Reflexiones psicológicas.
Continuando con las reflexiones sobre el personalismo -que tanta mella hace en la psicología (exceptuados los pensamientos de James Hillman y de Wolfgang Giegerich, bien prevenidos contra esta plaga)- vale la pena mencionar los siguientes apuntes de Martin Heidegger, tomados de su “Meditación” (Besinnung, tomo 66 de las Gesamtausgabe), ed. Biblos, Bs. As. 2006:
“El antropomorfismo es la convicción expresa o inexpresa, admitida o de incógnito aceptada, de que el ente en totalidad es lo que es y como es gracias y conforme al representar, que transcurre en el hombre, es decir en el animal dotado de razón, como un proceso vital entre otros. El ente y lo que así se nombra y conoce es una haceduría humana… El antropomorfismo puede retirarse en todo momento y para cada uno evidentemente a su primera y última proposición, de que precisamente pues todo lo representado, dicho e interrogado sea “humano”. Y no obstante no es la humanización del ente lo esencial suyo, sino la resistencia que se anuncia en las más diferentes figuras ante toda posibilidad de un cambio esencial del hombre. Por ello asume también con gusto el rol de una evasiva ante toda exigencia de un decisivo preguntar”.
“la pregunta por la verdad del ser permanece desconocida e impreguntada. La relación del hombre con el “ser” rige por adelantado como decidida a través de la explicación de la referencia humana (humanizante) del hombre con el ente. El verdadero sostén del antropomorfismo es por ello la metafísica como tal. Otorga sobre todo el espacio para su afirmación y su rechazo. Ello se pone en evidencia en el contrajuego, que en seguida se degenera en plena infructuosidad, de “subjetivismo” y “objetivismo” en la metafísica moderna. El “subjetivismo” tiene, en todo caso, que ser entendido aquí en su plena esencia, es decir, metafísicamente. Es el planteo del hombre (sea como “yo” o “nosotros”, como “singular” o “comunidad”, como “espíritu” o “cuerpo”, como mero viviente o “pueblo”) en el sentido del sub-iectum, es decir de aquel ente, desde el cual y hacia el cual todo ente es “explicado” en su entidad. El “objetivismo”, de nuevo metafísicamente tomado, resulta necesariamente el reverso del “subjetivismo”, apenas éste se ha vuelto en su esencia plenamente opaco y evidente. El hombre, es decir el subiectum olvidado como tal pertenece a la totalidad del ente en el sentido de lo “objetivo” y es en medio del mismo un fugaz polvillo. El ascenso del hombre a la ilimitada esencia de poder y la entrega del hombre al irreconocible destino del transcurso del ente en totalidad se copertenecen, son lo mismo”
O sea, subjetivismo: ascenso del hombre a la ilimitada esencia del poder. ¿No es este el motor que se agita detrás de objetivos “psicológicos” tales como crecimiento, maduración, realización de sí-mismo, centramiento, y la jerga “religiosa” de un llegar a sí-mismo que no es sino llegar (a ser) Dios?
Objetivismo: la entrega del hombre al irreconocible destino del transcurso del ente en su totalidad, en medio de lo cual es “un fugaz polvillo”. ¿No es este el motor que se agita detrás de afirmaciones tales como “el alma está en el cerebro” y la empresa psiquiátrico-farmacéutica que ocupa hoy el lugar de la psicología?
Pero ambos no son sino la cara de una misma moneda, cosa que Heidegger vio con su acostumbrada lucidez.
“¿No es entonces la humanización del ente en totalidad ya la consecuencia de la humanización del hombre surgida antes irreconociblemente? Con ésta sea en primer lugar nombrada la reconstrucción de lo que distingue al hombre como hombre (en el sentido de una diferenciación al interior del ámbito de los vivientes), en la animalidad. Pero ésta transcribe a la vez los vivientes y con ello el hombre como un ente hallable, dotado respectivamente de modo diferente de facultades inferiores y “superiores” (“órganos”). Humanización por lo tanto quiere decir; el hombre es reprimido en una esencia animal presente ante la mano, que también aparece entre otras; la heterogénea valoración de facultades y prestaciones humanas no modifica nada en esta fijación metafísica de la esencia humana.
Si sin embargo el antropomorfismo consiste en tal humanización y no tan sólo en la humanización de todo ente, ¿no tiene entonces la meditación acerca del antropomorfismo que preguntar primero la pregunta por la esencia del hombre? La exigencia suena evidente. Y no obstante oculta en sí las más cuestionables decisiones, porque no está decidido cómo pues en general, desde qué intenciones y en qué respectos, haya que preguntar por el hombre y de qué modo sea realizable aquí una decisión… En el antropomorfismo ha sido afirmada la humanización del ente en totalidad, es decir, del ente como un tal. El ser es, como representatividad, por gracia del representar, una haceduría del animal racional. En el antropomorfismo se encuentra la decisión previa sobre el ser como un producto del hombre humanizado. ¿Cómo y dónde y cuándo ha sido efectuada esta decisión alguna vez como tal -como una decisión sobre el ser? Pero si hasta ahora en ninguna parte ni nunca fue efectuada, ¿no tiene entonces que ser puesto antes a decisión un tal decidir mismo sobre la esencia del ser? ¿No tiene entonces la pregunta por el hombre que preguntar la pregunta ante sí, cómo pues en general el hombre podría estar asignado a la verdad sobre el ser, a fin de que tales decisiones un día le puedan devenir una indigencia y las preguntas en este ámbito decisional una necesidad?… El saber “acerca del” ser-ahí (Dasein), es decir, aquí el ser-ahí mismo, es en sí necesariamente el saber acerca de las múltiples condiciones según la historia del ser (Seyn), que aseguran al antropomorfismo su aparente “naturalidad”, indestructibilidad y facilidad; estas condiciones son:
a) la entera primacía del ente ante el ser en la metafísica y a saber justamente en virtud del preguntar metafísico por el ser (como entidad)
b) la experiencia, domiciliada en el horizonte de esta primacía, del hombre como animal rationale;
c) la consolidación de la “esencia” hombre presente ante la mano en el modo de pensar cristiano (el ens creatum -homo- como “peregrino de la tierra”)
d) la agudización de la presencia ante la mano del hombre a través de la interpretación del “subiectum”
e) la final unción del hombre a la desatada maquinación del ente (técnica-historiografía)
Pero cuando la esencia del ser (Seyn) se funda en el evento-apropiador (Ereignis), en el acaecimiento apropiador del hombre en el ser-ahí, ¿no es entonces recién verdaderamente determinado el ser (Seyn) -y no más sólo el ente- hacia el hombre, es decir, a partir de él? ¡No!, pues el acaecimiento-apropiador (Ereignis) en el ser-ahí es ya en sí trans-ferencia al ser (Seyn) como ese abismoso entretanto, en cuyo espacio-de-juego temporal se cruza la réplica del dios y del hombre con la contienda de tierra y mundo”
Para más elucidación acerca de la noción de Ereignis (acontecimiento apropiador) en Heidegger, ver el artículo de Antonio González “Hacia el Ereignis” que he colgado en la web del Centro
Continuando con las reflexiones sobre el personalismo -que tanta mella hace en la psicología (exceptuados los pensamientos de James Hillman y de Wolfgang Giegerich, bien prevenidos contra esta plaga)- vale la pena mencionar los siguientes apuntes de Martin Heidegger, tomados de su “Meditación” (Besinnung, tomo 66 de las Gesamtausgabe), ed. Biblos, Bs. As. 2006:
“El antropomorfismo es la convicción expresa o inexpresa, admitida o de incógnito aceptada, de que el ente en totalidad es lo que es y como es gracias y conforme al representar, que transcurre en el hombre, es decir en el animal dotado de razón, como un proceso vital entre otros. El ente y lo que así se nombra y conoce es una haceduría humana… El antropomorfismo puede retirarse en todo momento y para cada uno evidentemente a su primera y última proposición, de que precisamente pues todo lo representado, dicho e interrogado sea “humano”. Y no obstante no es la humanización del ente lo esencial suyo, sino la resistencia que se anuncia en las más diferentes figuras ante toda posibilidad de un cambio esencial del hombre. Por ello asume también con gusto el rol de una evasiva ante toda exigencia de un decisivo preguntar”.
“la pregunta por la verdad del ser permanece desconocida e impreguntada. La relación del hombre con el “ser” rige por adelantado como decidida a través de la explicación de la referencia humana (humanizante) del hombre con el ente. El verdadero sostén del antropomorfismo es por ello la metafísica como tal. Otorga sobre todo el espacio para su afirmación y su rechazo. Ello se pone en evidencia en el contrajuego, que en seguida se degenera en plena infructuosidad, de “subjetivismo” y “objetivismo” en la metafísica moderna. El “subjetivismo” tiene, en todo caso, que ser entendido aquí en su plena esencia, es decir, metafísicamente. Es el planteo del hombre (sea como “yo” o “nosotros”, como “singular” o “comunidad”, como “espíritu” o “cuerpo”, como mero viviente o “pueblo”) en el sentido del sub-iectum, es decir de aquel ente, desde el cual y hacia el cual todo ente es “explicado” en su entidad. El “objetivismo”, de nuevo metafísicamente tomado, resulta necesariamente el reverso del “subjetivismo”, apenas éste se ha vuelto en su esencia plenamente opaco y evidente. El hombre, es decir el subiectum olvidado como tal pertenece a la totalidad del ente en el sentido de lo “objetivo” y es en medio del mismo un fugaz polvillo. El ascenso del hombre a la ilimitada esencia de poder y la entrega del hombre al irreconocible destino del transcurso del ente en totalidad se copertenecen, son lo mismo”
O sea, subjetivismo: ascenso del hombre a la ilimitada esencia del poder. ¿No es este el motor que se agita detrás de objetivos “psicológicos” tales como crecimiento, maduración, realización de sí-mismo, centramiento, y la jerga “religiosa” de un llegar a sí-mismo que no es sino llegar (a ser) Dios?
Objetivismo: la entrega del hombre al irreconocible destino del transcurso del ente en su totalidad, en medio de lo cual es “un fugaz polvillo”. ¿No es este el motor que se agita detrás de afirmaciones tales como “el alma está en el cerebro” y la empresa psiquiátrico-farmacéutica que ocupa hoy el lugar de la psicología?
Pero ambos no son sino la cara de una misma moneda, cosa que Heidegger vio con su acostumbrada lucidez.
“¿No es entonces la humanización del ente en totalidad ya la consecuencia de la humanización del hombre surgida antes irreconociblemente? Con ésta sea en primer lugar nombrada la reconstrucción de lo que distingue al hombre como hombre (en el sentido de una diferenciación al interior del ámbito de los vivientes), en la animalidad. Pero ésta transcribe a la vez los vivientes y con ello el hombre como un ente hallable, dotado respectivamente de modo diferente de facultades inferiores y “superiores” (“órganos”). Humanización por lo tanto quiere decir; el hombre es reprimido en una esencia animal presente ante la mano, que también aparece entre otras; la heterogénea valoración de facultades y prestaciones humanas no modifica nada en esta fijación metafísica de la esencia humana.
Si sin embargo el antropomorfismo consiste en tal humanización y no tan sólo en la humanización de todo ente, ¿no tiene entonces la meditación acerca del antropomorfismo que preguntar primero la pregunta por la esencia del hombre? La exigencia suena evidente. Y no obstante oculta en sí las más cuestionables decisiones, porque no está decidido cómo pues en general, desde qué intenciones y en qué respectos, haya que preguntar por el hombre y de qué modo sea realizable aquí una decisión… En el antropomorfismo ha sido afirmada la humanización del ente en totalidad, es decir, del ente como un tal. El ser es, como representatividad, por gracia del representar, una haceduría del animal racional. En el antropomorfismo se encuentra la decisión previa sobre el ser como un producto del hombre humanizado. ¿Cómo y dónde y cuándo ha sido efectuada esta decisión alguna vez como tal -como una decisión sobre el ser? Pero si hasta ahora en ninguna parte ni nunca fue efectuada, ¿no tiene entonces que ser puesto antes a decisión un tal decidir mismo sobre la esencia del ser? ¿No tiene entonces la pregunta por el hombre que preguntar la pregunta ante sí, cómo pues en general el hombre podría estar asignado a la verdad sobre el ser, a fin de que tales decisiones un día le puedan devenir una indigencia y las preguntas en este ámbito decisional una necesidad?… El saber “acerca del” ser-ahí (Dasein), es decir, aquí el ser-ahí mismo, es en sí necesariamente el saber acerca de las múltiples condiciones según la historia del ser (Seyn), que aseguran al antropomorfismo su aparente “naturalidad”, indestructibilidad y facilidad; estas condiciones son:
a) la entera primacía del ente ante el ser en la metafísica y a saber justamente en virtud del preguntar metafísico por el ser (como entidad)
b) la experiencia, domiciliada en el horizonte de esta primacía, del hombre como animal rationale;
c) la consolidación de la “esencia” hombre presente ante la mano en el modo de pensar cristiano (el ens creatum -homo- como “peregrino de la tierra”)
d) la agudización de la presencia ante la mano del hombre a través de la interpretación del “subiectum”
e) la final unción del hombre a la desatada maquinación del ente (técnica-historiografía)
Pero cuando la esencia del ser (Seyn) se funda en el evento-apropiador (Ereignis), en el acaecimiento apropiador del hombre en el ser-ahí, ¿no es entonces recién verdaderamente determinado el ser (Seyn) -y no más sólo el ente- hacia el hombre, es decir, a partir de él? ¡No!, pues el acaecimiento-apropiador (Ereignis) en el ser-ahí es ya en sí trans-ferencia al ser (Seyn) como ese abismoso entretanto, en cuyo espacio-de-juego temporal se cruza la réplica del dios y del hombre con la contienda de tierra y mundo”
Para más elucidación acerca de la noción de Ereignis (acontecimiento apropiador) en Heidegger, ver el artículo de Antonio González “Hacia el Ereignis” que he colgado en la web del Centro