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miércoles, 12 de octubre de 2011

La Psicología y lo Otro

Transcripción por Alejandro Bica de algunos fragmentos de la Introducción a "Soul Violence (Collected English Papers)" de Wolfgang Giegerich, leídos y comentados en el curso Psicología y Verdad dado por Enrique Eskenazi. Comentarios de Enrique Eskenazi entre corchetes.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Heidegger: Pensamiento & Verdad- Clase 5


Picando este enlace puede escucharse la última clase del curso "Heidegger: Pensamiento & verdad" en el que se tratan temas como qué sea pensar, pensamiento reflexivo meditativo y pensamiento calculdor, la esencia de la tecnología y otros tantos


martes, 6 de septiembre de 2011

heidegger: Pensamiento y verdad- Primera conferencia

La primera clase del curso "Heidegger: Psicología y Verdad", puede escucharse picando aquí.

Esta clase es una introducción a la problemática de Ser y Tiempo, la obra que en 1927 colocó a Heidegger en el centro del panorama filosófico.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Heidegger: Pensamiento y verdad


A partir del martes 6 de septiembre, nuevo curso sobre Heidegger: Pensamiento y Verdad

El gran psicólogo Wolfgang Giegerich ha escrito con agudeza:

“En esta era es precisamente la psicología la que tiene la tarea de proporcionar un asilo para una presencia real de la noción de verdad. Todo lo demás parece haber abandonado la verdad: las ciencias por supuesto y por definición, pero también la teología, la psicología personalista, el esoterismo New Age, el posmodernismo, el fundamentalismo, incluso el arte y la filosofía, cada uno de modos y aspectos muy diferentes. Debido a que en nuestro mundo se siente dolorosamente la desintegración de todos los valores y la disminución de cohesión social, parece no haber mejor respuesta a esta desintegración que hacer una de dos: 1) o bien refugiarse en posiciones fundamentalistas reaccionarias, sosteniendo estos o aquéllos dogmas muertos cuya previa verdad viviente se sustituye con el propio fanatismo subjetivo, o 2) se intenta revitalizar la disciplina filosófica de la ética, y crear todo tipo de nuevos institutos para la investigación ética, sin advertir que la ética no sirve de nada si no está respaldada y autorizada por una respuesta real a la cuestión de la verdad. Pero esta era no quiere la verdad. Aparte de la ganancia rápida, quiere una avalancha de información, imágenes, estímulos, sentimientos, acontecimientos y por supuesto procesos automatizados. Nuestra era disfruta “deconstruyendo” sistemáticamente toda nuestra tradición metafísica (“logocéntrica”) y nuestra herencia cultural a medida que se desplaza felizmente hacia la “realidad virtual”, que es una realidad que está absolutamente vallada, porque es absolutamente libre de toda verdad.”
(W. Giegerich, La Vida Lógica del Alma)

Alma y verdad son correlativos. Para nosotros esto significa que ser en el alma o lograr percibir psicológicamente equivale a caminar sobre la alfombra de la verdad (Hölderlin) o a “bañarse” en el elemento llamado Verdad como en el tan buscado elixir de la vida de los alquimistas, el aqua permanens”

No basta con tener, abrigar y trabajar con ideas e imágenes. La cuestión de la verdad no es académica. No tiene nada que ver con dogmas y doctrinas (que son defensas contra la verdad, instituciones que pretender volver innecesario el avance hacia lo salvaje); no tiene nada que ver con la llamada “verdad” de las proposiciones. Debe descartarse toda la idea de “la verdad de” los contenidos de conciencia. La verdad en nuestro contexto no es nada positivo, ni siquiera algo como las llamadas “verdades eternas” (que de hecho son las antiguas verdades congeladas de estadios previos del mundo). La verdad es negativamente una forma de ser-en-el-mundo, un estado de la existencia. No es nada que tenga que ser “aceptado” o sobre lo que pueda “dudarse”. Al sentir que tenemos que aceptar (estar de acuerdo) o que podemos dudar, obviamente estamos dentro del espacio vallado de la esfera domesticada, y seguimos preocupados todavía con “contenidos” positivos.

Esquivar la cuestión de la verdad es una defensa, un intento de permanecer a distancia del alma, de quedarse fuera de lo implacablemente salvaje, y de limitarse en cambio a un mero imaginar cosas y contemplar todo el alcance del pandemonio politeísta de imágenes. Ciertamente este tipo de contemplación puede evaluarse como una especie de atisbar y espiar el reino de la “pre-existencia”, pero sólo desde el lado seguro del país del ego. Entonces la psicología se une a la corriente dominante de nuestra civilización que se encamina al ciberespacio y al mundo de multimedia. Pero probablemente el alma no nos dejará huir de esa manera. Si no estamos dispuestos a pagar todo el precio que nos exige respondiendo por la verdad de nuestro imaginar, elevándolo así al nivel del conocimiento y de la Noción, la realidad nos exigirá poderosamente un precio mucho más caro. Nos enseñará -y ya está enseñándonos- cuál es el precio por eliminar la cuestión de la verdad.

La verdad es el punto donde somos llamados a dar un paso adelante y alistarnos -en pro de la profundidad de cada situación real particular en la que nos hallemos, en pro del alma, en pro de la imagen en la que se manifiesta el alma. Cada situación real, cada sueño, cada imagen, viene con la invitación a que le digamos “¡Esto es!”, “hic Rhodus, hic salta”. “¡Esto es!” implica una doble presencia; 1. “Estoy aquí”, reportándome para el servicio, por así decirlo, e poniéndome incondicionalmente en juego. 2. Esta situación en la que estoy tiene, a pesar de como sea, todo lo que necesita (y así también el potencial de su realización) dentro de sí misma. Aquí y ahora, en esta vida mía, en este mundo, ha de estar el sitio de último cumplimiento. Este presente real mío es mi único camino real de entrada a mi paraíso y mi infierno. No hay alternativas, no hay salida. Es esta la actitud que abre lo salvaje para mí y me abre a mí hacia “el hombre total” y para el encuentro con la Verdad como esencia interior de lo salvaje”

Ciertamente, el tema de la verdad parece estar prohibido en nuestra cultura y en nuestro tiempo, a pesar de ser uno de los temas esenciales del pensamiento occidental. Los grandes filósofos se han topado con este tema y lo han afrontado, siendo el último de ellos Martín Heidegger, cuya obra es una reflexión sobre el pensamiento, la verdad, el lenguaje y el ser.

El objetivo del curso es ayudar a entender lo que significa “verdad” cuando se ponen en cuestión los presupuestos del sentido común y se vuelve a descubrir el significado de la verdad (que determina también la no-verdad) como un hacer-verdad y no sólo un "decir".

El curso consistirá en la lectura y comentario de textos escogidos de Heidegger, especialmente:

De la esencia de la verdad (Herder, Barcerlona, 2007)

La doctrina platónica de la verdad (artículo incluido en HITOS, Alianza, Madrid, 2007)

De la esencia de la verdad (artículo incluido en HITOS, Alianza, Madrid, 2007)

De la esencia del fundamento (artículo incluido en HITOS, Alianza, Madrid, 2007)

Problemas fundamentales de la filosofía (ed. Comares, Granada)

Serenidad (ed. del Serbal, Barcelona, 2002)

Del camino al habla (ed. del Serbal, Barcelona, 2002)

La pregunta por la técnica (incluido en Conferencias y Artículos, ed. del Serbal, Barcelona, 2001)

Ciencia y meditación (incluido en Conferencias y Artículos, ed. del Serbal, Barcelona, 2001)

¿Qué quiere decir pensar? (incluido en Conferencias y Artículos, ed. del Serbal, Barcelona, 2001)

Logos. Heráclito, fragmento 5. (incluido en Conferencias y Artículos, ed. del Serbal, Barcelona, 2001)

Aletheia. Heráclito, fragmento 16 (incluido en Conferencias y Artículos, ed. del Serbal, Barcelona, 2001)

¿Qué significa pensar? (ed. Nova, Buenos Aires, 1958)

Como referencia bibliográfica general, es imprescindible la página de Horacio Potel, que incluye muchos de los textos escogidos para este curso:

Heidegger en castellano



miércoles, 1 de junio de 2011

Miseria de la psicología: Inexorable desaparición...


En su interesante artículo sobre la psicología a lo largo del S. XX, incluído en “El legado filosófico y científico del s. XX”(coord. por Manuel Garrido, Luis M. Valdés y Luis Arenas, ed. Cátedra, pp. 821-840), y refiriéndose a las últimas décadas del siglo XX, Julio Seoane alude a “la sólida impresión de que nunca la psicología estuvo tan carente de fundamentación teórica o de conocimiento riguroso, junto con el convencimiento de que tampoco nunca ha tenido tanto éxito y penetración social en todo tipo de instituciones públicas y privadas de la vida social” (p.840)

La psicología se está disgregando en una cantidad de técnicas difusas para resolver “problemas” específicos, en una fragmentación que, como escribe Seoane, “da prioridad a los problemas de urgencia social frente a los desarrollos sistemáticos, y esto hace que aparezcan una multitud de disciplinas o especializaciones con nombres nuevos y fundamentos imprecisos, como la psicología política, la psico-oncología, la psicología de las adicciones, la psicología de la seguridad vial, la psicología de la familia o la psicología de género, unos pocos ejemplos de una serie interminable. Esto produce una fuerte dispersión de los estudios, una endogamia de los investigadores y un olvido generalizado de las fuentes originales de la psicología. La fragmentación va acompañada de una multiplicación exagerada de las revistas, publicaciones, asociaciones.... un consumo con frecuencia inútil de recursos institucionales, humanos y económicos, y el consiguiente deterioro de la calidad intelectual” (p. 837)

¿Qué significa esta carencia de fundamentación teórica, y lo que es aún más problemático, la indiferencia por parte de los psicólogos a todo intento de fundamentación, así como el deterioro de la calidad intelectual?
Posiblemente la muerte de la psicología, “o al menos su disolución como ciencia singular, combinándose con otras disciplinas como la neurofisiología, la lingüística y otras” o acaso “su configuración definitiva como un conjunto heterogéneo de ideas reunido con la finalidad de consumo en una cultura de masas” (p.840)

Esto ocurre también dentro de la llamada “psicología profunda” (que tiene su origen en el psicoanálisis de Freud) y en la “psicología analítica” (la psicología de C. G. Jung). Es importante recordar aquí el comentario de W. Giegerich, uno de los pocos -si no el único- psicólogos preocupados en fundamentar la psicología analítica, cuando escribe:

Como un observador de lo que hoy está ocurriendo, he de admitir que esta confianza mía es una confianza ante la desesperación. ¿Es que hay todavía alguna oportunidad para la psicología analítica? ¿Siguen siendo el pensamiento, la mente, el alma de la psicología analítica, o acaso nuestro campo (que sin duda ya está en el negocio de vender “alma”) ha perdido su propia alma -“desperdiciando [su] herencia psicológica”? Ciertamente, no todos en la psicología tienen que ser pensadores serios. Uno puede ser un buen practicante sin tener que ser un intelectual. ¿Pero qué significa para un campo si no valora el intelecto, ni considera como su preocupación fundamental producir una nueva generación de intelectuales? ¿Cuánto puede valer y sostenerse como tal campo antes de tener que echárselo a los perros, si carece de ideas intelectuales?


¿Y acaso la psicología analítica no se ha vendido en el mercado a la popularidad? ¿No ha descendido hasta llegar a ser nada más que un proveedor de servicios, un proveedor de servicios de salud, por un lado, y por el otro, de la gratificación de las necesidades emocionales y “espirituales” (las necesidades del ego)? Si uno mira lo que están publicando los junguianos en general y lo que se enseña en los institutos de formación junguiana, uno se ve impresionado por la mezcolanza sincretista de ideas y técnicas que brotan de todo tipo de fuentes heterogéneas. Pareciera que casi todo vale y da lo mismo. Y cualquiera que tenga una licencia como analista se siente autorizado a dar opiniones, que son como libres asociaciones sobre lo que se le antoje. ¿Dónde está la autoridad interior del campo que pudiera darle su medida y su identidad, una autoridad que sería el equivalente de lo que en la vida moral del individuo se llama conciencia? Parece que hoy sólo hay tres autoridades que rigen en el campo de la psicología analítica, y todas las cuales son falsas. Está en el campo de la psicología analítica la autoridad de Jung y lo que enseñó (el concepto dogmático de autoridad), está la autoridad de “lo que vende” (lo que vende tanto en el mercado o lo que vende tanto para el junguiano individual personalmente), y luego está desde afuera la autoridad burocrática de las normas legales y los reglamentos de las sociedades de profesionales, la autoridad de los requerimientos mecánicos de “cualidad de material” o de planes ciegos de evaluación, o de revisiones de colegas, de comités éticos, etc. Esta tercera forma de autoridad no se limita a la psicología; por el contrario, su extensión es poderosa, e incluso abrumadora en la sociedad a gran escala, una tendencia que por un lado aspira a minar sistemáticamente toda responsabilidad personal ética e intelectual, y por el otro lado, el respeto por la mente, y a reemplazarlos a ambos con mecanismos estandarizados de control, en otras palabras: es la victoria final del fascismo, no en una forma cruda y literal, sino en una forma refinada, sublimada. Ciertamente, hay motivos para desesperar.
Pero entonces, teniendo en cuenta la naturaleza de las respuestas de alto nivel que se han dado a mi ensayo y de la recepción que obtengo a partir de esta revista y de su editor, también puedo decir que mi confianza mencionada en el proceso del pensamiento se sigue alimentando.”


Y en un artículo de su libro recientemente publicado (
“The Soul Always Thinks", vol. 4 Collected English Papers - "El Alma Piensa Siempre", vol. 4 de los Artículos en Inglés Reunidos”), Wolfgang Giegerich escribe:

“El problema surge cuando lo que es (también) inherente en la lógica de la psicología, es decir su carácter confesional “subjetivo” se toma como una licencia para que el ego se gratifique en su subjetividad con todas sus idiosincrasias, defectos, y necesidades y deseos personales. Yo diría que este problema es el estado normal de la situación de la psicología junguiana. Para aquellos que se vuelven o son junguianos, la psicología usualmente está al servicio del propósito de autogratificación, autocomplacencia. Es un ego-trip. La gente que entra en la psicología junguiana o en la arquetipal en su mayoría se siente atraída por ella porque esperan que les proporcione consuelo para su profundo descontento con el mundo moderno, con las enormes exigencias intelectuales que plantea a cualquiera que participe en él, con la abstracción de la vida moderna, su vacío religioso y metafísico; y porque en segundo lugar puede ofrecer significado, un tipo de sistema de creencias, una ideología, y servir así como un sustito de religión; y en tercer lugar puede ofrecer todo ésto inmediatamente, sin mayor alharaca, porque se piensa que cada persona ya lleva dentro suyo todos los tesoros deseados. Respecto a este sistema de creencias, uno ni siquiera tiene que someterse a artículos de fe fijos que tuvieran que estudiarse a fin de entenderlos adecuadamente. Y no se tiene que creer realmente en nada, en el sentido de una creencia vinculante con consecuencias prácticas. Al contrario, todo lo que requiere es

(a) experimentarse uno mismo y experimentarse uno mismo o bien

(b) complacerse en imágenes, mitos, símbolos.

En última instancia todo lo que se experimente vale, como vale cualquier imagen, cualquier mito. No hay criterios de verdad. No se requiere trabajo duro, ni disciplina, ni inteligencia. Bellas imágenes y algunos mantras toman el lugar del pensamiento. Una tierra intelectual de Cocaína que vuelve rápidamente disponible el significado mientras uno duerme (¡los sueños!) y que, para la mente en vigilia, tiene en reserva mucha comida-rápida (fast-food) intelectual y comida sentimental para bebés. Este tipo de psicología abastece las necesidades emocionales e ideológicas de las gentes.”

PS: El fragmento anterior ha sido recibido con disgusto y con comentarios despectivos por supuestos "psicólogos analíticos" que, sin embargo, no han sido capaces de ofrecer un sólo argumento para objetar la descripción de Giegerich. Esa misma carencia de argumentos contribuye al estado lamentable de la psicología y a su inexorable desaparición.

lunes, 30 de mayo de 2011

Nietzsche: El viajero y su sombra

Este fue el post que colgué el 19 de febrero en este blog, y que vale la pena recordar.

NIETZSCHE: “El viajero y su sombra”
Prólogo de 1886

Aquí se debe mantener el equilibrio frente a la vida, la serenidad e incluso el reconocimiento a la vida; aquí domina una voluntad severa, altiva, siempre alerta, constantemente irritable, una voluntad que se ha impuesto la tarea de defender la vida contra el sufrimiento y de extirpar todas las conclusiones que nacen como hongos venenosos en el suelo del sufrimiento, de la decepción, del hastío, del aislamiento y de otros terrenos pantanosos. Un pesimista tal vez encontrase en mis obras indicaciones preciosas para examinarse a sí mismo, pues fue entonces cuando pude arrancarme esta frase: “¡Un hombre que sufre ni siquiera tiene derecho al pesimismo!".
Por ese entonces libraba en mí mismo una lucha penosa y paciente contra la inclinación fundamentalmente anticientífica de todo pesimismo romántico, que quiere transformar unas cuantas experiencias personales en juicios universales, amplificándolas hasta querer condenar al mundo... en una palabra: le di la vuelta a mi mirada... Así me obligué, medico y enfermo a la vez, a un clima del almacontrario a mi alma antigua y no experimentado aún

... Las vida misma nos recompensa de nuestra voluntad obstinada hacia la vida, de esta larga guerra, tal como yo la llevaba entonces, contra el pesimismo de la lasitud; y nos recompensa ya de toda mirada atenta que le lanza nuestro reconocimiento, que no deja escapar ninguna ofrenda de la vida, aunque fuese la más pequeña y la más pasajera. Ella nos da, en cambio, la ofrenda más grande que pueda darse: nos devuelve nuestra tarea.

... Comienzo a pensar y creo cada vez más que mis libros de viaje no fueron escritos para mí sólo, como me parecía a veces... ¿Puedo recomendar especialmente que los tomen en consideración a aquellos que se afligen por un “pasado” y que tienen, por lo demás, suficiente conciencia para sufrir por el espíritu de su pasado? Pero, ante todo, a vosotros que tenéis la tarea más dura, hombres raros, intelectuales y valerosos; vosotros, los más expuestos de todos, que debéis ser la conciencia del alma moderna y, como tales, poseer su ciencia; vosotros en quienes se da cita todo lo que puede haber hoy de enfermedades, venenosas y peligrosas; vosotros cuyo destino es estar más enfermos que cualquier otro individuo porque no sois solamente “individuos”...; vosotros que tenéis el consuelo de conocer el camino de una salud nueva; y ¡ay! de seguir ese camino de una salud de mañana y de pasado mañana
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(6) Contra los imaginativos. El imaginativo niega la verdad ante sí mismo; el mentiroso únicamente ante los demás.

(7) Enemistad contra la luz. Si se le hace comprender a alguien que, en sentido estricto, no se puede hablar nunca de verdad, sino solamente de probabilidad, se ve generalmente, por la alegría no disimulada de aquel a quien así se le instruye, cuánto prefieren los hombres la incertidumbre del horizonte intelectual y cuanto odian, en el fondo de su alma, la verdad a causa de su precisión. ¿Se debe esto a que todos temen secretamente que caiga de una vez sobre ellos la luz de la verdad con demasiada intensidad? ¿Quieren dar a entender algo y, por consiguiente, no se debe saber exactamente lo que son? ¿O bien no es más que el temor a una luz más clara, a la cual su alma de topo, crepuscular y fácil de deslumbrar, no está habituada, de suerte que tiene que odiar esa luz?

(8) Escepticismo cristiano. Ahora se presenta gustosamente a Pilatos, con su pregunta: “¿qué es la verdad?”, como abogado del Cristo, y esto para hacer que se sospeche de todo lo que es conocido y digno de conocerse, hacerlo pasar por apariencia, a fin de poder erigir sobre el horrible fondo de la imposibilidad de saber: ¡la Cruz!

(20) La verdad no tolera otros dioses. La fe en la verdad comienza con la duda respecto a todas las “verdades” en que se ha creído hasta el presente.

(21) Sobre lo que se exige silencio. Si se habla del pensamiento libre como de una expedición en medio de los glaciares y de los mares polares, quienes no quieren embarcarse se ofenden, como si se les reprochase su vacilación o la debilidad de sus piernas. Cuando no nos sentimos a la altura de una cosa difícil, no toleramos que se mencione delante de nosotros.

(33) Querer ser justo y querer ser juez. Hay un error, no sólo en el sentimiento:“yo soy responsable”, sino también en esta oposición: “yo no lo soy, pero es preciso que lo sea alguien”. ¡Mas esto no es cierto! Es preciso pues que el filósofo diga, como el Cristo: “¡No juzguéis!” Y la última distinción entre los cerebros filosóficos y los demás sería que los primeros quieren ser justos, mientras que los segundos quieren ser jueces.

(37) El engaño en amor. Olvidamos voluntariamente ciertas cosas de nuestro pasado, las desechamos de la cabeza deliberadamente; pues tenemos el deseo de ver la imagen que refleja nuestro pasado, mentirnos a nosotros mismos y halagarnos; trabajamos incesantemente en este engaño a nosotros mismos. Y creeréis vosotros, los que habláis tanto del "olvido de sí mismo en el amor", del "abandono del yo a otra persona", vosotros que os jactáis de todo esto: ¿creeréis que esto es algo esencialmente diferente? Rompemos el espejo, nos transformamos mediante la imaginación en otra persona a la que admiramos, y gozamos desde ese momento de nuestra nueva imagen, aunque la designemos con el nombre de otra persona, ¿y todo este proceso no sería engaño de sí mismo, egoísmo? ¡Me asombráis! Me parece que quienes se ocultan algo a sí mismo y quienes, en conjunto, se ocultan a sí mismos, se parecen en que cometen un robo al tesoro del conocimiento. De donde es preciso deducir ante qué delito pone en guardia el axioma: "conócete a ti mismo".

(39) Por qué los estupidez se vuelven a menudo perversos. A las objeciones de nuestro adversario, contra las cuales nuestro cerebro se siente demasiado débil, nuestro corazón responde sospechando de los motivos de estas objeciones.

...
Estas son algunas joyas que se encuentran en cuanto se abre El viajero y su sombra de Nietzsche que completa a su Humano, demasiado humano. No tiene desperdicio, y sigue vigente hoy, acaso más que nunca. Un rasgo que destaca a un gran pensador de la gran masa de escritores de moda para consumo masivo, que se olvidan rápidamente y se pasa luego a otra producto de consumo. Nietzsche es demasiado difícil y demasiado indigesto para este tipo de lectores, coleccionistas de "cultura".

jueves, 21 de abril de 2011

Dialéctica y choque de opuestos


Acabo de publicar en la web del Centro un fragmento del libro de W. Giegerich "Dialectics and Analitic Psychology. The El Capitan Canyon Seminar", en el que se explica con claridad la diferencia entre el pensamiento dialéctico y la concepción (junguiana) del "choque de opuestos". Es una transcripción hecha por Ale Bica de la lectura y comentario que hice del texto en el Seminario sobre La Vida Lógica del Alma, hace unos años.
El texto puede leerse picando aqui

viernes, 8 de abril de 2011

Greg Mogenson: La presuposición tautológica

Traducción de Enrique Eskenazi

Agradezco al autor su amable permiso para traducir y publicar este artículo



Introducida en nuestra literatura por Giegerich (1), la presuposición tautológica es un recurso heurístico que pone la definición de verdad de Hegel, como la identidad de la identidad y la diferencia, en los términos operacionales de una praxis incluso en tanto habilita reflexivamente al intérprete para “ver a través” de la exterioridad e inmediatez sensorial de la forma representacional de los mitos, cuentos de hadas, sueños y otros productos culturales de modo que la sola situación o verdad anímica que expresan pueda conocerse desde dentro.

Como implica la etimología de la palabra, la interpretación según este modo es cuestión de “decir” (légein) “lo mismo” (tauton), esto es, de discernir, en caracteres muy diferentes e incluso opuestos, la mismidad que matizan como momentos internos el uno del otro.

Considérese por ejemplo un sueño en el cual la figura del soñador es acosada por un asesino. Una primera reacción posible a tal sueño podría ser tomarlo literalmente sobre el modelo de un acontecimiento semejante en la vida real. Esto, sin embargo, no nos llevaría demasiado lejos. La vida real es un mundo de entes existentes en relaciones externas -que es lo que en primer lugar hace posible un acto como el asesinato. El sueño, al contrario, es un drama interior de figuras imaginales que se reflejan la una en la otra de una manera que tiene significación alegórica. El asesino del sueño, lejos de ser una entidad externa, independiente y auto-idéntica, es una figura mental esencial para la descripción de la verdad que presenta el sueño. Es el propio asesino del yo-del-ensueño o, rindiendo tributo a la sustancia nocional que ambos describen, podríamos incluso decir “el verdadero asesino”.

Lo mismo ocurre con las figuras en un cuento de hadas o en un mito. Barbazul no es un otro exterior con respecto a la doncella a la que espanta (2). Ni lo es Hades para Perséfone. Más bien, como aquellas manos en el dibujo de M. C. Escher que se dibujan a sí mismas, ambas son figuras mutuamente constituyentes, cuyas relaciones entre sí, lejos de ser como las relaciones de la gente separada y distinta en el mundo social, son como las relaciones que las letras tienen en la formación de una palabra, o la que tienen las palabras en la formación de una frase. Por muy embarulladas que puedan parecer al intérprete que aún no distingue el bosque de los árboles, sólo leyéndolas al modo de “decir lo mismo” de la presuposición tautológica podemos profundizar en lo que implican con respecto a la consciencia y lo que muestran con respecto a la vida del alma. Y aquí podemos recordar una frase de Giegerich que expresa sucintamente la presuposición tautológica en la forma de un dicho: “Pero para la psicología no hay Otro. O el Otro que hay es el propio otro “del alma”, su otro interno, es decir, ella misma en tanto que otro” (3)

La presuposición tautológica viene nuevamente en nuestra ayuda al considerar el significado de los desarrollos de la trama y los cambios de escena. Aquí, como antes, no se trata de relaciones externas, es decir, de una situación que pasa a otra. Pues cuando se las reflexiona tautológicamente en la mismidad que matizan, lo que la mente imaginativa ha representado diversamente como acontecimientos subsiguientes y como cambios de escena puede verse como el sacar a la luz las implicaciones inherentes de la única situación que ha estado operativa desde el comienzo.

Greg Mogenson

Notas

(1) W. Giegerich, The Soul’s Logical Life: Towards a Rigorous Notion of Psychology (Frankfurt am Main: Peter LANG, 1998), PP. 119-123. Para un ejemplo exhaustivo del uso interpretativo de la presuposición tautológica, ver el capítulo 6 de este libro.

(2) W. Giegerich, “The Animus as Negation and as the Soul’s Own Other. The Soul’s Threefold Stance toward Its Experience of Its Other”, en Soul-Violence, Collected English Papers, vol. III, pp. 111-167.

(3) W. Giegerich, D.L. Miller, G. Mogenson, Dialectics and Analytical Psychology: The El Capitan Canyon Seminar (New Orleans: Spring Journal Books, 2005), p. 26. Para ejemplos del uso interpretativo de la presuposición tautológica, ver los capítulos 1 y 2 de este libro.

martes, 15 de marzo de 2011

Nietzsche, Heidegger y la Psicología: Una clase


Ya puede escucharse la clase dada por E. Eskenazi el 14 de marzo de 2011 en la Librería, correspondiente al curso “Nietzsche: Psicología y Nihilismo” en la cual, a pedido de los asistentes, se lee y se comenta un artículo de Heidegger tomado de su “Qué significa pensar”

Para escuchar la clase, basta con picar aquí.

sábado, 26 de febrero de 2011

El universal singular y la "irrelevantificación" de W. Giegerich


Acabo de publicar en la Web del Centro Enrique Eskenazi la transcripción que
Ale Bica hizo de una clase del curso "La Vida Lógica del Alma: Psicología Analítica y Dialéctica" en enero de 2009

En ese artículo puede leerse:
"Cada fase tuvo y tiene su momento de verdad. El individuo tiene sus límites. Uno puede decir "aquí termina la historia". Pero no es así. Aquí se acabó él, en todo caso, pero la cosa está en marcha. Donde acabas tú no acaba la conciencia, sólo acabas tú. La conciencia está muchísimo más allá que tú. Uno puede ponerse a la altura de la consciencia, pero no crearla, pues ya está creada a pesar de uno. Es uno el que tiene que llegar a donde ya está la cosa. Hegel, decía: "el ave de Minerva vuela al atardecer." Minerva es Atenea, la diosa de la sabiduría, el símbolo de la filosofía y su ave es la lechuza. De ahí que la lechuza sea tradicionalmente el símbolo del pensamiento filosófico, porque ve en la oscuridad. Siendo la Sabiduría la consciencia, ésta llega siempre tarde. Es darse cuenta de lo que ya está pasando. Ser consciente no es crear algo que no había, sino más bien que vuelva a casa lo que ya está, pero sin ser aún reconocido. La realidad opera independientemente de la consciencia individual. Es la consciencia individual la que puede llegar hasta donde está la acción. El momento en que se explicita, y por lo tanto se hace consciente, no es el momento en que ocurre. La conciencia siempre llega después. Sin embargo, llega después y es posible que llegue porque se ha producido. Pero el que se haya producido y no haya llegado todavía a la consciencia imposibilita la transición hacia nuevas etapas. Es decir: el comienzo de una nueva etapa de comprensión sólo es posible cuando la consciencia ha ido llegando a la etapa en que ya se está. Justo en ese momento, comienza a haber la nueva etapa, aquella que la consciencia no advertía. Es como la transición de la consciencia de la persona concreta al mundo o a la consciencia colectiva. Es como un ponerse al día.

Por ejemplo: en la vida personal puede que la estructura lógica en la que uno se mueve haya ya trascendido las necesidades de la niñez, pero puede que el ego se haya quedado anclado en estadios infantiles. Puede que uno siga queriendo jugar a la pelota y que se sienta culpable y que tenga que hacer un esfuerzo para jugar a la pelota como antes, cuando no le costaba ningún esfuerzo, y que se niegue y viva conflictivamente aquello que espontáneamente se está dando en él.

Otro ejemplo es el de la emergencia de la sexualidad, que tampoco es un acto voluntario, que tampoco es producto de ninguna decisión ni de ninguna preparación. Llega un momento en que el deseo se dispara y actúa, y actúa más allá del yo. Pero es el "yo" el que tiene que conquistar conscientemente esto que ya está ocurriendo a pesar del yo.

La característica del ser humano no es ser un ser natural que puede vivir las cosas en un supuesto estadio natural, lo que los alquimistas llamaban unio naturalis. Para el ser humano la cosa existe (deviene efectiva, real) en el momento en que se hace consciente. Por eso somos primariamente, primordialmente, hijos de la consciencia. Incluso lo que llamamos cuerpo en uno, es vivido a través de la consciencia. Por lo tanto, la sexualidad en el ser humano, jamás es un fenómeno natural. No es que primero sea natural. Siempre es la conquista que hace la consciencia de un proceso en el cual ya se está involucrado, pero en tanto que aún no es consciente, es un mero hecho externo, no es "alma". Es mediante la apropiación por parte de la consciencia que deviene psicológico y por ello "real"."

Para consultar el artículo basta con picar aquí

jueves, 24 de febrero de 2011

El Cristianismo como fenómeno psicológico: clase del 23 de febrero 2011


En esta clase dada por E. Eskenazi el 23 de febrero en la Librería Sto. Domingo, Barcelona, como parte del curso "El cristianismo como fenómeno psicológico", se continúa con la lectura y comentario del artículo de W. Giegerich, publicado en 1983, "El entierro del alma en la civilización tecnológica". Giegerich argumenta aquí que la tecnología es la verdadera religio del Occidente cristiano, la expresión de lo que Jung llamara vida simbólica: una vida espiritual autónoma que exige y convoca al ser humano a fin de volverse real.
La clase puede escucharse picando aquí.



sábado, 19 de febrero de 2011

Nietzsche: El viajero y su sombra


Prólogo de 1886

Aquí se debe mantener el equilibrio frente a la vida, la serenidad e incluso el reconocimiento a la vida; aquí domina una voluntad severa, altiva, siempre alerta, constantemente irritable, una voluntad que se ha impuesto la tarea de defender la vida contra el sufrimiento y de extirpar todas las conclusiones que nacen como hongos venenosos en el suelo del sufrimiento, de la decepción, del hastío, del aislamiento y de otros terrenos pantanosos. Un pesimista tal vez encontrase en mis obras indicaciones preciosas para examinarse a sí mismo, pues fue entonces cuando pude arrancarme esta frase: “¡Un hombre que sufre ni siquiera tiene
derecho al pesimismo!".
Por ese entonces libraba en mí mismo una lucha penosa y paciente contra la inclinación fundamentalmente anticientífica de todo pesimismo romántico, que quiere transformar unas cuantas experiencias personales en juicios universales, amplificándolas hasta querer condenar al mundo... en una palabra: le di la vuelta a mi mirada... Así me obligué, medico y enfermo a la vez, a un clima del alma contrario a mi alma antigua y no experimentado aún

... Las vida misma nos recompensa de nuestra voluntad obstinada hacia la vida, de esta larga guerra, tal como yo la llevaba entonces, contra el pesimismo de la lasitud; y nos recompensa ya de toda mirada atenta que le lanza nuestro reconocimiento, que no deja escapar ninguna ofrenda de la vida, aunque fuese la más pequeña y la más pasajera. Ella nos da, en cambio, la ofrenda más grande que pueda darse: nos devuelve nuestra tarea.

... Comienzo a pensar y creo cada vez más que mis libros de viaje no fueron escritos para mí sólo, como me parecía a veces... ¿Puedo recomendar especialmente que los tomen en consideración a aquellos que se afligen por un “pasado” y que tienen, por lo demás, suficiente conciencia para sufrir por el espíritu de su pasado? Pero, ante todo, a vosotros que tenéis la tarea más dura, hombres raros, intelectuales y valerosos; vosotros, los más expuestos de todos, que debéis ser la conciencia del alma moderna y, como tales, poseer su ciencia; vosotros en quienes se da cita todo lo que puede haber hoy de enfermedades, venenosas y peligrosas; vosotros cuyo destino es estar más enfermos que cualquier otro individuo porque no sois solamente “individuos”...; vosotros que tenéis el consuelo de conocer el camino de una salud nueva; y ¡ay! de seguir ese camino de una salud de mañana y de pasado mañana
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(6) Contra los imaginativos. El imaginativo niega la verdad ante sí mismo; el mentiroso únicamente ante los demás.

(7) Enemistad contra la luz. Si se le hace comprender a alguien que, en sentido estricto, no se puede hablar nunca de verdad, sino solamente de probabilidad, se ve generalmente, por la alegría no disimulada de aquel a quien así se le instruye, cuánto prefieren los hombres la incertidumbre del horizonte intelectual y cuanto odian, en el fondo de su alma, la verdad a causa de su precisión. ¿Se debe esto a que todos temen secretamente que caiga de una vez sobre ellos la luz de la verdad con demasiada intensidad? ¿Quieren dar a entender algo y, por consiguiente, no se debe saber exactamente lo que son? ¿O bien no es más que el temor a una luz más clara, a la cual su alma de topo, crepuscular y fácil de deslumbrar, no está habituada, de suerte que tiene que odiar esa luz?

(8) Escepticismo cristiano. Ahora se presenta gustosamente a Pilatos, con su pregunta: “¿qué es la verdad?”, como abogado del Cristo, y esto para hacer que se sospeche de todo lo que es conocido y digno de conocerse, hacerlo pasar por apariencia, a fin de poder erigir sobre el horrible fondo de la imposibilidad de saber: ¡la Cruz!

(20) La verdad no tolera otros dioses. La fe en la verdad comienza con la duda respecto a todas las “verdades” en que se ha creído hasta el presente.

(21) Sobre lo que se exige silencio. Si se habla del pensamiento libre como de una expedición en medio de los glaciares y de los mares polares, quienes no quieren embarcarse se ofenden, como si se les reprochase su vacilación o la debilidad de sus piernas. Cuando no nos sentimos a la altura de una cosa difícil, no toleramos que se mencione delante de nosotros.

(33) Querer ser justo y querer ser juez. Hay un error, no sólo en el sentimiento:“yo soy responsable”, sino también en esta oposición: “yo no lo soy, pero es preciso que lo sea alguien”. ¡Mas esto no es cierto! Es preciso pues que el filósofo diga, como el Cristo: “¡No juzguéis!” Y la última distinción entre los cerebros filosóficos y los demás sería que los primeros quieren ser justos, mientras que los segundos quieren ser jueces.

(37) El engaño en amor. Olvidamos voluntariamente ciertas cosas de nuestro pasado, las desechamos de la cabeza deliberadamente; pues tenemos el deseo de ver la imagen que refleja nuestro pasado, mentirnos a nosotros mismos y halagarnos; trabajamos incesantemente en este engaño a nosotros mismos. Y creeréis vosotros, los que habláis tanto del "olvido de sí mismo en el amor", del "abandono del yo a otra persona", vosotros que os jactáis de todo esto: ¿creeréis que esto es algo esencialmente diferente? Rompemos el espejo, nos transformamos mediante la imaginación en otra persona a la que admiramos, y gozamos desde ese momento de nuestra nueva imagen, aunque la designemos con el nombre de otra persona, ¿y todo este proceso no sería engaño de sí mismo, egoísmo? ¡Me asombráis! Me parece que quienes se ocultan algo a sí mismo y quienes, en conjunto, se ocultan a sí mismos, se parecen en que cometen un robo al tesoro del conocimiento. De donde es preciso deducir ante qué delito pone en guardia el axioma: "conócete a ti mismo".

(39) Por qué los estupidez se vuelven a menudo perversos. A las objeciones de nuestro adversario, contra las cuales nuestro cerebro se siente demasiado débil, nuestro corazón responde sospechando de los motivos de estas objeciones.

...
Estas son algunas joyas que se encuentran en cuanto se abre El viajero y su sombra de Nietzsche que completa a su Humano, demasiado humano. No tiene desperdicio, y sigue vigente hoy, acaso más que nunca. Un rasgo que destaca a un gran pensador de la gran masa de escritores de moda para consumo masivo, que se olvidan rápidamente y se pasa luego a otra producto de consumo. Nietzsche es demasiado difícil y demasiado indigesto para este tipo de lectores, coleccionistas de "cultura".


lunes, 14 de febrero de 2011

Reir o morir: cómo el "pensamiento positivo" engañó a América y al mundo


Excelente crítica del magnífico libro de Barbara Ehrenreich

Jenni Murray aplaude a una demorada demolición de la sugerencia de que el pensamiento positivo es la respuesta a nuestros problemas


por Jenni Murray

The Observer, Domingo 10 Enero 2010


De vez en cuando aparece un libro que repica tanto con tu propio pensamiento, y sin embargo, vuela de forma tan espectacular frente a la filosofía de moda, que llega como un alivio profundamente tranquilizador. Después de leer el libro de Bárbara Ehrenreich : “Sonríe o Muere: Cómo el Pensamiento Positivo ha engañado a América y al Mundo” siento como si pudiera regodearme en el dolor, la tristeza, la decepción o cualquier emoción negativa que llegue de forma natural sin preocuparme por haberme convertido en ese estereotipo terrible, la cascarrabias, la vieja gruñona. En cambio, puedo ser meramente humana: alguien que no tiene que convencerse de que cada rechazo o desastre es una oportunidad de oro para "seguir adelante" de una manera optimista.


Sonríe o Muere: Cómo el Pensamiento Positivo Engañó a América y al Mundo por Barbara Ehrenreich


Ehrenreich llegó a su crítica de la industria de miles de millones de dólares del pensamiento positivo (una marea de libros, DVD, instructores de la vida, entrenadores ejecutivos y oradores de motivación) en circunstancias desgraciadas similares a las que yo tuve. Fue diagnosticada de cáncer de mama y, como yo, se encontró cada vez más incómoda por el lenguaje marcial y la cultura “rosa” que ha llegado a rodear esta enfermedad. Cuando me he encontrado con la brigada de “la actitud positiva te ayudará a luchar y sobrevivir esta experiencia", mi respuesta ha sido protestar en contra del uso del vocabulario militar y preguntar cuán miserable el optimismo de los "sobrevivientes" haría que se sintiera la pobre mujer que se estaba muriendo de cáncer de pecho. Me parecía que una “invasión” de las células de cáncer era una pura lotería. Nadie conoce la causa. Como Ehrenreich dice: "Yo no tenía factores de riesgo conocidos, no hay cáncer de mama en la familia, había tenido a mis bebés relativamente joven y los amamanté a los dos. Comía bien, bebía con moderación, hacía ejercicio y, además, mis pechos eran tan pequeños que imaginé que un bulto o dos podría mejorar mi figura”. (Gracias a Dios, no ha perdido su sentido del humor.)


Ya hacía mucho tiempo que había sospechado que las tasas de mejora de supervivencia para las mujeres que tenían cáncer de mama no tenían absolutamente nada que ver con el “poder” del pensamiento positivo. Pues se esperaba que de las mujeres diagnosticadas entre 2001 y 2006, el 82% sobrevivieran cinco años, en comparación con sólo el 52% diagnosticado 30 años antes. Las cifras pueden relacionarse directamente con el perfeccionamiento de la detección, la mejores técnicas quirúrgicas, una mayor comprensión de los diferentes tipos de cáncer de mama y el desarrollo de tratamientos personalizados. Ehrenreich presenta la prueba de numerosos estudios que demuestran que el pensamiento positivo no tiene ningún efecto sobre las tasas de supervivencia y ofrece los tristes testimonios de mujeres que han sido asoladas por lo que un investigador ha llamado “una carga adicional a un paciente ya devastado”.

Qué pena, por ejemplo, la mujer que escribió al gurú médico mente/cuerpo Deepak Chopra: "A pesar de que sigo los tratamientos, y he llegado lejos descargándome de sentimientos dañinos, he perdonado a todos, he cambiado mi estilo de vida para incluir la meditación, la oración, la dieta adecuada, el ejercicio y los suplementos, el cáncer sigue reproduciéndose. ¿Hay alguna una lección aquí que no entiendo, que hace que continúe apareciendo? Soy positiva y voy a vencerlo, sin embargo, con cada diagnóstico se hace más difícil mantener una actitud positiva."

Como Ehrenreich continúa explicando, las exhortaciones a pensar positivamente (ver el vaso medio lleno, incluso cuando se encuentra hecho pedazos en el suelo) no se limitan a la cultura rosa del cáncer de mama. Ella refiere la susceptibilidad de los Estados Unidos a la filosofía del pensamiento positivo al pasado calvinista del país y muestra cómo, en sus primeros días, una puritana “exigencia de esfuerzo permanente y auto-examen hasta el punto de detestarse a sí mismo” aterrorizaba a niños pequeños y empujaba a “adultos previamente sanos a una condición de retraimiento mórbido, marcado generalmente por enfermedades físicas así como espanto interior”.

Sólo a comienzos del siglo 19 comenzaron a desaparecer las nubes de lobreguez calvinista y comenzó a crecer un nuevo movimiento que llegaría a tener un séquito tan ferviente como había tenido el anterior. Fue la unión de dos pensadores, Phineas Parkhurst Quimby y Mary Baker Eddy, en la década de 1860, que llevó a la formalización de una visión del mundo post-calvinista, conocido como el Movimiento del Nuevo Pensamiento. Se imaginaba un nuevo tipo de Dios que ya no era hostil e indiferente, sino un espíritu omnipotente al que los seres humanos tenían meramente que acceder a fin de controlar del mundo físico.

Las mujeres de clase media encontraron particularmente beneficioso este nuevo estilo de pensamiento, que llegó a ser conocido como las “leyes de la atracción”. Al negárseles toda oportunidad de luchar en el mundo, se habían pasado sus días excluidas de cualquier otro papel que el de recostarse en una hamaca, pero el enfoque del Nuevo Pensamiento y su “terapia de conversación” desarrollada por Quimby abría nuevas e interesantes posibilidades. Mary Baker Eddy, una beneficiaria de la cura, fundó la Ciencia Cristiana. Ehrenreich toma nota de que, si bien este nuevo estilo de pensamiento positivo ayudó aparentemente en la desvalidez o la neurastenia, no tenía efecto alguno sobre las enfermedades como la difteria, la escarlatina, el tifus, la tuberculosis y el cólera - así como hoy no curará el cáncer.

Así el pensamiento positivo, la suposición de que sólo hay que pensar en una cosa o desearla para que esto ocurra, comenzó su rápido ascenso hasta ser influyente. Hoy en día, como muestra Ehrenreich, tiene un enorme impacto en los negocios, la religión y la economía mundial. Describe visitas a las conferencias de oradores motivacionales donde a trabajadores que acaban de ser despedidos y obligados a formar parte de la cultura de contratos a corto plazo se les enseña que un “buen jugador de equipo” es, por definición, “una persona positiva” que “sonríe con frecuencia, no se queja, no es abiertamente criticón y se somete con gratitud a cualquier exigencia del jefe ”. Estas son personas que tienen cada vez menos poder para trazar su propio futuro, pero gracias al pensamiento positivo se les da “una visión del mundo -un sistema de creencias, casi una religión- que les asegura que serían de hecho infinitamente poderosos con tan sólo poder controlar sus propias mentes”.

Y nadie ha sido más vulnerable a la tentación de esta filosofía que los autoproclamados “amos del universo”, los banqueros de Wall Street. Aquellos de nosotros educados en creer que ahorrar, tener una cuenta y vivir con los propios medios era la manera de proceder, y quienes se preguntan cómo diablos se redujo el crédito y ocurrieron los desastres subprime, no necesitan buscar más allá de la cultura que sostiene que el pensamiento positivo permite a cualquiera realizar sus deseos. (O, como dice uno de los títulos de los capítulos del libro de Ehrenreich: “Dios quiere que seas rico”.)

El trabajo de Ehrenreich explica dónde comenzó el culto del individualismo y el impacto devastador que ha tenido en la carencia de responsabilidad colectiva. Debemos, dice, desprendernos de nuestra capacidad de auto-absorción y tomar medidas contra las amenazas a las que nos enfrentamos, sean el cambio climático, los conflictos, la alimentación de los hambrientos, la financiación de la investigación científica o la educación que nutra el pensamiento crítico. Está inquieta por acentuar que “no escribo con un espíritu de amargura o desencanto personal, ni tengo ningún apego romántico al sufrimiento como una fuente de conocimiento o virtud. Por el contrario, me gustaría ver más sonrisas, más risas, más abrazos, más felicidad... y el primer paso es recobrarnos del engaño masivo que es el pensamiento positivo”. Su libro, me parece, es un llamado para el regreso del sentido común y, me temo, en lo que pretende ser una obra de crítica, sólo puedo encontrar cosas positivas que decir al respecto. ¡Maldita sea!

sábado, 12 de febrero de 2011

La huida ante el pensamiento (*)


En su magnífico discurso de 1955, traducido usualmente como “Serenidad” (Gelassenheit), si bien podría acaso traducirse más efectivamente como “Dejidad”, Martin Heidegger habló de “la huida ante el pensamiento” que caracteriza al hombre contemporáneo.

Cito a continuación un largo pasaje de esa conferencia:

“No nos hagamos ilusiones. Todos nosotros, incluso aquellos que, por así decirlo, son profesionales del pensar, todos somos, con mucha frecuencia, pobres de pensamiento (gedanken-arm); estamos todos con demasiada facilidad faltos de pensamiento (gedanken-los). La falta de pensamiento es un huésped inquietante que en el mundo de hoy entra y sale de todas partes. Porque hoy en día se toma noticia de todo por el camino más rápido y económico y se olvida en el mismo instante con la misma rapidez. Así, un acto público sigue a otro. Las celebraciones conmemorativas son cada vez más pobres de pensamiento. Celebración conmemorativa (Gedenkfeier) y falta de pensamiento (Gedankenlosigkeit) se encuentran y concuerdan perfectamente.

Sin embargo, cuando somos faltos de pensamiento no renunciamos a nuestra capacidad de pensar. La usamos incluso necesariamente, aunque de manera extraña, de modo que en la falta de pensamiento dejamos yerma nuestra capacidad de pensar. Con todo, sólo puede ser yermo aquello que en sí es base para el crecimiento, como, por ejemplo, un campo. Una autopista, en la que no crece nada, tampoco puede ser nunca un campo yermo. Del mismo modo que solamente podemos llegar a ser sordos porque somos oyentes y del mismo modo que únicamente llegamos a ser viejos porque éramos jóvenes, por eso mismo también únicamente podemos llegar a ser pobres e incluso faltos de pensamiento porque el hombre, en el fondo de su esencia, posee la capacidad de pensar, «espíritu y entendimiento», y que está destinado y determinado a pensar. Solamente aquello que poseemos con conocimiento o sin él podemos también perderlo o, como se dice, desembarazarnos de ello.

La creciente falta de pensamiento reside así en un proceso que consume la médula misma del hombre contemporáneo: su huida ante el pensar. Esta huida ante el pensar es la razón de la falta de pensamiento. Esta huida ante el pensar va a la par del hecho de que el hombre no la quiere ver ni admitir. El hombre de hoy negará incluso rotundamente esta huida ante el pensar. Afirmará lo contrario. Dirá - y esto con todo derecho - que nunca en ningún momento se han realizado planes tan vastos, estudios tan variados, investigaciones tan apasionadas como hoy en día. Ciertamente. Este esfuerzo de sagacidad y deliberación tiene su utilidad, y grande. Un pensar de este tipo es imprescindible. Pero también sigue siendo cierto que éste es un pensar de tipo peculiar.

Su peculiaridad consiste en que cuando planificamos, investigamos, organizamos una empresa, contamos ya siempre con circunstancias dadas. Las tomamos en cuenta con la calculada intención de unas finalidades determinadas. Contamos de antemano con determinados resultados. Este cálculo caracteriza a todo pensar planificador e investigador. Semejante pensar sigue siendo cálculo aun cuando no opere con números ni ponga en movimiento máquinas de sumar ni calculadoras electrónicas. El pensamiento que cuenta, calcula; calcula posibilidades continuamente nuevas, con perspectivas cada vez más ricas y a la vez más económicas. El pensamiento calculador corre de una suerte a la siguiente, sin detenerse nunca ni pararse a meditar. El pensar calculador no es un pensar meditativo; no es un pensar que piense en pos del sentido que impera en todo cuanto es.

Hay así dos tipos de pensar, cada uno de los cuales es, a su vez y a su manera, justificado y necesario: el pensar calculador y la reflexión meditativa.

Es a esta última a la que nos referimos cuando decimos que el hombre de hoy huye ante el pensar. De todos modos, se replica, la mera reflexión no se percata de que está en las nubes, por encima de la realidad. Pierde pie. No tiene utilidad para acometer los asuntos corrientes. No aporta beneficio a las realizaciones de orden práctico.

Y, se añade finalmente, la mera reflexión, la meditación perseverante, es demasiado «elevada» para el entendimiento común. De esta evasiva sólo es cierto que el pensar meditativo se da tan poco espontáneamente como el pensar calculador. El pensar meditativo exige a veces un esfuerzo superior. Exige un largo entrenamiento. Requiere cuidados aún más delicados que cualquier otro oficio auténtico. Pero también, como el campesino, debe saber esperar a que brote la semilla y llegue a madurar.

Por otra parte, cada uno de nosotros puede, a su modo y dentro de sus límites, seguir los caminos de la reflexión. ¿Por qué? Porque el hombre es el ser pensante, esto es, meditante. Así que no necesitamos de ningún modo una reflexión «elevada». Es suficiente que nos demoremos junto a lo próximo y que meditemos acerca de lo más próximo: acerca de lo que concierne a cada uno de nosotros aquí y ahora; aquí: en este rincón de la tierra natal; ahora: en la hora presente del acontecer mundial”.

Hay una “huida ante el pensar” cuando nos refugiamos en una palabrería (lo que Heidegger en una ocasión llamara
chiaccheria) que no es sino repetición más o menos banal de lo que en su momento fueron ideas, pero que han pasado a ser lugares comunes. También hay una huída ante el pensar cuando ya no re-memoramos sino que damos por supuesto que las imágenes y las palabras son evidentes. Así, dualidades tan usuales como “pensamiento/corazón”, “teoría/práctica”, “masculino/femenino”, “mente/cuerpo”, “proyección/introyección”, “espíritu/materia”, “interior/exterior” , “conciente/inconsciente” y tantas otras suelen darsepor hecho, cuando el único “hecho” que menifiesta su uso es que ya no pensamos, ya no prestamos atención, ya inadvertidamente hemos renunciado a desbrozar el camino y transitarlo, y somos compelidos por una avenida construida hace mucho tiempo (autopistas del pensamento calculador) que echa un velo sobre los temas esenciales.

Esta pobreza de pensamiento se hace presente hoy en todos los ámbitos y, cómo no, también en el de la psicología, que acaso surge como “especialidad” justamente cuando se abandona el pensar y se cae en la inercia de un pensamiento técnico (calculador) que ya da por supuesto lo que es
psique, lo que es “interior”, y lo que es “cuerpo” o “exterior”.

El mismo caso de que demos por supuesto que ya sabemos lo que es “la psique” oculta -y a la vez manifiesta- que
ya no estamos en situación de hacer preguntas fundamentales. La progresiva identificación de psique con cerebro sigue este camino, pero también ocurre lo mismo con quienes hablan -sin poner en cuestión esas “imágenes” y las ideas que implican- de “contenidos psíquicos” y hacen inadvertidamente de “la psique” un continente (y un “espacio contenedor”) del cual emergen o en el cual se “contienen” algo así como “ideas ”, “imágenes”, “sentimientos”, etc.

Con el uso de palabras
aparentemente simples e inocuas (basta pensar en la abundante terminología psicológica: psique, complejo, función, imagen, idea, proyección, paranoia, histeria, ego, arquetipo, voluntad, impulso, emoción, sentimiento, salud, patología, inconsciente, delirio... para nombrar sólo unas pocas) quedan selladas así las preguntas primordiales. Pero las palabras nunca son inocuas, y el lenguaje reclama re-memoración. Si bien es posible hablar sin pensar -y de eso consta no sólo la información cotidiana, sino el contenido de tantos congresos, publicaciones, manifestaciones culturales, ensayos y disquisiciones, páginas webs, blogs, etc.-, no es posible pensar detenidamente sin atender al lenguaje. Pero esta amorosa atención, como tantas otras dimensiones a las que esa atención -meditación se abre, reside hoy en la ya olvidado, ya presupuesto, ya inadvertido...

Esto ocurre también a la hora de acercarse a la obra de un creador, y basta aquí recordar la declaración de Lacan cuando se le preguntó por Norman Brown:

“Brown es un buen ejemplo de cómo puede hacerse una obra perfectamente aireada, sana, eficaz, inteligente, reveladora, con la sola condición de que un ingenio no prevenido (en efecto, Brown no se había ocupado nunca de estos temas) se tome la molestia de leer a Freud, de la misma manera que se leen otras cosas cuando no se está cretinizado previamente por mixtificaciones de baja vulgarizacion. Por ejemplo, hay gente que habla de Darwin sin haberlo leído nunca: lo que comúnmente se llama «darwinismo» es un tejido de imbecilidades, en el que no se puede decir que las frases que se citan no hayan sido extraídas de Darwin, pero que no son más que unas cuantas frases cosidas, con las que se pretende resolver todo, y en las que se describe la vida como una gran lucha y en la que todo funciona con el predominio del más fuerte. Basta abrir la obra de Darwin para darse cuenta de que las cosas son algo más complicadas. De la misma manera que hay una lectura de Freud, la que se enseña en los institutos de psicoanálisis, que impide leer a Freud con cierta garantía de autenticidad.” (en Paolo Caruso: Conversaciones con Lévi-Strauss, Foucault y Lacan, ed. Anagrama. También puede consultarse parte de esta entrevista aquí)

Puede sustituirse en esta declaración el nombre de Darwin o de Freud por el de
Jung, por ejemplo, o Heidegger, o Nietzsche, para encontrarnos con la misma situación. En todos estos casos el pensamiento ha sido reducido a una suma de vulgaridades disponibles, empleadas justamente para evitar todo pensar y, con ello, todo abrir claros a una reflexión más profunda que Heidegger llamaba "reflexión meditativa" o sencillamente "meditación" (y que no debe confundirse con ninguna técnica de meditación: asanas, med. trascendental, etc. que NO son reflexión ni cuestionamiento ni ejercicio del entendimiento, y caben también dentro de "la huida ante el pensamiento").

(*) Esta nota fue publicada originalmente en este blog el 18 de julio de 2008