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viernes, 15 de julio de 2011

Lo inconsciente: ¿descubrimiento o invención?


¿Es legítimo hablar de "lo inconsciente" como "una región", una "dimensión", un "ámbito" psíquico, un "fenomeno natural" equivalente a un continente geográfico, sólo que situado "adentro"? Con frecuencia se habla de Freud como el descubridor del inconsciente, en analogía con Colón descubriendo América. Y es de sobras conocida la obra de Ellenberger, "El Descubrimiento del Inconsciente".
Sin embargo aquí opera un error categorial: mientras que América es un continente situado geográficamente (accesible empíricamente, positivamente) y determinado por una serie de referencias verificables, como latitud y longitud, y es por tanto un fenómeno "natural", "lo inconsciente" es una hipótesis cultural que pertenece de lleno al ámbito noético, al reino del logos, o para decirlo más brevemente, es una creación de la mente humana. No es naturaleza en el sentido de una positividad localizable y observable y mensurable, sino que en cierto sentido "no existe" salvo en el plano lógico, y sólo podría postularse su "existencia" como una hipóstasis, como una sustancialización metafísica, al estilo de una hipóstasis plotiniana, una postulación (y por tanto pro-puesta: puesta por el entendimiento) metafísica. Es, en todo caso, una obra "contra-natural", una creación teorética. Como tal sólo puede tener existencia como hipótesis (una tesis) teórica o como vida lógica (negatividad, no-existencia). De hecho, como ya decía W. Giegerich en su artículo de 1999, "El futuro de la psicología", incluído en el vol. IV de sus “Ensayos Reunidos en Inglés: El Alma Piensa Siempre":

“'lo inconsciente' no es algo que existiese desde tiempos inmemoriales tal que ocurriera que fuese descubierto en el s. XIX (al igual que América, que existía desde siempre pero fue conocida por los europeos a través de Colón). No, el así llamado 'descubrimiento' de lo inconsciente es el reflejo o el síntoma de la exclusión del mito, el ritual, la religión y la metafísica del conocimiento público y vinculante del hombre, una exclusión que ocurrió en el siglo XIX. 'Lo inconsciente' son bienes culturales sumergidos, un 'lugar final de deshechos' religioso-metafísicos. Y es por tanto sin futuro”


lunes, 20 de junio de 2011

Pensar psicológicamente


En su Introducción a "Dialectics and Analytical Psychology", David Miller escribió:

"La psicología hoy, también, ha sido carente de ideas y ha participado en esta “huida”. Psicológicamente esta huida indica un miedo inconsciente (lo que Freud llamaba Gendankenschreck, “miedo de pensar”), aún de la psicología misma. Con seguridad es una defensa precisamente contra lo que en este libro se llamará dialéctica, en la cual uno puede descubrir (hacer consciente) no sólo una lógica y un pensamiento, sino también y a la vez, la realidad de la negación de ese pensamiento, no como cosa positiva, sino como negativo-positivo, que también en el proceso de pensar o en el curso del tiempo necesitará ser negado (la negación de la negación). Psicológicamente este proceso de pensamiento dialéctico puede transformar las fijaciones del ego, mostrando que son momentos dentro de sí-mismo (Self), que es uno y fuera del cual no hay nada (Ver Giegerich:¿Es profunda el alma?). Esta es una psicología radical e implica que pensar sobre el pensar puede resultar en vida psicológica, esto es, apasionada (soulful: animada, con pasión).

Hay un antiguo origen para esta visión. Por ejemplo, está representada en el epígrafe con que comienza esta Introducción:

“¿Cómo entonces está presente (la forma de la mente)?

...Bulle y se desborda de vida...”
Plotino, Enéadas 6.5.12 (10)

“También los hombres,

cuando se debilita su poder de contemplación,

se vuelven a la acción, que es una sombra

de contemplación y de razonamiento”
Plotino, Enéadas, 3.8.4 (30)


En el siglo III d. C, Plotino enseñó a sus alumnos que la mente (nous) , según dice, “desborda -bulle- de vida” (Plotino, Enéadas). Pensar hace más vivaz la vida. Plotino podría haberlo tomado de Aristóteles (De Anima). Aristóteles dice que las ideas presocráticas sobre el alma y la vida seguían sus etimologías y así la gente pensaba que el alma es “caliente”. Esta idea sólo tiene sentido cuando se advierte que el texto griego de Plotino contiene un retruécano. El texto griego de Plotino dice: hyperzeousan zoé, “bullendo con vida”. Zóe, vida,y zein, “hervir” (bullir) son homófonos. ¡La vida es caliente! Plotino no habla de la vida del ego o de la sensibilidad del ego, sino de la vida y el alma de sí mismo (Self). Vivir en sí mismo (Self) es ser vivaz (hervir, bullir). Y para Plotino esta ebullición desbordante (hyperzeousan) se produce por una cualidad de vida que es contemplativa y reflexiva. Seguramente es por esto que Plotino también diría: “Los hombres, también, cuando el poder de contemplación (theorein, 'teorizar') se debilita, se vuelven a la acción, que es una sombra (skian) de contemplación y de razón (theorein kai logos)”, es decir: cuando falta el pensamiento, el alma de la vida está en la sombra de la inconsciencia y difícilmente bulle o se desborda.(Esto no es diferente de la crítica psicológica del “acting out” -actuar compulsivo- como una forma débil de vida psicológica)
La cuestión es que pensar es crucial para realizar la dialéctica del sí mismo (Self) y su transformación apasionada”


lunes, 29 de marzo de 2010

Hegel y la psicología

Nuevo Seminario, a partir de Abril 2010, en el que se leerá psico-lógicamente el Prólogo a la Fenomenología del Espíritu, de Hegel.  El objetivo es posibilitar una apreciación del pensamiento dialéctico como un método (y no como sistema) y la forma misma de la vida lógica del alma, tal como es concebida por Wolfgang Giegerich

HEGEL & LA PSICOLOGÍA

Lectura psico-lógica de la

FENOMENOLOGÍA DEL ESPÍRITU

Ciclo de conferencias a cargo de Enrique Eskenazi

Todos los lunes a partir del lunes 12 Abril 2010

 

En el Prólogo de su FENOMENOLOGÍA DEL ESPÍRITU Hegel escribió:

 

“...cuando discurre por el tranquilo cauce del sano sentido común, el filosofar natural produce, en el mejor de los casos, una retórica de verdades triviales. Y cuando se le echa en cara la insignificancia de estos resultados, nos asegura que el sentido y el contenido de ellos se hallan en su corazón y debieran hallarse también en el corazón de los demás, creyendo pronunciar algo inapelable al hablar de la inocencia del corazón, de la pureza de la conciencia y de otras cosas por el estilo, como sí contra ellas no hubiera nada que objetar ni nada que exigir.

Pero lo importante no es dejar lo mejor recatado en el fondo del corazón, sino sacarlo de ese pozo a la luz del día. Hace ya largo tiempo que podían haberse ahorrado los esfuerzos de producir verdades últimas de esta clase, pues pueden encontrarse desde hace muchísimo tiempo en el catecismo, en los proverbios populares, etc. No resulta difícil captar tales verdades en lo que tienen de indeterminado o de torcido y, con frecuencia, revelar a su propia conciencia cabalmente las verdades opuestas. Y cuando esta conciencia trata de salir del embrollo en que se ha metido, es para caer en un embrollo nuevo, diciendo tal vez que las cosas son, tal como está establecido, de tal o cual modo y que todo lo demás es puro sofisma; tópico éste a que suele recurrir el buen sentido en contra de la razón cultivada, a la manera como la ignorancia filosófica caracteriza de una vez por todas a la filosofía con el nombre de sueños de visionarios.

El buen sentido apela al sentimiento, su oráculo interior, rompiendo con cuantos no coinciden con él; no tiene más remedio que declarar que no tiene ya nada más que decir a quien no encuentre y sienta en sí mismo lo que encuentra y siente él: en otras palabras, pisotea la raíz de la humanidad. Pues la naturaleza de ésta reside en tender apremiantemente hacia el acuerdo con los otros y su existencia se halla solamente en la comunidad de las conciencias llevada a cabo. Y lo antihumano, lo animal, consiste en querer mantenerse en el terreno del sentimiento y comunicarse solamente por medio de éste”.

A diferencia del "buen sentido común” y del pensamiento representativo y calculador usual, que se base en meras oposiciones exlusivas como por ejemplo "verdadero opuesto a falso", Hegel propone la necesidad de un pensamiento más sofisticado (dialéctico) capaz de aprehender en la negacion (en la oposición, la separación, la determinación e incluso en "lo falso") el movimiento mismo que lleva a la realidad como verdad, puesto que “lo verdadero es el todo”. Así, escribe también Hegel:


“Lo verdadero y lo falso figuran entre esos pensamientos determinados, que, inmóviles, se consideran como esencias propias, situadas una de cada lado, sin relación alguna entre sí, fijas y aisladas la una de la otra. Por el contrario, debe afirmarse que la verdad no es una moneda acuñada, que pueda entregarse y recibirse sin más, tal y como es. No hay lo falso como no hay lo malo. Lo malo y lo falso no son, indudablemente, tan malignos como el diablo, y hasta se les llega a convertir en sujetos particulares como a éste; como lo falso y lo malo, son solamente universales, pero tienen su propia esencialidad el uno con respecto al otro. Lo falso (pues aquí se trata solamente de esto) sería lo otro, lo negativo de la sustancia, que en cuanto contenido del saber es lo verdadero. Pero la sustancia es ella misma esencialmente lo negativo, en parte como diferenciación y determinación del contenido, y en parte como una simple diferenciación, es decir, como sí mismo y saber en general. No cabe duda de que se puede saber algo de una manera falsa. Decir que se sabe algo falsamente equivale a decir que el saber está en desigualdad con su sustancia. Y esta desigualdad constituye precisamente la diferenciación en general, es el momento esencial. De esta diferenciación llegará a surgir, sin duda alguna, su igualdad, y esta igualdad que llega a ser es la verdad. Pero no es verdad así como si se eliminara la desigualdad, a la manera como se elimina la escoria del metal puro, ni tampoco a la manera como se deja a un lado la herramienta después de modelar la vasija ya terminada, sino que la desigualdad sigue presente de un modo inmediato en lo verdadero como tal, como lo negativo, como el sí mismo. Sin embargo, no puede afirmarse, por ello, que lo falso sea un momento o incluso parte integrante de lo verdadero. Cuando se dice que en lo falso hay algo verdadero, en este enunciado son ambos como el aceite y el agua, que no pueden mezclarse y que se unen de un modo puramente externo. Y precisamente atendiendo al significado y para designar el momento del perfecto ser otro, no debieran ya emplearse aquellos términos allí donde se ha superado su ser otro. ... lo falso no es ya, en cuanto falso, un momento de la verdad.


... Pero este algo separado, lo irreal mismo, es un momento esencial, pues si lo concreto es lo que se mueve, es solamente porque se separa y se convierte en algo irreal. La actividad del separar es la fuerza y la labor del entendimiento, de la más grande y maravillosa de las potencias o, mejor dicho, de la potencia absoluta. El círculo que descansa cerrado en sí y que, como sustancia, mantiene sus momentos, es la relación inmediata, que, por tanto, no puede causar asombro.

La potencia portentosa de lo negativo reside, por el contrario, en que alcance un ser allí propio y una libertad particularizada en cuanto tal, separado de su ámbito, lo vinculado, y que sólo tiene realidad en su conexión con lo otro; es la energía del pensamiento, del yo puro. La muerte, sí así queremos llamar a esa irrealidad, es lo más espantoso, y el retener lo muerto es lo que requiere una mayor fuerza. La belleza impotente odia al entendimiento, porque éste exige de ella lo que ella no está en condiciones de dar. Pero la vida del espíritu no es la vida que se amedrenta ante la muerte y que se abstiene de la desolación, sino la que sabe afrontarla y mantenerse en ella. El espíritu sólo conquista su verdad cuando es capaz de encontrarse a sí mismo en el absoluto desgarramiento. El espíritu no es esta potencia como si fuera lo positivo que se aparta de lo negativo (como cuando decimos de algo que no es nada o que es falso y, hecho esto, pasamos sin más a otra cosa), sino que sólo es esta potencia cuando mira cara a cara a lo negativo y permanece cerca de ello. Esta permanencia es la fuerza mágica que hace que lo negativo vuelva al ser. Es lo mismo que más arriba se llamaba el sujeto, el cual, al dar un ser allí a la determinabilidad en su elemento, supera la inmediatez abstracta, es decir, la que sólo es en general; y ese sujeto es, por tanto, la sustancia verdadera, el ser o la inmediatez que no tiene la mediación fuera de sí, sino que es esta mediación misma.”

Es este tipo de pensamiento dialéctico el que requiere la psico-logía de Wolfgang Giegerich para aprehender “el alma” en lo real, un pensamiento que expresa la rica “vida lógica del alma” .

El objetivo de este Seminario consiste en la lectura y explicación del Prólogo a la Fenomenología del Espíritu, de Hegel, desde una perspectiva psicológica y con vistas a hacer explícito el proceso de pensamiento que podría caracterizar como la expresión del espíritu de nuestro tiempo.


Todos los lunes, a partir del lunes 12 de Abril 2010 a las 18:30 hs en LIBRERÍA STO. DOMINGO, c/Sto. Domingo del Call nº 4, Barcelona 08002


viernes, 21 de noviembre de 2008

James Hillman: Divergencias (2008)


Actualmente (noviembre 2008) se está llevando a cabo un Seminario en Sao Paulo, por iniciativa de Marcus Quintaes, sobre la polémica Hillman/Giegerich, que en la web del Centro está ilustrada en los artículos “Matanzas” y “Una vez más la cuestión realidad/irrealidad”. Con ocasión de este seminario, ambos psicólogos enviaron una carta a Quintaes quien, amablemente, me las ha remitido y me ha autorizado a traducirlas y divulgarlas. A continuación puede leerse la carta de James Hillman, trad. de Enrique Eskenazi:

Tanto Wolfgang como yo somos “hijos de Jung”. Él es nuestro común punto de partida en este contexto de su seminario. Pero hay diferentes “Jungs” y muchos otros hijos e hijas. No estoy seguro de cuál pasaje o idea de Jung está el point de départ de Wolfgang; el mío está en las Obras Completas de Jung, vol. 6, donde Jung escribe que la fantasía crea diariamente la realidad, y donde el término “imagen de la fantasía” no proviene, según dice, de la referencia a un objeto externo, sino que es más análoga a su uso poético.
En otros sitios, Jung habla de los complejos, que forman la estructura de la psique y son su fuente energética, como “Dioses”. Esto me sugiere que toda la cuestión de la psique, y por supuesto también de la psicología, no sólo es un tipo de mitología, sino que nuestras vidas, fundándose en los complejos, se captan mejor mediante los mitos, los mitos definidos como narrativas y/o rituales en los que interactúan los humanos y los Dioses.

Debiera buscar las citas precisas, pero ésto es una carta, y yo me estoy volviendo mayor.

Cuando imagino aún más estas ideas de Jung, cuando sueño el mito aún más, como también dijo él, voy a la mitología, a textos en los cuales aparecen los Dioses y a aquellos que han captado mejor la psicología que se llama mitología tal como Kerenyi, y Otto y Vernant, etc. Y, si tomo seriamente lo fundamental de la imagen (ver López-Pedraza), tengo que ir a Corbin y también a Durand y especialmente Bachelard a fin de explorar la realidad imaginal y la realidad psíquica basada en la imaginación. Mi "Ensayo sobre Pan", a comienzos de los 70, arrancó en esta dirección.
Para mí el logos del alma no es una lógica, ni es el alma misma un logos. El logos del alma se muestra en su capacidad de expresarse ella misma en palabras, de dar cuenta de sí, describirse, decir su verdad, y este logos es ilimitado (como ya ha dicho Wolfgang) y no necesariamente sólo lógico o sintáctico. Su logos, el logos de la psique, la psicología, puede aparecer tanto en imágenes como en el pensamiento.

Me gusta la idea de Giegerich de que la psique es (también) pensamiento y que hacer-alma es (también) pensar. En su respuesta a Marlan 8en el ensayo que generosamente aportó al libro que Marlan editó en mi honor, p. 204), Giegerich escribe que pensamos en palabras de lenguaje y no en imágenes. Yo diría justamente lo contrario. Las palabras son ellas mismas imágenes. La historia del lenguaje tal como la supusieron Bartfield y Vico sugiere que las metáforas polisémicas y las analogías poéticas originaron los conceptos denotativos y la univocidad de significado. El lenguaje nunca puede liberarnos de su madre primordial, lo sensorial, lo natural, lo físico, la implicación de un anima mundi- un alma en y de un mundo natural, aún cuando ese mundo natural siempre es "innatural". Porque es también psique, piensa e imagina y tienes una inteligibilidad inherente.

¿Debemos dar prioridad a la palabra sobre la imagen o a la imagen sobre la palabra? Si, empero, hacemos este movimiento en una u otra dirección, ¿cuáles podrían ser las consecuencias? Primero la imagen significa una psicología que es estética y está inmersa en el cosmos. Primero las palabras ofrece un “corte” psicológico, como dice Wolfgang, de toda fisicidad, excepto la mente humana (¿de dónde sino las palabras, de dónde sino el lenguaje?), o divina como anuncia S. Juan en el Cuarto Evangelio.

En nuestra divergencia, Wolfgang y yo no escribimos mucho sobre terapia, en estos días. Yo sólo hago una “terapia de las ideas” en público (escritos y conferencias), ya no con individuos. Creo que él continúa con sus sesiones privadas. Podría parecer que he abandonado el barco terapéutico. Pero puesto que considero que los desórdenes emocionales están sujetos a un re-ordenamiento mediante la imagen (El “spectrum” de Jung, O. C., 8), y que la imaginación desordenada es curable, como sugiere Vico, mediante el mito, creo que continúo haciendo terapia.

Una divergencia importante es cómo miramos a la historia. Y aquí, Marcus Quintaes, me dirijo tanto a Ud. como a Wolfgang. Cuando mi obra se mira través de la lente de la cronología, entonces se descubrirá temprano, medio, y tardío, etc.; entonces se cae en ideas de progreso y regreso, de desarrollo, así como en conflictos internos entre una así denominada “fase” y otra más temprana o posterior. Entonces algo diferente en un artículo de lo que está en otro se reconcilia como retracción o corrección.

Si, empero, se mira a la obra escrita con la lente de la imagen, como cuadros o piezas de música, entonces pueden diferir ampliamente una de otra sin que tengan que cumplir la idea de consistencia cronológica. Cada pieza de música compuesta (digamos, por Villa-Lobos) vale por sí misma, triunfa o fracasa tal como es y sólo se conecta con lo anterior o lo posterior desde una perspectiva "externa". Los cuadros en una retrospectiva (digamos, de Picasso), incluso aquellos cronológicamente ordenados de cuarto en cuarto, “ útilmente” iluminados por textos biográficos sobre las paredes, son, sin embargo, son “singularidades”. ¿Por qué mirarlos con un ojo general ajeno al pintor -y a los cuadros?

Este enfoque imaginal, si se quiere, puede también aplicarse al estilo de ataque de Giegerich. Imagine su empleo de una espátula, papel de lija y pinceles tensos, y duros y espesos trazos negros para resaltar las diferencias, para romper a través de las convenciones. Piense en el Stravinsky temprano; Shostakovich. La agresividad puede ser una necesidad retórica; y así sus devastaciones de Freud y de Jung, o de mí, no deben tomarse literalmente como personalmente ofensivas.

Creo que Giegerich tiene un fino sentido de la historia, y que considera el pasado como algo que puede ser, o que incluso ha sido, superado, al menos sobrepasado (aufgehoben). Creo que hace una movida cronológica, no sólo una movida lógica -aunque parece que se detiene con Hegel. A mi obra, tal como lo es la de Jung para Wolfgang, yo la llamaría pre-hegeliana, no meramente no-hegeliana. Por lo tanto Wolfgang está justificado en sostener que Jung se quedó corto y que yo soy un nostálgico y un escapista del presente histórico actual. Veo una fusión de lógica y temporalidad en mi comprensión de su pensamiento.

¿Tiende él a literalizar tiempo e historia? Yo tiendo a imaginar el pasado más al modo de lo que San Agustín llamó memoria -esto es, imaginación expresada en tiempo pasado. “El pasado”, dijo William Faulkner, “no está muerto. Ni siquiera está pasado”. Voy al pasado en busca de semillas y de sostén. Tomo de ella lo que necesito y usualmente ignoro su “historia”. De este modo soy tanto un clásico como un romántico. Estoy menos seguro, pienso, que Giegerich acerca de un movimiento dialéctico hacia adelante en el pensamiento humano.

Como sabe, Wolfgang considera que los mitos clásicos son obsoletos. ¿No está pensando aquí a) temporalmente, b) literalmente, c) positivistamente? No son obsoletos para el arte que aún recurre a ellos, en el cual todavía aparecen. La categoría misma de “obsoleto” depende del literalismo temporal. La huída del determinismo temporal es uno de los anhelos de muchos de mis escritores favoritos -incluido Jung con su trabajo sobre la sincronicidad. Para Plotino el tiempo está en el alma (es un fenómeno psicológico) en lugar de estar el alma en el tiempo.

Marcus, ¿por qué mirar mi obra en estadios? ¿Recuerda la afirmación de Picasso? “No me desarrollo. Soy”. El tiempo no cambia las figuras básicas en la alfombra, los temas dominantes que le fascinan a uno a lo largo de su vida.

Por ejemplo mi ocupación con lo dionisíaco ya está allí, aún sin nombrar, en el libro de 1960 “Emoción”; en la sublime y horrorosa atracción del Inframundo en “Suicidio y el Alma” (1964); “El Sueño y el Inframundo (Dionisos, Hades, Plutón)”; la Lección en Eranos (1969) donde es el movimiento final concluyente; y por supuesto en “Un Terrible Amor por la Guerra”. Otro ejemplo: mi devoción por el anima está tanto en el libro llamado “Anima”, en “Traiciones”, en los ensayos sobre la plata, y en el capítulo del ánima en “Insearch” (1967), así como en las más recientes lecciones sobre Afrodita. Estos temas son constantes saturninas visitadas en diferentes momentos para diferentes ocasiones. No progresan. Ninguno ha sido resuelto. ¿Por qué tratar de organizar sus lecturas siguiendo la estrecha flecha del tiempo? Lo que trae a cuento la predilección de Wolfgang por esta metáfora (el Wurf- lanzamiento- hacia adelante de la lanza)

Una palabra de precaución cuando se envuelve una diversidad de productos en un solo paquete. Hay que tener cuidado con las categorías usadas para envolverlos. No emplee papel de periódicos. David Tacey y Andrew Samuels, por ejemplo, me envuelven en la simplificación periodística. Pero a veces el material es demasiado recalcitrante para quedarse dentro de una caja, especialmente si retiene una energía animal innata que patea y sacude al ser envuelta.

De modo que ahora ¿adónde conducen nuestras divergencias? Indudablemente, como Ud. señaló, confieso estar inspirado o movido marcialmente. Pero entonces, se quiera o no, esto implica a Venus -y con Venus vienen toda la fascinación y las blanduras de las que Giegerich acertadamente me acusa en mis escritos y en la psicología arquetipal. Sí, como señaló hace algún tiempo Ginette Paris, mi obra representa y está apasionada por el anima, tanto como la de Wolfgang deliberadamente, brillantemente, implacablemente y exhaustivamente procede de y con animus.

Wolfgang y yo probablemente tenemos una relación divergente con el viejo Saturno. Yo intento rendirle homenaje no sólo explorando el “sénex” en profundidad, sino principalmente intentando impedir que devore mis ideas más profundas y que acaben en negatividad. A veces tengo el presentimiento de que Wolfgang se ha vuelto su devoto. Cuando leo sus ensayos, su visión saturnina del mundo contemporáneo, el acento en el tiempo, en el orden sintáctico, en la negación, y las imágenes del cuchillo, la bomba y Acteón brutalmente atacado, o la idea misma de sublación (superación), pareciera haber una obliteración, una sequedad, una hegemonía omni-devoradora. Mantenerme en mi propio sendero y alejado del suyo es también contrafóbico por mi parte. No quiero que mi obra sea devorada en la resolución universal de la lógica hegeliana. Anima tiene que permanecer parcialmente “inasible”.

De modo que le pregunto: ¿qué hay de inválido en la seducción como método psicológico? Incluso los sofistas y su sofistería desarrollaron una psicología y fueron maestros efectivos. ¿Qué hay de malo en erosionar categorías a fin de despertar la ambigüedad del intelecto? ¿Qué hay de malo en la retórica con velos, en ofrecer la promesa de una clara y definitiva desnudez sin llegar nunca efectivamente a ello? ¿Qué hay de malo en las flores, los excesos, las olas de emoción, y en desaparecer (como Dionisos) al ser atacado? (Creo que Walter Otto cuanta varias historias de la desaparición de Dionisos al ser amenazado, incluyendo cuando recurrió a las Musas (!) y cuando desapareció en las profundidades del mar)

En estos diez o más últimos años con frecuencia me han incitado a responder a Wolfgang. Es un viejo amigo, y he fallado en honrar la amistad con una respuesta seria a sus esfuerzos extraordinarios. Había dos barreras en el camino. Sentía que era demasiado esfuerzo para hacerle justicia: revisar argumentos, re-releer sus textos antiguos y estar al tanto de los nuevos, explicar mis palabras e intenciones. Sé que este tipo de respuesta no es realmente necesaria, puesto que él ha entendido muy bien lo que he escrito. No es necesaria una defensa ulterior. Fuera lo que fuere lo que yo replicase, nos dejaría adonde ya estamos: amigos que divergen.

Además, confieso que sentía que responder era una distracción del continuo flujo de las cosas que yo quería iniciar o completar.

Acaso, Marcus, Ud. sepa que nunca respondo a los que revisan mis obras ni discuto con los críticos, aunque intento digerir sus críticas. Porque soy tan marcial, responder significa o bien la defensa o bien el contraataque, y prefiero evitar los desafíos del combate. Prefiero imaginar.

Replicar plantea la oposición -tal como en el seminario que Ud. propone y al cual envío esta carta. Las oposiciones, sin embargo -a menos que las imagine literalmente como tales- pueden también imaginarse como caminos divergentes. Seguimos senderos paralelos y nos comprometemos con la geografía por la que pasamos, de modo diferente. Ud. sabe que he trabajo sobre el “oposicionalismo” en muchos de mis escritos, hallándolo especialmente tóxico en el pensamiento sistemático de Jung. Wolfgang también ha trabajado una y otra vez sobre el oposicionalismo en la herencia cartesiano-kantiana, con la idea de sublación (superación) y la dialéctica hegeliana. No hay discusión aquí. Además, la discusión es un modo de animus que él ha dejado muy en claro que no es mi modo. Termino con una sonrisa.

James Hillman
Thompson, CT 2008

sábado, 5 de enero de 2008

Una conferencia para comenzar el año

En la siguiente clase, perteneciente al curso “La Astrología como Ciencia Oculta según Oscar Adler”, dada en enero del 2007 con ocasión de la lectura de la obra de Adler, se trataron no sólo el tema del neoplatonismo, sino también el tema de la cosmología y la cosmogonía, la mirada ficiniana del hombre como aquél pájaro que cree arrastrarse porque ve su sombra deslizarse sobre el suelo. También se habló de la teología apofática, de Corbin, de Proclo, de la visión de Plotino, y sobre todo de la relación entre lo físico (lo literal), lo psíquico (lo anímico) y lo espiritual (lo lógico), en un anticipo de lo que actualmente Wolfgang Giegerich llama “la vida lógica del alma”, el logos de la psique. A lo largo de la clase hay una reflexión sobre el mundo de la técnica y la globalización económica, comprendida desde la perspectiva de Heidegger, como olvido del ser. Esta lección es así no sólo una clase de astrología, sino ante todo una defensa de la visión psico-lógico por contraposición al enfoque de la psique como cerebro, neurofisiología o, simplemente, biología

La clase puede escucharse picando aquí

domingo, 16 de septiembre de 2007

James Hillman en Modena

En ocasión del Festival de Filosofía “Sapere 2007” en Modena, el pasado viernes 14 de septiembre James Hillman dio su conferencia “Il sapere dell'anima” (El saber del alma) a la que tuve la suerte de poder asistir.

En ella Hillman apeló a su conocido arsenal de ideas (el daimon como vocación y carácter, el alma como “algo más” que herencia, educación, impacto familiar, o cualquier conjunto de hechos, la imaginación como ámbito esencialmente anímico que desafía la dualidad teoría/práctica, la “respuesta estética” ante las imágenes, la exigencia de belleza y justicia, la falacia respecto a la separación mundo-cuerpo/alma-psique, etc.) ; y recurrió también a su arsenal de referencias (Heráclito, Platón -en este caso, especialmente al Menón-, Aristóteles, Plotino, Vico, Corbin, etc.)

Comenzó su conferencia distinguiendo sentidos de la expresión “conocimiento del alma” en tanto que:
1) conocimiento “acerca de” (a propósito de, sobre, tomando como objeto) el alma, conocimiento cuestionable, por cuanto supone la escisión entre un conocedor y lo conocido, en tanto que el alma es siempre el conocedor y lo conocido.
2) conocimiento “perteneciente a” (propio de) el alma, llevando a re-elaborar temas antiguos como el del conocimiento “innato” (al estilo del que postula Platón en el Menón) o “a priori” (al estilo de la formulación kantiana) o el del alma como tabula rasa al estilo de Herbart.

Hillman asoció el conocimiento del alma -el conocimiento “propio” del alma- a un “conocimiento animal” en el cual la respuesta estética -sensorial, imaginativa, perceptiva o, si se quiere, instintiva: con un instinto de lo bello y de lo justo- puede compararse a la de una leona saltando sobre su presa, en esa íntima connivencia entre intuición, deseo, reconocimiento y acción, que luego se despliega en etapas sucesivas y espaciales, pero que se da de pleno en una imagen que pertenece al ámbito de los archai, esto es: principios o imágenes arquetipales.
De ahí la importancia de la epistrophé (el retorno) a semejanza del neoplatonismo, que puede devolver la conducta, lo que se despliega en el espacio-tiempo, a su raíz imaginal, fuera de toda cartografía espacio-temporal, que sería la dimensión específica del saber del alma.

Después de la conferencia, se aceptaron preguntas del público, de las que a mi juicio sólo cabe rescatar una como realmente importante:
¿Cómo respondería Hillman a las objeciones frecuentemente presentadas a su visión, respecto a la a-historicidad de lo anímico, es decir, de la imaginación y lo imaginal? Esta objeción, que ha sido muy elaborada y refinada justamente por Wolfgang Giegerich, destaca a mi juicio uno de los puntos más discutibles del enfoque hillmaniano.

Para aclarar este punto reproduzco aquí parte de una reciente correspondencia con un amigo interesado justamente en este tema. Hago notar que "H." es una abreviatura para Heidegger, y que los comentarios que comienzan con un guión y están en color verde reproducen los pensamientos y preguntas de mi interlocutor, y los demás en azul son mis respuestas:

-sigo pensando que de H hay que tomar cierta claridad y hondura que se produce en uno cuando lo lee (ese es su don) pero luego volver sin miedo a donde uno quiera. Y no sentirse obligado a pensar en sus términos toda cosa que suene sospechosa de 'metafísica'..

Desde luego. Si uno está "con miedo a volver" o "se siente obligado a pensar-en-términos-de", uno ha dejado ya hace rato -o más bien lo ha dejado a uno- el pensar. Entonces se ha vuelto uno un "acólito", un "seguidor" o un "repetidor". Y claro, cuando se sigue a un gran pensador ya no se sigue al pensamiento mismo, mal asunto...

-Es decir, si quisieras atenerte a los planteos H. no podrías leer a Proclo más que para reconocer en él cierto momento de la 'metafísica' occidental y se perdería lo específico de su obra.

Personalmente creo que hay una lectura de Proclo (o varias, y ésto también de cualquier gran pensador) que, aún siendo bienintencionada, es una lectura "metafísica" (en el sentido de Heidegger) y que justamente pierde lo "específico" de la obra. Basta ver el espacio que se le ha dedicado al pensamiento de Proclo en los manuales de filosofía o en las Historias de la Filosofía, incluyendo "las buenas"... Hay también una lectura muy peculiar de Proclo en la que quien lo lee vuelve a "estar ahí" ante lo que Proclo fue arrebatado -para seguir con Heidegger. Uno es entonces arrebatado por aquello y puede así pensarlo, que no es lo mismo que "entenderlo" conceptualmente, lógicamente, como en un ejercicio que se realiza en el despacho o en la clase para luego volver "intocado" a "la vida". Esto también lo ve claramente Corbin. Lo específico de la obra de un gran pensador es la presencia ante aquello que arrebata al pensador, una presencia "comprometida" (je je, no te espantes: puse la palabra a propósito...)


-Pues si aceptamos la realidad de lo angélico aceptamos también que hay seres (o estados) eternos pero finitos. Eternos porque no devienen en el tiempo (como nosotros) sino que son todo lo que pueden ser; y finitos porque no son lo Absoluto mismo sino que están limitados en su ser.


La cuestión, me parece, está en esa "aceptación". ¿Es una aceptación "teórica" (lógica, analítica, como en una "teología racional", por ejemplo) o un tipo de "testimonio"? Y, en este segundo caso, ¿qué tipo de testimonio? (una "experiencia", un "sentimiento", un "estado subjetivo", una "fantasía") ¿Es posible un testimoniar que no sea o bien "racional" o bien "experiencia subjetiva"? Como ves, Corbin pensó seriamente en estas cosas...


-Ahora bien, desde H. tendríamos que abortar toda la reflexión porque a priori estamos situados ante una serie de conceptos 'metafísicos' (en el sentido demonizado por los heideggerianos).


Hay que tener ojo. Muchas veces "lo metafísico" no está en el "qué" sino en el "cómo". En ese sentido, también hay un Heidegger que puede ser "entendido" metafísicamente...(como de hecho lo fue). A su vez Heidegger, con frecuencia, retoma un diálogo con diversos pensadores (esto también lo hace genialmente Corbin) por el cual el pensamiento de esos pensadores (ya sean los presocráticos, Platón, Aristóteles, Kant, Hegel o Nietzsche, para poner los más usuales en su obra) se revela como "pensamiento esencial" y, en ese sentido, "presente" o "viviente" o "efectivo". A mí me fascina constatar cómo Heidegger a la vez ama y critica a esos pensadores, y como en su crítica se manifiesta su amor, y cómo es su amor lo que sustenta la crítica. Se hace aparente que para Heidegger no son "pensamientos" muertos, temas de una materia universitaria o tópicos culturales. Ahora que estoy leyendo sus "Conceptos fundamentales de la metafísica", no pude evitar reirme al ver cómo despacha de un plumazo, sin la menor clemencia, el pensamiento de sus contemporáneos como Toynbee, Max Scheler, Klages o Cassirer. Una actitud muy distinta de la que toma con, por ejemplo, Kant y Nietzsche, por no decir los griegos.


-P. ej. la identificación de lo eterno con lo presente del ser (es decir Procolo piensa lo eterno como ente).

Otra vez ojo. Es cierto que "lo eterno" está aquí pensado desde la presencia. Pero ¿como ente? Hay diversas "eternidades" en Proclo: la eternidad de las "esferas planetarias", por ejemplo, o la "eternidad" del Alma del Mundo. El Uno, en Proclo, está "más allá" de la Eternidad, que deviene una hipóstasis. Ahora bien: ¿son las Hipóstasis propiamente "entes"? ¿Es la hipóstasis "Alma" un ente como, por ejemplo, un alma planetaria? Es fascinante ver en Proclo el intento de "mediar" dinámicamente entre categorías aparentemente excluyentes, tales como "eterno" y "temporal". Establece grados (y niveles, sobre todo) intermedios, por los cuales lo eterno-eterno deviene eterno-temporal, luego temporal-eterno y finalmente temporal-temporal. En Proclo aparecen con claridad -ya estaban sugeridos mucho antes, incluso en el mismo Plotino- los "niveles" diversos de ser. Y los "niveles de ser" no son "entes" propiamente, sino que los "entes" aparecen bajo distinta luz en cada nivel. De ahí que en Proclo (y en los neoplatónicos en general) las nociones de "alcance" (skopos) y de "horizonte" (de "oros") sean fundamentales. Muchas veces he sentido que la idea heideggeriana de "horizonte de comprensión", por ejemplo, arraiga aquí.


-O la diferencia entre temporal y eterno por su referencia al ser como ente acabado (eterno) o en devenir (temporal), nuevamente el pensamiento que piensa al ser como ente.

Estos son temas peliagudos, al menos en Proclo (y en todo el neoplatonismo). En lo que Heidegger tiene razón, creo yo, es que si uno quiere re-pensar a Proclo (pero lo mismo vale para cualquier pensador), uno no debiera "obviar" la historia, no sólo la historia "exterior" que nos distancia de él (la situación desde la cual podemos pensar a Proclo ya no es la situación en la cual "brota" el pensamiento proclíneo. Acercarse al pensamiento de Proclo implica, por tanto, una especie de "ascesis", un hacer cuestión de la propia situación), sino "la historia lógica", la historia "del discurso" y las categorías con que pensamos (otra ascesis, esta vez no semántica sino y ante todo sintáctica). No hay que olvidar que uno mismo, al pensar, piensa-desde y piensa-a-través-de. Este olvido lo volvería a uno una especie de "sujeto absoluto" que puede saltar de un pensador a otro, de un tiempo a otro, como si uno estuviera ipso facto fuera de todo tiempo y de todo pensamiento, y ello a su vez "aplana" y "nivela" todo pensamiento estudiado a una misma región, a un "objeto" de estudio, un pensador al lado del otro, una idea al lado de otra... Es como el "museo", que puede alojar toda clase de obras y en el cual la obra, "descontextualizada", se vuelve un objeto de consumo cultural, y el observador se vuelve un no-implicado consumidor de "cultura", saltando de la estatua de un dios griego a un Rubens o a un Picasso, todos coexistiendo en un mismo espacio y en un mismo tiempo que, como diría Corbin, es el espacio y el tiempo de todos y, por tanto, de nadie. Insisto en que entiendo tus objeciones. Pero espero que, a su vez, comprendas mis aclaraciones. Si leer a un pensador resulta "limitante", entonces -pienso yo- uno no ha pensado adecuadamente... Esto no quiere decir que uno pueda entrar en un pensamiento y salir "indemne" o "intocado", naturalmente...pero hay que tener ojo con no hacer del pensamiento un sistema de "esquemas" o "conceptos" a los cuales aferrarse.

La aguda pregunta que se le formuló a Hillman tras su conferencia alude justamente a esa actitud tipo “museo” a la que me referí en la carta citada:
No hay que olvidar que uno mismo, al pensar, piensa-desde y piensa-a-través-de. Este olvido lo volvería a uno una especie de "sujeto absoluto" que puede saltar de un pensador a otro, de un tiempo a otro, como si uno estuviera ipso facto fuera de todo tiempo y de todo pensamiento, y ello a su vez "aplana" y "nivela" todo pensamiento estudiado a una misma región, a un "objeto" de estudio, un pensador al lado del otro, una idea al lado de otra... Es como el "museo", que puede alojar toda clase de obras y en el cual la obra, "descontextualizada", se vuelve un objeto de consumo cultural, y el observador se vuelve un no-implicado consumidor de "cultura", saltando de la estatua de un dios griego a un Rubens o a un Picasso, todos coexistiendo en un mismo espacio y en un mismo tiempo que, como diría Corbin, es el espacio y el tiempo de todos y, por tanto, de nadie.

Hillman, a diferencia de Wolfgang Giegerich, pareciera concebir una dimensión anímica a-histórica, por lo cual el “retorno” a los dioses, o incluso su “re-edición” en la actualidad sería legítima. Giegerich, en cambio, sostiene que el alma “evoluciona”, cambia históricamente, y lo que en un tiempo es un planteo legítimo, en otro tiempo ulterior ya es sólo la cáscara a través de la cual ha pasado la lógica del alma, que ahora -y siempre- se encuentra en el fenómeno presente, y no en la visión pasada. Así, Giegerich ve el hacer alma en la tecnología, en la web, en el mundo audiovisual, en la dinámica de la ciencia, en la globalización (y anti-globalización), en la economía, en la política, y no en la nostalgia de un "Anima Mundi" platónica, más allá de la dinámica del momento histórico en el que nos encontramos. Una visión aguda, interesante, que ha hecho serias objeciones a Hillman, objeciones a las que éste no ha respondido. Puede leerse (en inglés) el artículo de Giegerich aquí.

Bien, ¿cuál fue la respuesta de Hillman, a la pregunta del asistente? En mi opinión, fue bastante evasiva: afirmó que consideraba a la historia como un arsenal de medios para imaginar, es decir, para avivar y despertar la imaginación y que, de otro modo, se caería en un hegelianismo o en el historicismo (alusión, a mi juicio, dirigida a Giegerich quien, entre sus inspiradores, cita ciertamente al pensamiento dialéctico de Hegel)

Es cierto que el lugar y el momento de la conferencia (llevada a cabo en una plaza abierta, con el sol abrumador de las tres de la tarde, de una tarde especialmente calurosa) no permitía explayarse en un tema tan importante.

Sin embargo este tipo de objeciones son indicación de que la psicología arquetipal:
1) también evoluciona (como en la polémica Giegerich vs. Hillman)
2) que el alma cambia y evoluciona, y que un planteamiento da origen a otro acaso en otro plano, un plano que hubiera sido inaccesible sin el anterior, pero que ya no es respondible desde éste.

domingo, 28 de enero de 2007

Plotino y la psicología


Acabo de publicar mi artículo "Plotino y la psicología", en el entre otras cosas se dice:

El neoplatonismo puede considerarse no sólo como una escuela filosófica o un cuerpo de doctrina, sino ante todo como "una actitud psicológica, una actitud arquetipal". Marsilio Ficino, artífice del florecimiento del neoplatonismo durante el Renacimiento, proporcionó una espléndida imagen de esta actitud al comparar al hombre con aquél pájaro que, aún volando, cree arrastrarse porque ve su sombra deslizarse sobre la tierra: "Por lo tanto", añade en su Epistola ad hominum genus, "deja atrás los estrechos límites de esta sombra, regresa a ti mismo; pues así regresarás a la amplitud"

Los "estrechos límites de esta sombra" no son, ni más ni menos, que la identificación con una "realidad externa", con el mundo "físico" y, con el ámbito de las conductas y las manifestaciones aprehensibles en términos de coordenadas espaciales y temporales, es decir: el materialismo. En este mismo sentido aquél otro gran neoplatónico que fue Giordano Bruno escribió en su De Magia que "el alma … no está encerrada en el cuerpo, esto es, no está circunscrita por el cuerpo, sino delimitada solamente a fin de poder desplegar según el cuerpo y en el cuerpo los actos segundos... que, como efectos, vestigios y sombras, de ella proceden". Y en su sugestivo De Umbri Idearum (Sobre la sombras de las ideas) afirmó que "no dormirás si de la observación de las sombras físicas procedes a una consideración proporcional de las sombras ideales". En un tiempo como el nuestro, dominado por el materialismo, en el que los fenómenos psíquicos tienden a explicarse en términos de soma -cerebro, terminales nerviosas, etc.- y de physis -biología, química- o de polis -sociología: familia, educación, género, cultura, economía, política, etc.- resulta saludable volverse a la visión neoplatónica que, ya desde sus orígenes con Plotino, coloca al alma como punto de partida de todas sus reflexiones y en el centro mismo de la "realidad":

No hay que pensar que el alma sea de tal condición que asuma la naturaleza de cualquier afección venida del exterior, sin tener ella sola, de todos los seres, una naturaleza propia. No, sino que es menester que ella, mucho antes que las demás cosas, como quien tiene categoría de principio (arkhé), posea una serie de potencias (dynamis) propias (Enéadas II.3.15.15 ss)

Esta aguda percepción de la exterioridad, la physis, como reflejo y expresión de la psique, de modo que lo espacial (lo físico, lo externo) despliega de manera explícita lo intangible (lo psíquico), que es su fundamento y su sostén, es lo que justifica la afirmación plotiniana, repetida por Ficino y por Bruno, de que el cuerpo está en el alma

En un mundo en que se afirman sinsentidos tales como que "el alma está en el cerebro", la mirada de Plotino resulta refrescante y sugerente, y permite afirmar que lo que actualmente llamamos ego-consciencia, el nivel cotidiano de acciones habituales en el reino de la physis, o la percepción natural sensible, es acaso el nivel más bajo de actividad y, en verdad, una especie de inconsciencia. Desde este punto de vista, la psicología contemporánea ha puesto la psique patas arriba. La psicología del desarrollo del yo y del fortalecimiento del ego fracasa porque conduce a menos consciencia en lugar de más.

Enrique

lunes, 25 de diciembre de 2006

Fin de año

Después de un intenso año de cursos y conferencias al servicio de la realidad del alma, en un mundo que tolera insensateces tales como que "el alma está en el cerebro" , un mundo que parece haber vuelto sórdida realidad aquél lema hippy de los 60's ("better living through chemistry"= "una vida mejor mediante químicos"), acabo de enterarme con tristeza de que un antiguo conocido ha sido internado estos días con un grave brote psicótico. Su familia y amigos están desconcertados. Y sin embargo, aunque era previsible, pasaron inadvertidas las señales manifiestas a través de las imágenes que expresaban sus conductas angustiadas. Se sigue considerando que el dolor del alma es "cosa de uno" y que es cuestión de voluntad y no de escucha, de "distraerse" en lugar de prestar atención, de "proponerse superarlo" en lugar de regresar a una tierra de la que uno se ha exiliado.

Corbin escribió lucidamente que "la dificultad es que la mayor parte de los hombres viven fuera de sí mismos, a pesar de que nunca hayan salido de sí mismos. Ciertamente, abundan las terapias para hacerlos entrar en sí mismos, pero cuando tal cosa se consigue, se hace todavía más difícil hacerlos salir de sí mismos. Al extravío en el mundo exterior sucede el estéril golpeteo aplicado incansablemente a los contornos de una falsa subjetividad" (Templo y Contemplación)

Vivir fuera de sí mismos, a pesar de no haber salido nunca de sí mismo. Esto podría haberlo escrito Plotino. "Fuera de sí" significa "ahí afuera", en forma de acontecimiento exterior, en forma de cuerpo (organismo, física, química, biología, etc.), hecho social (familiar, político, económico, etc.). Como bien dijo Marsilio Ficino, el hombre es aquel pájaro que cree arrastrarse porque ve su sombra deslizarse por la superficie. "Fuera de sí" significa identificado con la sombra, con la superficie. Carente de interioridad.

Se prevé que en estos días el libro de E. Punset "El alma está en el cerebro" sea récord de ventas. ¿Qué hay allí respecto a la interioridad? Absolutamente nada: sólo química, fisiología, biología, fascinación por la tecnología y el control. La expectativa de una "felicidad" tecnológica, cuando se descubra el medio químico o físico para anular la enfermedad, la tristeza, la angustia, el sueño (¿pesadilla?) de una panacea tecnológica que permita lograr seres humanos tan olvidados de lo anímico como para haberse vuelto robots que, al menor fallo, sólo requieren un cambio de piezas.

Es probable que este antiguo conocido, actualmente internado, pueda estar de regreso en casa en poco tiempo, medicado hasta el punto del olvido y la inopia. Se parecerá entonces más a las personas "felices", "sin problemas" que profetizan los Punsets de este mundo y que, sin duda, resultará más manejable para su familia y su entorno.

Entre tanto el mundo, y no sólo la gente, está lleno de síntomas. Los mismos: depresiones, desestabilizaciones, degradaciones, desertización.

Después de un intenso año de cursos y conferencias al servicio de la realidad del alma, sólo puedo desear que durante el próximo sigan remontando el vuelo aquellos pájaros que ya no se identifican con su sombra y que, de tanto en tanto, se vuelvan hacia la luz que está tan por encima de ellos como ellos lo están de las superficies.

domingo, 3 de diciembre de 2006

Plotino: Sobre el bien y la belleza


En un tiempo en que se vuelven usuales frases tan penosas como "el alma está en el cerebro" o "el cerebro piensa", "el cerebro imagina", etc., es decir, en un tiempo de rampante materialismo, siempre es refrescante y liberador regresar a Plotino, que ponía el alma en el centro de sus meditaciones, y que sabía que "nuestra patria" es una dimensión diversa de células, terminales nerviosas, átomos y otras fantasías literalizadas.

Así, en su tratado "Sobre el bien y la belleza", escribía:

"Pues bien, la patria nuestra es aquella de la que partimos, y nuestro Padre está allá.
—¿Y qué viaje es ése? ¿Qué huida es ésa?
—No hay que realizarla a pie: los pies nos llevan siempre de una tierra a otra. Tampoco debes aprestarte un carruaje de caballos o una embarcación, sino que debes prescindir de todos esos medios y no poner la mirada en ellos, antes bien, como cerrando los ojos, debes trocar esta vista por otra y despertar la que todos tienen pero pocos usan.
—¿Y qué es lo que ve aquella vista interior?
—Recién despierta, no puede mirar del todo las cosas brillantes. Hay que acostumbrar, pues, al alma a mirar por sí misma"

Puedes leer el tratado picando en el siguiente enlace:
Sobre el bien y la belleza

Un saludo
Enrique

miércoles, 1 de noviembre de 2006

Pierre Hadot sobre Plotino



Acabo de colocar en la web el 2º capítulo del magnífico libro de Pierre Hadot, "Plotino o la simplicidad de la mirada", capítulo que se titula "Niveles del yo".

Allí puede leerse:

"Como dice Plotino retomando una expresión homérica, (9) "nuestra cabeza está fija por encima del cielo". Pero a continuación surge una duda: "Si albergamos en nosotros tan grandes cosas, ¿por qué no tenemos conciencia de ello, por qué la mayor parte del tiempo permanecemos sin ejercer estas actividades superiores? ¿Por qué algunos hombres no las ejercen jamás?" (V, 1,12,1.)
Plotino responde a esto inmediatamente: "Lo que sucede es que no todo cuanto se encuentra en el alma está consciente, sino que nos llega a 'nosotros' al llegar a la conciencia. Cuando una actividad del alma se ejerce sin que se comunique nada a la conciencia, esta actividad no llega al alma por entero. Así pues, 'nosotros' no tenemos noticia alguna de esta actividad, puesto que'nosotros' estamos vinculados a la conciencia y 'nosotros' no somos una parte del alma, sino el alma entera". (V, 1, 12, 5.)

Por tanto, no somos conscientes de este nivel superior de nosotros mismos que es nuestro yo en el pensamiento divino, o, mejor dicho, que es el pensamiento divino de nuestro yo, aunque éste sea una parte,siquiera ahora la parte superior de nuestra alma.
¿Podemos realmente decir que nosotros somos unas cosas de las que no tenemos conciencia? ¿Y cómo explicar esta inconciencia?

"Mas nosotros [...] ¿Quiénes somos 'nosotros'? ¿Somos la parte del alma que permanece siempre en el Espíritu, o bien somos lo que se añade a ella y está sometido al devenir del tiempo? Aunque no es preciso decir que, antes de que se produjese el nacimiento actual, éramos otros hombres en el mundo trascendente algunos de nosotros, incluso éramos dioses, almas puras, Espíritu, unidos a la totalidad del ser, partes del mundo espiritual, sin separación, sin división: pertenecíamos al Todo (y ni siquiera ahora nos hemos separado de él).
Mas es cierto que a aquel hombre ha venido a añadirse ahora otro hombre: quería existir y nos encontró [...] nos revistió de sí mismo y se agregó a aquel hombre que originariamente éramos [...] y de este modo nos hemos convertido en el conjunto de ambos hombres, y más de una vez ya no somos lo que éramos anteriormente, y somos aquel que nos hemos añadido a continuación: el hombre que éramos deja de actuar y, de algún modo, de estar presente". (IV, 4, 14, 16.)"

Para leer el artículo entero, pica aquí


Un saludo
Enrique
http://web.mac.com/eeskenazi/

domingo, 3 de septiembre de 2006

Plotino: Sobre la Belleza



Acabo de añadir a la página de artículos del Centro, el maravilloso tratado de Plotino: Sobre la Belleza Inteligible

Este tratado de las Enéadas (V,8) es en sí un compendio de neoplatonismo, una mirada que hoy resulta sumamente ajena al estilo de vida Occidental y que, sin embargo, es el perfecto antídoto para las miserias a las que nos condena una visión del mundo esclava del literalismo (el imperialismo de "los hechos") e impermeable a la comprensión de lo anímico como otra cosa que un apéndice: ya sea biológico, cerebral, químico, social, económio o cultural.

Es así que resulta iluminador leer en este tratado de Plotino pasajes como los siguientes:

“La verdad es que la naturaleza, que produce obras tan bellas es ya de por sí bella, y lo es con gran prioridad; pero nosotros, que no estamos acostumbrados ni sabemos ver nada de lo del interior de las cosas, corremos tras lo de fuera desconociendo que es lo interno lo que nos mueve. Nos pasa lo mismo que si uno, mirando hacia su propia imagen, tratase de darle alcance desconociendo el original de donde proviene.”

“Allá (en la dimensión imaginal) es donde se da “la vida fácil” y la verdad es, además, su madre, su nodriza, su sustancia y su alimento -y contemplan todas las cosas, no “a las que compete el devenir”, sino a las que compete la Esencia, y se contemplan a sí mismos en los demás. Porque todo es allá diáfano y nada hay oscuro u opaco, sino que cada uno es transparente a cada uno y en todo, puesto que la luz lo es a la luz. Y es que cada uno posee a todos dentro de sí y ve, a su vez, en otro a todos los demás, y todo es todo, y el resplandor es inmenso, porque cada uno de ellos es grande, pues aún lo pequeño es grande. El sol allá es todo los astros, y cada astro es, a su vez, sol y todos los astros. En cada uno destaca un rasgo distinto, pero exhibe todos.Allá el Movimiento es puro; no lo enturbia en su curso un motor que sea distinto de él. El Reposo, por su ante, tampoco se ve turbado por el movimiento, porque no se mezcla con nada móvil. Lo bello es bello, no está en lo no bello. Cada uno no avanza por un país extraño, sino que el “en donde” de cada uno es su propia esencia, y sube como si dijéramos, arriba y su “de donde” sube con él: él y su sitio no son, por tanto, dos cosas distintas; porque su sustrato es la Inteligencia y él mismo es inteligencia, como si uno diera en creer que, en este cielo visible tan luminoso, esa luz emanada de él es la que constituye los astros. Pues bien, en el cielo de acá, un astro no puede constar de otro astro, y así cada astro no puede ser más que una parte. Pero en el Cielo de allá cada Ente consta siempre del todo, y así es a la ve cada uno y todo. Tiene, sí, visos de parte, pero se deja ver como todo para el de vista penetrante, para el que fuera tan agudo de vista como Linceo, que se decía que veía aun las entrañas de la tierra. Este mito de Linceo simboliza los ojos de allá.”

“Cabe comprender la grandiosidad y la potencia de esta sabiduría, por el hecho de que consigo lleva y consigo ha creado los Seres: todos van en su séquito; ella misma es los Seres; con ella nacieron; ambos son una misma cosa, y la Esencia es la sabiduría de allá. Pero nosotros no alcanzamos a comprenderlo, porque pensamos que las ciencias están compuestas de teoremas y de un cúmulo de proposiciones; lo que realmente no es verdad, ni aun en las ciencias de este mundo. Si alguno de vosotros duda de ello, prescindamos de estas ciencias por el momento, y centrémonos en la Ciencia de allá, la que con certera intuición Platón dice que “no es distinta del sujeto en que reside”.”

“en la región transcendente las cosas no han sido planeadas así porque tenían que ser así, sino que, porque son como son, por eso son bellas. Es como si, en el silogismo causal, la conclusión se anticipara a las premisas en vez de seguirse de ellas. No son resultado de una consecución lógica ni de una ideación, sino anteriores a toda consecución y a cualquier ideación, puesto que todo esto -razonamiento, demostración y prueba- viene después. Puesto que es principio, todas las cosas proceden espontáneamente y son como son. Y se dice con razón que no deben inquirirse las causas del principio, y más de un principio cual es el perfecto, que es idéntico al fin. Hasta tal punto que principio y fin son todo a la vez y de una manera completa”

“Represéntate, pues, mentalmente la imagen luminosa de una esfera, que contiene en su interior todos los seres, sea que estén en movimiento, sea que estén en reposo, o mejor unos en movimiento y otros en reposo. Reteniendo esta imagen, fórmate ahora otra suprimiendo mentalmente la masa. Suprime también el lugar y toda representación mental de la materia, y no trates meramente de sustituir esa esfera por otra de menor volumen, sino que, invocando al dios hacedor la esfera representada, suplícale que venga. Y vendrá: vendrá trayendo consigo su propio universo con todos los dioses incluidos en él, siendo uno y todos. Cada uno es todos consociados en unidad: diferentes por sus potencias, pero todos son uno en virtud de aquella única múltiple potencia, o mejor, el que es uno solo es todos, pues no se agota porque nazcan todos aquellos. Están todos juntos, pero a la vez cada uno está aparte en posición inextensa, dado que carece de toda forma sensible (si no, uno estaría en un sitio y otro en otro, y no sería cada uno todo en sí mismo) y no tiene partes distintas ni respecto a otros ni respecto a sí mismo, ni es cada uno a modo de una potencia fragmentada igual a la suma de sus partes mensuradas. Por el contrario, es una potencia total, infinita en alcance y en poder. Y es tan grande aquél dios que aun sus partes son infinitas. Porque ¿qué punto se podría aducir al que no extienda? Es verdad que también este universo es grande que todas las potencias que hay en él coexisten juntas; pero sería mayor, sería de una grandeza inefable si no llevara aneja una pequeña potencia corporal”

Contemplando, pues, Zeus -y aquellos de entre nosotros que estén como él enamorados- ese espectáculo, al final podrá ver la Belleza entera posada sobre todos los seres; la verá y compartirá aquella Belleza. Porque ésta refulge en todas las cosas e inunda de luz a los llegados allá de manera que aun éstos se embellezcan análogamente a como a menudo hombres que escalan parajes elevados cuyo suelo amarillea allá en la altura cobran el mismo color dorado de la tierra que pisan. Allá el color que tiñe la región transcendente es la Belleza, mejor dicho, allá todo es color y belleza en profundidad. Allá la Belleza no es un tinte superficial distinto de la realidad. Pero para quienes no han alcanzado la visión plena sólo cuenta el reverbero. En cambio, a quienes están empapados y como embriagados y saturados de néctar, como tienen el alma transida de belleza, les cabe el no ser menos espectadores. Porque no se trata ya de dos cosas extrínsecas, contemplante y contemplado, sino que el vidente de vista penetrante posee dentro de sí el objeto visto. Pero poseyéndolo, la mayoría de las veces desconoce que lo posee y lo mira como algo extrínseco, porque lo mira como objeto de visión y porque desea mirarlo. Ahora bien, todo cuanto uno mira como objeto de contemplación, lo mira como algo externo. Pero es menester desplazar la mirada y mirarse a sí mismo, mirar el objeto como una sola cosa consigo mismo, como idéntico a uno mismo, del mismo modo que quien estuviera poseído por algún dios, presa de Febo, o por alguna Musa, alcanzaría la visión del dios dentro de sí mismo, si fuera capaz de mirar a dios dentro de sí mismo.

Pero si alguno no es todavía capaz de verse a sí mismo cuando poseído por el dios proyecta, para verlo, el objeto de su visión, se proyecta a sí mismo y mira una imagen embellecida de sí mismo. Mas si prescinde de esa imagen, por bella que sea, aunándose consigo mismo y deja de escindirse por más tiempo, se hace una sola cosa a la vez que todas las cosas en compañía de aquel dios calladamente presente, y está con él cuanto puede y quiere. Y si luego se convierte a la dualidad, con tal de permanecer puro estará en antigüedad con aquél, de tal manera que pueda recobrar aquel estado anterior de copresencia si de nuevo se reconvierte a aquél. Y en esta reconversión reporta el provecho siguiente: en un principio tiene consciencia de sí mismo, mientras dura la alteridad; mas luego, apresurándose a adentrarse en sí mismo, recobra su integridad y, dejando atrás la percepción consciente por miedo a la alteridad, es y a uno allá en su interior. Y si deseare verse a sí mismo como objeto distinto, con ello se saca sí mismo afuera. Ahora bien, quien aspire a un conocimiento profundo de aquel dios, debe tomar como base un esbozo de aquel y tratar de lograr, por la investigación, un conocimiento más preciso, y así, una vez convencido de que se adentra en un espectáculo beatífico, debe adentrarse ya plenamente y convertirse ya de vidente en objeto de visión para otro que lo contemple resplandeciente con los esplendorosos pensamientos que dimanan de allá.

Y ¿cómo podrá uno alcanzar la Belleza, si no la ve? -En realidad, si uno ve la Belleza como distinta de sí mismo, es que todavía no ha alcanzado la Belleza, mientras que si se transforma en Belleza, entonces sí que la alcanza mejor que de ningún otro modo. En conclusión; si la visión es de lo externo, o no debe haber visión o, si la hay, que sea de modo que se identifique con el objeto visto. Y esto es una especie de autocomprensión y autoconsciencia de quien se guarda de apartarse de sí mismo por deseo de una percepción más consciente.

Hay que tener en cuenta, además, lo siguiente; que las sensaciones de los males producen una impresión más fuerte, pero que el conocimiento resultante es menor por la repercusión causada por las impresiones. La enfermedad repercute, en efecto, más violentamente, mientras que la salud, coexistiendo pacíficamente con el sujeto, origina en él una mayor comprensión de sí mismo. Es que la salud, como propiedad del sujeto, se adhiere a él y se aúna con él, mientras que la enfermedad es algo extraño e inapropiado. Y por eso se hace patente por la intensa impresión que nos produce de ser otra cosa distinta de nosotros. En cambio de lo nuestro, lo mismo que de nosotros, no hay percepción; pero no habiéndola, precisamente por eso nos comprendemos mejor a nosotros mismos, habiendo unificado la ciencia de nosotros con nosotros. Pues también en aquel caso, cuando nuestro conocimiento es según la inteligencia, entonces más que nunca tenemos la impresión de ser ignorantes, estando a la espera de la vivencia de una percepción consciente, que declara no haber visto. Es que ni vio ni podrá ver jamás tales objetos. Es, pues, la consciencia la que no cree, mientras que quien vio es un sujeto distinto de ella. Y si tampoco éste creyera, tampoco creerá en su propia existencia, ya que ni tan siquiera él puede, proyectándose al exterior cual si fuera un objeto sensible, verse a sí mismo con los ojos del cuerpo.”

“Nosotros mismos, cuando somos bellos, lo somos por ser de nosotros mismos. Por el contrario, somos feos cuando nos transformamos en una naturaleza extraña. Y somos bellos cuando nos conocemos, feos cuando nos desconocemos”

Enrique

domingo, 12 de diciembre de 2004

Nuevo enlace sobre Plotino (Seminarios de filosofia)

En la página dedicada al Seminario de Filosofía
he añadido un enlace al Diccionaro de Filosofía de José Ferrater Mora, a su artículo sobre Plotino que reproduzco a continuación

PLOTINO

PLOTINO (205-270), nac. en Licópolis (Egipto). Según cuenta su discípulo y biógrafo Porfirio, fue llevado a la filosofía por Ammonio Saccas, que profesaba en Alejandría y que tuvo como discípulos, no sólo a Plotino, sino a Herennio y Orígenes (el neoplatónico, no el cristiano). Tras once años de estudios en la escuela de Ammonio se dirigió hacia Siria y Persia con el ejército del emperador Gordiano, pero al retirarse éste se refugió en Antioquía, de donde pasó hacia 245 a Roma. En la capital del Imperio fundó su propia escuela, en la que profesó casi hasta el fin de su vida, escribiendo sólo en fecha muy tardía los cincuenta y cuatro tratados, recopilados por Porfirio en seis Eneadas o novenas, por contener nueve tratados cada una. Los discípulos inmediatos de Plotino, aparte Porfirio, fueron, entre otros, Amelio de Etruria, el médico alejandrino Eustoquio, que cuidó al maestro en el momento de su solitaria muerte, el poeta Zotico, el médico Zeto, de origen árabe, y algunos senadores, llegando su influencia hasta los propios miembros de la Casa imperial. Tal confluencia de discípulos de los lugares más diversos, aunque todos ellos de las clases más elevadas, era algo característico de la filosofía de este período, en el mismo sentido en que lo era el cosmopolitismo aristocrático del estoicismo imperial. Las enseñanzas de Plotino no se desenvolvieron, por otro lado, sin las más violentas controversias; a la entusiasta aceptación por parte de sus discípulos se yuxtaponían las críticas y las quejas procedentes sobre todo de los platónicos de Atenas, que acusaban a Plotino de arbitrario y de plagiario y que le echaban en cara el imitar sin más las doctrinas de Numenio de Apamea, que por algunos (por ejemplo, K. S. Guthrie) es considerado como el verdadero padre del neoplatonismo. Contra semejantes acusaciones se defendieron sus discípulos, en particular Porfirio y no menos Amelio, quien redactó un tratado Sobre la diferencia entre el sistema de Plotino y el de Numenio. De tales luchas no estuvo exenta la escuela en la misma Roma, y de ello da fe, entre otros hechos, la discusión entre el citado Amelio y Longino, que tuvo durante un tiempo a Amelio y Porfirio como discípulos en su propia escuela. La filosofía de Plotino no queda, empero, agotada con la indicación de que es el fundador del neoplatonismo (VÉASE). En rigor, más que a Plotino mismo conviene este nombre a cualquier otra de las tendencias que florecieron contemporáneamente, no sólo porque la notoria originalidad de Plotino hace insuficiente tal denominación, sino porque más que una síntesis y renovación del platonismo hay en Plotino una síntesis, una renovación y una recapitulación de la historia entera de la filosofía griega. Esta recapitulación fue llevada a cabo, por lo pronto, en forma triple: con la especulación sobre lo Uno, con la meditación sobre la participación y sobre las naturalezas inteligibles y su relación con las sensibles, y con el examen de la idea de emanación. La unidad es para Plotino expresión de la perfección y de la realidad: «todos los seres —dice—, tanto los primeros como aquellos que reciben tal nombre, son seres sólo en virtud de su unidad». La unidad del ser es su último fundamento, lo que constituye su realidad verdadera y a la vez lo que puede fundar las realidades que a ella se sobreponen. De ahí que todo ser diverso tenga como principio y fundamento, como modelo al cual aspira, una unidad superior, de modo análogo a como el cuerpo tiene su unidad superior en el alma. La unidad es, ante todo, un principio de perfección y de realidad superior, si no la perfección y la realidad misma, pues lo Uno no debe concebirse exclusivamente como una expresión numérica, sino como una esencia supremamente existente, como el divino principio del ser. Ahora bien, si lo Uno es el principio, no es la realidad única, aun cuando sea lo único que pueda llamarse con toda propiedad real y absoluto. Lo Uno no es lo único, porque funda justamente la diversidad, aquello que de él emana como pueden emanar de lo real la sombra y el reflejo, los seres cuya forma de existencia no es la eterna permanencia en lo alto, recogiendo en su ser toda existencia, sino la caída, la distensión de la primitiva, perfecta y originaria tensión de la realidad suma; pues lo Uno vive, por así decirlo, en absoluta y completa tensión, recogido sobre sí mismo y recogiendo con él a la realidad restante. El doble movimiento de procesión y conversión, de despliegue y recogimiento, es la consecuencia de esa posición de toda realidad desde el momento en que se presenta la Unidad suprema y, en el polo opuesto, la nada: la perfección engendra por su propia naturaleza lo semejante, la copia y el reflejo, que subsisten gracias a estar vueltos contemplativamente hacia su modelo originario. Sólo en este sentido puede decirse, pues, que la suprema Unidad contiene potencialmente lo diverso, pues lo Uno no es la unidad de todas las potencias, sino la realidad que las contiene a todas en cuanto potencias. Lo Uno es pues, fundamento de todo ser, realidad absoluta y, a la vez, absoluta perfección. Lo diverso no está relacionado con lo Uno al modo como la forma aristotélica insufla su realidad a la materia, porque lo Uno es substancia en cuanto entidad que nada necesita para existir, excepto ella misma. Lo diverso nace, por consiguiente, a causa de una superabundancia de lo Uno, como la luz se derrama sin propio sacrificio de sí misma. Esta relación de lo Uno con lo diverso es, propiamente hablando, una emanación (VÉASE) en la cual lo emanado tiende constantemente a mantenerse igual a su modelo, a identificarse con él, como el mundo sensible tiende a realizar en sí mismo los modelos originarios y perfectos de las ideas. De lo Uno, de esa unidad suma, desbordante e indefinible, nace por emanación la segunda hipóstasis, lo Inteligible. Éste no es ya la absoluta indiferenciación que caracteriza lo Uno, la unicidad absoluta anterior a todo ser, sino el Ser mismo o, como dice Plotino, la Inteligencia (nous). La identificación del Ser inteligible con la Inteligencia es la identificación del ser con el pensar, la racionalización completa del ente. Lo Uno contempla lo Inteligible, el cual es, a su vez, producto de esta misma contemplación. Por emanación de lo Inteligible surge la tercera hipóstasis, el Alma del Mundo (VÉASE), división de lo Inteligible y principio de formación del mundo sensible, el cual es, por lo tanto, visión del alma, producto de su contemplación y realización de su potencial variedad. El Alma anima y unifica todo ser; le hace partícipe, en la medida de su facultad, de la libertad que solamente lo Uno posee de un modo absoluto, pues únicamente lo Uno es libertad real y completa autarquía. En un grado inferior de esta serie de emanaciones se encuentra la materia sensible, que, a diferencia de la materia (VÉASE) inteligible, puede ser equiparada con lo indeterminado por principio, con el receptáculo vacío, con la sombra y el no ser. La pura materia sensible es, además, el mal (VÉASE), el reverso metafísico de la medalla en cuyo anverso brilla eternamente lo Uno perfecto y absolutamente bueno. Perturbación del sumo Orden, el mal o la materia enteramente sensible son a la vez los principios de la absoluta multiplicidad y dispersión. Ello no significa que todo lo sensible sea por sí mismo absolutamente malo, aunque inspirado por el deseo de unidad y de recogimiento en sí mismo, el universo descrito por Plotino no produce, como el propio filósofo se complace en decir, un sonido único. Es una armonía regida por la unidad y por la aspiración a convertirlo todo en ella, esto es, por el deseo que tiene toda realidad de verse y contemplarse en cada unidad superior y, en último término, en la Unidad suprema. Por eso Plotino llega a «justificar» los males efectivamente existentes en este mundo en tanto que componen la armónica totalidad del universo. Sólo el mal absoluto y pretendidamente autónomo queda fuera de su cuadro, precisamente porque semejante mal es un puro no ser.


La misión del filósofo no es, así, tanto aniquilar lo sensible como vivir en él como si estuviera de continuo orientado hacia lo inteligible. El norte de la vida del sabio es el «más allá» donde reina lo Uno e irradia su realidad sobre el resto del universo. La realidad corporal y de aquí abajo no queda propiamente suprimida, sino transfigurada. Para conseguirlo en toda su plenitud, el sabio tiene que huir de toda dispersión y evitar confundir lo que no es más que semirreal con la plena realidad. Lo mismo que el tiempo debe concebirse como recogido en la eternidad (VÉASE), el cuerpo y lo sensible deben contemplarse como residiendo en lo inteligible, atraídos por él y modificados por él. De este modo lo sensible y lo temporal, que por sí mismos son perturbaciones del bien y del orden, pueden manifestarse como bellos y ordenados. Más todavía: lo sensible podrá ser instrumento por medio del cual se alcance lo inteligible y, con ello, esa felicidad completa que sólo es dada al sabio que sabe cómo retirarse y «dónde» retirarse. La propia razón discursiva no debe ser desdeñada: tiene que ser hábilmente utilizada, pues a través de ella puede llegarse a la intuición intelectual de lo que es (y es uno), a la contemplación pura y al éxtasis.


Emanación de las hipóstasis, procesión (VÉASE) de las mismas y conversión en lo Uno son, por lo tanto, los conceptos capitales de la filosofía plotiniana. Sin ellos es imposible comprender por qué el sabio debe trascender siempre sus propias limitaciones y en vez de recogerse egoístamente en sí mismo orientarse hacia el orden eterno del universo. Ahora bien, la purificación (conseguida casi siempre por el constante ejercicio de la intuición intelectual) es para ello un elemento indispensable. Al purificarse, el alma asciende por la escalera que conduce hacia la unidad suprema: el punto de vista del ser (del ser eterno y uno) acaba por predominar sobre todos los demás, sobre el desorden, la génesis, la dispersión y el tiempo. Todo lo que no sea contemplación resulta, así, una debilitación de ella, una mera sombra. Imitadora de los dioses en la tierra, el alma del sabio (del sabio neoplatónico) consigue por la purificación y la contemplación ser lo que realmente es: el reflejo exacto y fiel de la razón universal.


Edición de obras: La primera edición de Plotino fue la traducción latina de Marsilio Ficino (Florencia, 1492, reimpresa en 1540 y 1599). En griego y latín aparecieron las Eneadas en Basilea (1580 y 1615). Edición griega con la traducción de Ficino por D. Wyttenbach, G. H. Moser y F. Creuzer (Oxford, 1835), y por Creuzer y Moser (París, 1855). Entre las ediciones más recientes figuran la de Bréhier (7 vols., 1924-1938), considerada hoy como filológicamente poco segura; las de V. Cilento (vol. I. Enn. i-ii; vol. II, Parte 1, Enn. i-iv, 1949; vol. III, Parte 2, Enn. v-vi y con una bibliografía por B. Marien, 1949, y vol. III, Parte I, Enn. v-vi, 1949) y G. Faggin (Enn. I, 1947; II-III, 1948; reed., 1986), con texto y aparato crítico muy mejorados. La edición definitiva es la de Paul Henry y Hans-Rudolf Schwyzer, Opera, I [Porphyrii Vita Plotini; Enn., I-III], 1951; II [Enn., IV-V], 1959; III [Enn., VI, Addenda ad I-II, Índices], 1973.


Además de la traducción de Bréhier, existen al francés traducciones de M. N. Bouillet (1857-1861, reimp., 1968) y Abbé Alta (1924-1926). Traducciones alemanas de H. F. Müller (1878-1880) y de R. Harder (1930-1937), esta última estimada como de consulta indispensable. Hay traducción inglesa de Mackenna. En español ha comenzado a publicarse una traducción de D. García Bacca (I, 1949), antecedida por un tomo aparte: Introducción general a las Eneadas, 1948. Los comentarios de García Bacca, añadidos a las notas de Bréhier a su edición, a las de Harder y a los comentarios de Cilento y de Giuseppe Faggin (quien, además, ha dedicado un tomo a Plotino, 1945), constituyen, con los trabajos de P. Henry, C. Carbonara y E. R. Dodds (cfr. infra), la mejor introducción al estado presente de las investigaciones plotinianas.


Bibliografía: P. Henry, «Bulletin critique des études plotiniennes», Nouvelle Revue de Théologie, 59 (1932), 707-925. —A. Mansion, «Travaux sur l'oeuvre et la philosophie de Plotin», Revue Néoscholastique de Philosophie, 42 (1939), 229-251. —B. Marien, Bibliografia critica degli studi Plotiniani con rassegna delle loro recensioni, 1949. —J. H. Sleeman, G. Pollet, Lexicon Plotinianum, 1980.


Véase: C. H. Kirchner: Die Philosophie des Plotin, 1854. —M. N. Bouillet, Les Ennéades de Plotin, 3 vols., 1857. —Emil Brenning, Die Lehre vom Schönen bei Plotin, in Zusammenhange seines Systems dargestellt. Ein Beitrag zur Geschichte der Aesthetik, 1864. —Arthur Richter, Neuplatonische Studien (1. Ueber Leben und Geistesentwicklung des Plotin; 2. Plotins Lehre vom Sein und die metaphysische Grundlage seiner Philosophie; 3. Die Theologie und Physik des Plotin; 4. Die Psychologie des Plotin; 5. Die Ethik des Plotin), 1864-1867. —H. F. Müller, Ethices Plotinis lineamenta, 1867 (tesis) (otros trabajos del mismo autor, especialmente en Philosophische Monatshefte). —A. Matinée, Platon et Plotin, 1879. —Hugo von Kleist, Plotinische Studien. I. Studien zur 4 Enneade, 1833 (no se publicaron más vols.) (otros trabajos del mismo autor sobre Plotino en varias revistas). —M. Besobrasof, Ueber Plotins Glückseligkeitslehre, 1887. —L. 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