enseña en los institutos de formación junguiana, uno se ve impresionado por la mezcolanza sincretística de ideas y técnicas que brotan de todo tipo de fuentes heterogéneas. Pareciera que casi todo vale y da lo mismo. Y cualquiera que tenga una licencia como analista se siente autorizado a dar opiniones, que son como libres asociaciones sobre lo que se le antoje. ¿Dónde está la autoridad interior del campo que pudiera darle su medida y su identidad, una autoridad que sería el equivalente de lo que en la vida moral del individuo se llama conciencia? Parece que hoy sólo hay tres autoridades que rigen en el campo de la psicología analítica, y todas las cuales son falsas. Está en el campo de la psicología analítica la autoridad de Jung y lo que enseñó (el concepto dogmático de autoridad), está la autoridad de “lo que vende” (lo que vende tanto en el mercado o lo que vende tanto para el junguiano individual personalmente), y luego está desde afuera la autoridad burocrática de las normas legales y los reglamentos de las sociedades de profesionales, la autoridad de los requerimientos mecánicos de “cualidad de material” o de planes ciegos de evaluación, o de revisiones de colegas, de comités éticos, etc. Esta tercera forma de autoridad no se limita a la psicología; por el contrario, su extensión es poderosa, e incluso abrumadora en la sociedad a gran escala, una tendencia que por un lado aspira a minar sistemáticamente toda responsabilidad personal ética e intelectual, y por el otro lado, el respeto por la mente, y a reemplazarlos a ambos con mecanismos estandarizados de control, en otras palabras: es la victoria final del fascismo, no en una forma cruda y literal, sino en una forma refinada, sublimada. Ciertamente, hay motivos para desesperar.
Pero entonces, teniendo en cuenta la naturaleza de las respuestas de alto nivel que se han dado a mi ensayo y de la recepción que obtengo a partir de esta revista y de su editor, también puedo decir que mi confianza mencionada en el proceso del pensamiento se sigue alimentando.
W. Giegerich