lunes, 28 de febrero de 2005

El árbol de la vida & el árbol de los filósofos



Acabo de publicar el artículo de Mario Satz, en el cual puede leerse:

"Mientras el recinto, virtual o rudimentario, se convertía en los muros, los árboles se transformaban en pilares, la piedra venía a ser el altar, la gruta daba nacimiento al nicho o ábside y el techo era asimilado al cielo. Esa curiosa analogía entre la catedral y el bosque, entre sus columnas de piedra y los abetos y pinos ritualizados por los siglos, no es privativa de la tradición cristiana: en el Islam, ciertas mezquitas como la de Córdoba traducen en términos arquitectónicos un palmeral y un oasis, constituyéndose como sitios de refugio cultural que evocan paisajes primordiales y felices.

Probablemente todas las especulaciones kabalísticas en torno a la imagen del árbol sefirótico provengan del pasaje de Oseas 14:8 que dice: “Y yo seré a él (el ser humano) como el haya verde; de mi será hallado tu fruto”, frase en medio de la cual el árbol mencionado, berosh, identificable como el ciprés aunque se lo traduzca como haya, es motivo de admiración por estar siempre verde. Que se trata de un árbol al que se pude acceder explorando los secretos en silencio lo sabemos por su numerología, que equivale a la de labrar y calla. Si, apelando a lo que la Kábala denomina tziruf o permutación de una letra por otra, en este caso la vav por alef, leemos berosh , en la cabeza, sabiendo que nuestras dendritas neuronales son, en realidad, “pequeños arbolitos”, llegamos a la conclusión de que el Arbol de la Vida también podría verse reflejado en la sección medial del vermis cerebeloso, llamada, precisamente, así: árbol de la vida. Grimm, el genial antólogo y filólogo alemán, examinando las voces teutónicas que significan templo, ha observado que provienen de viejas denominaciones para “bosque natural”, de tal modo que entrar al templo es, en realidad, entrar al bosque de nuestras propias neuronas, las cuales contienen el vibrante mensaje de las ondas alfa u alef"

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