Acabo de traducir y publicar el artículo de G. Durand: Exploración de lo imaginal
En él puede leerse:
"Tomar nuestros deseo por realidades objetivas, es decir, confundir la dimensión mítica con la utilitaria, constituye una de las grandes mistificaciones de nuestro tiempo- tan preocupado en desmitologizarlo todo. La enfermedad básica de la que puede estar muriendo nuestra cultura es la minimización, por parte del hombre, de las imágenes y los mitos, así como su fe en una civilización positivista, racionalista, aséptica. En el mismo momento en que -junto con el fracaso del simbolismo, principio teorético que subyace a todas las mitologías- el hombre Occidental proclamó que "Dios ha muerto", también "soñó" el nacimiento extravagante de un superhombre planetario, democrático e igualitario, capaz de condensar todas las teologías y metafísicas en una forma radiante de positivismo -un superhombre capaz de reducir incluso este positivismo al ritmo regular y desapasionado del pensamiento informatizado"
y más adelante:
"Aquí reside la alienación fundamental, el desastre antropológico, que todos los románticos -poetas, políticos, novelistas e historiadores por igual- denunciaron con el mismo vigor. Henry Corbin atribuye este desastre, por el cual la metafísica Occidental naufraga desde el comienzo mismo, a Averroes y al averroismo latino, que dio origen directamente al tomismo aristotélico, es decir: al momento en que la filosofía occidental, con el apoyo de las enseñanzas autoritarias de la Iglesia Católica Romana, repudió la teoría de Platón y de Avicena de un intellectus agens. Como resultado, la inspiración profética y teosófica, la apertura misma del alma, tuvo que dar paso a una mente humana que no era sino una herramienta, un organon o un método para adaptarse al mundo material, o -como dijo Bergson, ese romántico tardío- "al mundo de los sólidos". Desde entonces el alma humana se volvió hacia la experiencia causal y la razón. La psique se redujo a percepción y razonamiento, mientras que la memoria y la imaginación se abandonaron como pertenecientes a la prehistoria del método. Todas las fuentes de inspiración profética se volvieron sospechosas: fueron etiquetadas como heréticas a los ojos de la ortodoxia racionalista occidental. Porque eran puro contenido, porque proponían el escándalo del concretismo espiritual, tanto la imaginación como la memoria fueron confinadas al reino de lo superfluo, de la incoherencia, de la locura o la parcialidad, tan vigorosamente rechazado por los cartesianos. Imagen y mito no constituían sino la "escoria" del discurso racional."
En el resto de este interesante artículo Durand se refiere a la importante exploración de lo imaginal llevada a cabo por los románticos (con especial énfasis en Gerard de Nerval), Bachelard, Jung y Corbin
En él puede leerse:
"Tomar nuestros deseo por realidades objetivas, es decir, confundir la dimensión mítica con la utilitaria, constituye una de las grandes mistificaciones de nuestro tiempo- tan preocupado en desmitologizarlo todo. La enfermedad básica de la que puede estar muriendo nuestra cultura es la minimización, por parte del hombre, de las imágenes y los mitos, así como su fe en una civilización positivista, racionalista, aséptica. En el mismo momento en que -junto con el fracaso del simbolismo, principio teorético que subyace a todas las mitologías- el hombre Occidental proclamó que "Dios ha muerto", también "soñó" el nacimiento extravagante de un superhombre planetario, democrático e igualitario, capaz de condensar todas las teologías y metafísicas en una forma radiante de positivismo -un superhombre capaz de reducir incluso este positivismo al ritmo regular y desapasionado del pensamiento informatizado"
y más adelante:
"Aquí reside la alienación fundamental, el desastre antropológico, que todos los románticos -poetas, políticos, novelistas e historiadores por igual- denunciaron con el mismo vigor. Henry Corbin atribuye este desastre, por el cual la metafísica Occidental naufraga desde el comienzo mismo, a Averroes y al averroismo latino, que dio origen directamente al tomismo aristotélico, es decir: al momento en que la filosofía occidental, con el apoyo de las enseñanzas autoritarias de la Iglesia Católica Romana, repudió la teoría de Platón y de Avicena de un intellectus agens. Como resultado, la inspiración profética y teosófica, la apertura misma del alma, tuvo que dar paso a una mente humana que no era sino una herramienta, un organon o un método para adaptarse al mundo material, o -como dijo Bergson, ese romántico tardío- "al mundo de los sólidos". Desde entonces el alma humana se volvió hacia la experiencia causal y la razón. La psique se redujo a percepción y razonamiento, mientras que la memoria y la imaginación se abandonaron como pertenecientes a la prehistoria del método. Todas las fuentes de inspiración profética se volvieron sospechosas: fueron etiquetadas como heréticas a los ojos de la ortodoxia racionalista occidental. Porque eran puro contenido, porque proponían el escándalo del concretismo espiritual, tanto la imaginación como la memoria fueron confinadas al reino de lo superfluo, de la incoherencia, de la locura o la parcialidad, tan vigorosamente rechazado por los cartesianos. Imagen y mito no constituían sino la "escoria" del discurso racional."
En el resto de este interesante artículo Durand se refiere a la importante exploración de lo imaginal llevada a cabo por los románticos (con especial énfasis en Gerard de Nerval), Bachelard, Jung y Corbin