Acabo de publicar toda la cuarta lección de la primera parte de Qué significa pensar de Martín Heidegger
Esta obra, que ya fue una revelación en 1952, sigue “dando qué pensar” o, mejor aún, “ayudando hacia lo que hay que pensar” en un tiempo en que la re-presentación ha cubierto “lo real”.
En esta lección Heidegger afirma, entre otras cosas:
¿Qué sucede aquí, que el árbol se nos presenta y nosotros nos ponemos frente al árbol? ¿Dónde transcurre este presentar al estar nosotros frente y delante de un árbol en flor? ¿Acaso en nuestra cabeza? Indudablemente; muchas cosas ocurren tal vez en nuestro cerebro cuando estamos en un prado teniendo delante y percibiendo un árbol en flor con su resplandor y su fragancia. Hasta se puede hoy día mediante aparatos de transformación y amplificación hacer perceptibles acústicamente los procesos de la cabeza como corrientes cerebrales, haciendo un gráfico de las curvas respectivas. Se puede... ¡cómo no! ¿Qué no puede el hombre actual? Hasta puede a ratos ayudar, con este poder. Y está ayudando por todas partes con las mejores intenciones. Se puede... es probable que nadie de nosotros tenga siquiera un barrunto de todo lo que el hombre podrá hacer científicamente dentro de poco. Pero ¿dónde queda, por ceñirnos al caso que nos ocupa, con esas corrientes cerebrales científicamente registrables, dónde queda el árbol en flor? ¿Dónde queda el hombre? ¿No el cerebro, sino el hombre que acaso mañana se nos vaya muriendo y que en otros tiempos venía hacia nosotros? ¿Dónde queda el presentar en el cual el árbol se presenta y el hombre se coloca en el estar frente al árbol?
Presumiblemente en el presentar recién mencionado tengan lugar también diversos procesos en lo que suele describirse como la esfera de la conciencia, considerándola como lo anímico. Pero ¿está el árbol "en la conciencia" o está en el prado? ¿Se extiende el prado como vivencia en el alma o sobre la tierra? ¿Está la tierra en nuestra cabeza o estamos nosotros en la tierra?
Objetará alguno que sobran semejantes preguntas acerca de un estado de cosas que al punto es admitido por cualquiera como cosa que corresponde en justicia, puesto que para todo el mundo es más claro que la luz del día que nosotros estamos en la tierra y, siguiendo el ejemplo elegido, frente a un árbol. Mas no nos precipitemos demasiado al hacer esta concesión y no tomemos demasiado a la ligera lo que parece más claro que la luz del día. Pues, al primer descuido damos de mano a todo esto, tan pronto como las ciencias de la física, fisiología y psicología juntamente con la filosofía científica y todo el aparato de su documentación y pruebas, nos explican que propiamente no percibimos allí ningún árbol, sino en realidad un vacío sembrado a grandes intervalos de cargas eléctricas que circulan a enormes velocidades. No basta que admitamos, por así decirlo, sólo en los momentos que escapan a la vigilancia científica, que nos hallamos naturalmente frente a un árbol en flor, para asegurar un instante después con la misma naturalidad que tal opinión representa por supuesto solamente una concepción ingenua de las cosas, por ser pre-científica. Al asegurar esto, ya hemos concedido algo a cuya trascendencia apenas prestamos atención, a saber, que propiamente son las ciencias mencionadas quienes dictaminan cuales cosas del árbol en flor pueden tenerse por realidad y cuáles no. ¿Con qué título se toman las ciencias, a las que el origen de su propia esencia tiene que permanecer oculto, las atribuciones para emitir semejantes juicios? ¿De dónde les vine a las ciencias el derecho de determinar el lugar donde está situado el hombre, erigiéndose a sí mismas en patrón y medida de tales definiciones? Esto, empero, ya tiene lugar con sólo resignarnos en silencio a que nuestro estar frente al árbol sea únicamente una relación calificada de pre-científica con lo que seguimos todavía denominando "árbol". La verdad es que actualmente estamos más bien inclinados a repudiar el árbol en flor a favor de conocimientos físicos y fisiológicos que creemos ser superiores.
He añadido otras reflexiones de Heidegger alrededor del pensar, la belleza, la esencia de la técnica, la memoria (Mnemosine) y el olvido en esta nota
Esta obra, que ya fue una revelación en 1952, sigue “dando qué pensar” o, mejor aún, “ayudando hacia lo que hay que pensar” en un tiempo en que la re-presentación ha cubierto “lo real”.
En esta lección Heidegger afirma, entre otras cosas:
¿Qué sucede aquí, que el árbol se nos presenta y nosotros nos ponemos frente al árbol? ¿Dónde transcurre este presentar al estar nosotros frente y delante de un árbol en flor? ¿Acaso en nuestra cabeza? Indudablemente; muchas cosas ocurren tal vez en nuestro cerebro cuando estamos en un prado teniendo delante y percibiendo un árbol en flor con su resplandor y su fragancia. Hasta se puede hoy día mediante aparatos de transformación y amplificación hacer perceptibles acústicamente los procesos de la cabeza como corrientes cerebrales, haciendo un gráfico de las curvas respectivas. Se puede... ¡cómo no! ¿Qué no puede el hombre actual? Hasta puede a ratos ayudar, con este poder. Y está ayudando por todas partes con las mejores intenciones. Se puede... es probable que nadie de nosotros tenga siquiera un barrunto de todo lo que el hombre podrá hacer científicamente dentro de poco. Pero ¿dónde queda, por ceñirnos al caso que nos ocupa, con esas corrientes cerebrales científicamente registrables, dónde queda el árbol en flor? ¿Dónde queda el hombre? ¿No el cerebro, sino el hombre que acaso mañana se nos vaya muriendo y que en otros tiempos venía hacia nosotros? ¿Dónde queda el presentar en el cual el árbol se presenta y el hombre se coloca en el estar frente al árbol?
Presumiblemente en el presentar recién mencionado tengan lugar también diversos procesos en lo que suele describirse como la esfera de la conciencia, considerándola como lo anímico. Pero ¿está el árbol "en la conciencia" o está en el prado? ¿Se extiende el prado como vivencia en el alma o sobre la tierra? ¿Está la tierra en nuestra cabeza o estamos nosotros en la tierra?
Objetará alguno que sobran semejantes preguntas acerca de un estado de cosas que al punto es admitido por cualquiera como cosa que corresponde en justicia, puesto que para todo el mundo es más claro que la luz del día que nosotros estamos en la tierra y, siguiendo el ejemplo elegido, frente a un árbol. Mas no nos precipitemos demasiado al hacer esta concesión y no tomemos demasiado a la ligera lo que parece más claro que la luz del día. Pues, al primer descuido damos de mano a todo esto, tan pronto como las ciencias de la física, fisiología y psicología juntamente con la filosofía científica y todo el aparato de su documentación y pruebas, nos explican que propiamente no percibimos allí ningún árbol, sino en realidad un vacío sembrado a grandes intervalos de cargas eléctricas que circulan a enormes velocidades. No basta que admitamos, por así decirlo, sólo en los momentos que escapan a la vigilancia científica, que nos hallamos naturalmente frente a un árbol en flor, para asegurar un instante después con la misma naturalidad que tal opinión representa por supuesto solamente una concepción ingenua de las cosas, por ser pre-científica. Al asegurar esto, ya hemos concedido algo a cuya trascendencia apenas prestamos atención, a saber, que propiamente son las ciencias mencionadas quienes dictaminan cuales cosas del árbol en flor pueden tenerse por realidad y cuáles no. ¿Con qué título se toman las ciencias, a las que el origen de su propia esencia tiene que permanecer oculto, las atribuciones para emitir semejantes juicios? ¿De dónde les vine a las ciencias el derecho de determinar el lugar donde está situado el hombre, erigiéndose a sí mismas en patrón y medida de tales definiciones? Esto, empero, ya tiene lugar con sólo resignarnos en silencio a que nuestro estar frente al árbol sea únicamente una relación calificada de pre-científica con lo que seguimos todavía denominando "árbol". La verdad es que actualmente estamos más bien inclinados a repudiar el árbol en flor a favor de conocimientos físicos y fisiológicos que creemos ser superiores.
He añadido otras reflexiones de Heidegger alrededor del pensar, la belleza, la esencia de la técnica, la memoria (Mnemosine) y el olvido en esta nota