Es de advertir además que los hombres históricos, por el hecho de haber alcanzado su gran fin, que es necesario para el espíritu universal, no sólo se han satisfecho a sí mismos, sino que han adquirido otras cosas exteriores. Han realizado su fin personal al mismo tiempo que el universal. Estos son inseparables... Se puede separar este lado de la propia satisfacción del lado del fin alcanzado; se puede demostrar que los grandes hombres han buscado su fin propio y aún afirmar que solo han buscado este fin propio. Estos hombres han obtenido, en efecto, gloria y honores, han sido reconocidos por sus contemporáneos y la posteridad... Pero es absurdo creer que se puede hacer algo sin querer recibir satisfacción en ello. Lo subjetivo, como algo meramente particular y que tiene meros fines finitos y particulares, ha de someterse, sin duda, a lo universal. Pero en la medido en que lo subjetivo realiza la idea, es en sí mismo lo que conserva lo sustancial.
La vulgaridad psicológica es la que hace esta separación. Dando a la pasión el nombre de ambición y haciendo con ello sospechosa la moral de aquello hombres, presenta las consecuencias de lo que han hecho como sus fines, y rebaja los hechos mismos al nivel de medios. Aquellos hombres -dice- han obrado solo por afán de gloria o afán de conquista. Así, por ejemplo, las aspiraciones de Alejandro son consideradas como afán de conquista, como algo subjetivo; no son pues el bien. Esta consideración, llamada psicológica, sabe explicar así todas las acciones, hasta dentro del corazón, dándoles la forma subjetigva según la cual sus autores lo han hecho todo por alguna compulsión, grande o pequeña, por una ambición y no han sido por tanto hombres morales.... Estos psicólogos se entregan también principalmente a la consideración de las particularidades que atañen a las grandes figuras históricas en sus vidas privadas. El hombre necesita comer y beber; está en relación con amigos y conocidos; tiene sentimientos y arrebatos momentáneos. Aquellos grandes hombres han tenido también estas particularidades; han comido, han bebido, han preferido este manjar o este vino a aquel otro o al agua. No hay gran hombre para su ayuda de cámara, dice un conocido refrán. Y yo añado: no porque el gran hombre no sea grande, sino porque el ayuda de cámara es el ayuda de cámara. El ayuda de cámara le quita las botas al héroe, le ayuda a acostarse, sabe que le gusta el champagne, etc. Para el ayuda de cámara no hay héroes; sólo los hay para el mundo, para la realidad, para la historia. Las personalidades históricas, si son servidas en la historiografía por tales ayudas de cámara psicológicas, salen malparadas. Quedan niveladas y en la misma línea, o más bien un par de peldaños por debajo, de la mediocridad que anima a esos finos conocedores de hombres"
Pocas líneas más adelante Hegel habla aún de "la cicatería psicológica".
Todo esto está retomado en la obra de Hillman, cuando habla del "daimon" ("El código del alma") y de la relatividad de toda apreciación biográfica, y aún con más fuerza en la obra de Giegerich, quien advierte "la diferencia psicológica": la que hay entre el plano del alma y el plano del ego, entre el plano del pensamiento y la verdad y el plano de lo biográfico, entre la Idea y el hombre.