viernes, 16 de abril de 2010

Los "ayudas de cámara" psicológicos


En una reciente conversación con un amigo, hablando acerca de Hegel, me citó un libro que había leído sobre la vida de Hegel y su aparentemente desgraciada relación con las mujeres, la historia de su hermana supuestamente enamorada de él, que padecía ataques de "locura" y que acabó suicidándose tres meses después de la muerte de Hegel.

Esto me trajo a la memoria aquellas afirmaciones que Hegel hace en sus "Lecciones sobre filosofía de la historia", cuando escribe:

"El espíritu (que rige a la época) constituye el alma interior de todos los individuos; y es también esa inconsciente interioridad la que los grandes hombres les traen a la consciencia... Por eso el gran hombre ejerce un poder al que se entregan los demás, incluso contradiciendo su voluntad consciente.  Los demás siguen a este conductor de almas porque sienten que en él está el irresistible poder de su propio espiritu... Si arrojamos una mirada al destino de estos individuos históricos vemos que han tenido la fortuna de ser los apoderados o abogados de un fin, que constituye una fase en la marcha progresiva del espíritu universal.  Pero como sujetos (personas), distintos de esa sustancia (el espíritu universal) no han sido lo que se dice comúnmente dichosos. Tampoco quisieron serlo, sino sólo cumplir su fin; y la consecución de su fin se ha realizado mediante su penoso trabajo. Han sabido satisfacerse y realizar su fin, el fin universal. Han tenido la audacia de tomar sobre sí ese fin tan grande, contra todas las opiniones de los hombres. No es, por tanto, la dicha lo que eligen, sino el esfuerzo, el trabajo para su fin. Cuando llegan a alcanzar su fin, no pasan al tranquilo goce, no son dichosos. Lo que son, lo ha sido su obra. Esta pasión ha constituido el ámbito de su naturaleza, todo su carácter.... Cabe preguntar: ¿qué han logrado para sí? Lo que han logrado es su concepto, su fin, eso mismo que han realizado. Ni ganancia alguna, ni tranquilo goce. Los que estén necesitados de consuelo pueden sacar de la historia este consuelo horrible: que los hombres históricos no han sido lo que se llama felices; de felicidad solo es susceptible la vida privada, que puede encontrarse en muy distintas circunstancias externas. Necesitada de consuelo está empero la envidia,  a quien lo grande y elevado enoja y que se esfuerza por empequeñecerlo y encontrar defecto en ello, y solo encuentra soportable la existencia de tal superioridad cuando sabe que el hombre grande no ha sido feliz. Gracias a ésto cree el envidioso establecer un equilibrio entre él y el gran hombre"

Y poco más adelante añade:

“El hombre que realiza algo grande pone toda su energía en ello. No tiene la mezquindad de querer esto o aquello; no se disipa en tantos y cuantos fines, sino que está entregado totalmente a su verdadero gran fin. La pasión es la energía de este fin y la determinante de esta voluntad... La pasión es la condición para que algo grande nazca del hombre... Cuando este entusiasmo es de naturaleza verdadera, es a la vez frío.

Es de advertir además que los hombres históricos, por el hecho de haber alcanzado su gran fin, que es necesario para el espíritu universal, no sólo se han satisfecho a sí mismos, sino que han adquirido otras cosas exteriores. Han realizado su fin personal al mismo tiempo que el universal. Estos son inseparables... Se puede separar este lado de la propia satisfacción del lado del fin alcanzado; se puede  demostrar que los grandes hombres han buscado su fin propio y aún afirmar que solo han buscado este fin propio. Estos hombres han obtenido, en efecto, gloria y honores, han sido reconocidos por sus contemporáneos y la posteridad... Pero es absurdo creer que se puede hacer algo sin querer recibir satisfacción en ello. Lo subjetivo, como algo meramente particular y que tiene meros fines finitos y particulares, ha de someterse, sin duda, a lo universal. Pero en la medido en que lo subjetivo realiza la idea, es en sí mismo lo que conserva lo sustancial.

La vulgaridad psicológica es la que hace esta separación. Dando a la pasión el nombre de ambición y haciendo con ello sospechosa la moral de aquello hombres, presenta las consecuencias de lo que han hecho como sus fines, y rebaja los hechos mismos al nivel de medios. Aquellos hombres -dice- han obrado solo por afán de gloria o afán de conquista. Así, por ejemplo, las aspiraciones de Alejandro son consideradas como afán de conquista, como algo subjetivo; no son pues el bien. Esta consideración, llamada psicológica, sabe explicar así todas las acciones, hasta dentro del corazón, dándoles la forma subjetigva según la cual sus autores lo han hecho todo por alguna compulsión, grande o pequeña, por una ambición y no han sido por tanto hombres morales.... Estos psicólogos se entregan también principalmente a la consideración de las particularidades que atañen a las grandes figuras históricas en sus vidas privadas. El hombre necesita comer y beber; está en relación con amigos y conocidos; tiene sentimientos y arrebatos momentáneos. Aquellos grandes hombres han tenido también estas particularidades; han comido, han bebido, han preferido este manjar o este vino a aquel otro o al agua.  No hay gran hombre para su ayuda de cámara, dice un conocido refrán. Y yo añado: no porque el gran hombre no sea grande, sino porque el ayuda de cámara es el ayuda de cámara. El ayuda de cámara le quita las botas al héroe, le ayuda a acostarse, sabe que le gusta el champagne, etc. Para el ayuda de cámara no hay héroes; sólo los hay para el mundo, para la realidad, para la historia. Las personalidades históricas, si son servidas en la historiografía por tales ayudas de cámara psicológicas, salen malparadas. Quedan niveladas y en la misma línea, o más bien un par de peldaños por debajo, de la mediocridad que anima a esos finos conocedores de hombres"


Pocas líneas más adelante Hegel habla aún de "la cicatería psicológica".


Todo esto está retomado en la obra de Hillman, cuando habla del "daimon" ("El código del alma") y de la relatividad de toda apreciación biográfica, y aún con más fuerza en la obra de Giegerich, quien advierte "la diferencia psicológica": la que hay entre el plano del alma y el plano del ego, entre el plano del pensamiento y la verdad y el plano de lo biográfico, entre la Idea y el hombre.