Acabo de traducir y publicar el artículo de Wolfgang Giegerich: “El presente como dimensión del alma" publicado originalmente en 1978 y que representa una primera fase de su pensamiento que, con el tiempo, haría una transición “de la ontología de Heidegger a la lógica de Hegel”.
Pese a su caracter relativamente temprano, ya en este artículo se encuentra presente la pujante metalidad inquisitiva de Giegerich, que irá más allá de la psicología arquetipal, para llegar a poner atención en “la vida lógica del alma” y hacer así una revolución no sólo respecto a los contenidos de la psicología, sino respecto a la forma del pensamiento psicológico.
En este artículo Giegerich escribe:
“Estoy objetando aquí al empirismo en la psicología, a esa posición que cree que los problemas psicológicos pueden resolverse científicamente y directamente, dentro de la estructura y sobre la base de la experiencia empírico-práctica, sin que uno simultáneamente se haya comprometido en reflexiones acerca de cuestiones fundamentales de una naturaleza filosófico-arquetipal. Pero el tema de las propias presuposiciones no deben de este modo ignorarse, porque es precisamente una parte integral de la constitución de la psicología: los objetos psicológicos y la estructura arquetipal de la consciencia que los considera son los dos momentos que sólo juntos constituyen la fenomenología psicológica. Sin poder entrar en este tópico más estrechamente, me gustaría sostener que en este espíritu y de acuerdo con Hillman apoyo una psicología arquetipal que refleje sus presuposiciones, en contraste con una psicología analítica que opera con una fantasía empirista. Esta última cree se cree capaz de ver en lo “objetivamente dado” la totalidad del fenómeno psicológico, mientras que es, después de todo, sólo un aspecto parcial, y además una abstracción. Mi interés es acerca de la dirección particular en la que tendría que moverse una investigación psicológica a fin de volverse psicológica en primer lugar. Estoy buscando la dimensión del alma y de la psicología; quiero hallar, y consolidar, el espacio particular que por sí solo hace posible una psicología como psicología, y le permite prosperar”
Entre los presupuestos de la psicología “al uso”, orientada por un falso empirismo y por una noción “abstracta” de realidad, se encuentran las ideas de "desarrollo”, “normalidad”, “integración”, “llegar a ser sí-mismo (o uno mismo)”, etc. Por ello más adelante Giegerich escribe:
“Todos estos conceptos: inhibición, laguna, desorden, desarrollo incompleto, muestran cómo se juzgan estos fenómenos psíquicos sobre la base de una norma que es tomada por supuesto, y cómo se los menosprecia cuando no la cumplen. El significado de los fenómenos yace en la meta final del propio desarrollo; algo que esté por debajo de la norma sólo tiene sentido aquí como “impulso parcial ” o como “fase preliminar” que ya apunta al estadio final, sólo como aún-no, pero no en sí mismo. La masturbación es “errada” o sólo tiene cabida durante una cierta fase; el intercambio sexual es “correcto”. Terapia aquí quiere decir corrección, conduciendo al paciente hacia la meta pre-fijada; por ejemplo: donde había masturbación, allí ha de haber intercambio sexual. La mentalidad que se está mostrando aquí es la misma que la del colonialismo y los misioneros cristianos, para la cual todo lo que no corresponde con las normas del mundo occidental es “subdesarrollado” y que quiere, por ejemplo, liberar a los primitivos cazadores de cabeza de su medio de los demonios, prohíbe a los indios que quemen ritualmente a sus viudas y, como medida primera y principal, introducir la monogamia en todas partes. Así como el enfoque genético mide uno fenómeno por otro que ha sido puesto como la norma, así la forma correspondiente de terapia se supone que remplaza un comportamiento (“equivocado”) por otro “maduro”. Del mismo modo, la teoría psicológica explica un fenómeno por otro, por ejemplo el amor místico de Dios mediante la sexualidad. La sustitución de uno por otro es el principio del enfoque desarrollista.
La norma aquí se origina de aislar un fenómeno solo dentro del alcance de los fenómenos (comportamientos) y ubicarlo por encima de los otros, al igual que las religiones intolerantes (es decir el Islam, el Cristianismo) en cada caso señala una religión (es decir, ellas mismas) entre todas las diversas religiones factuales como la exclusiva y la proclaman como la verdadera, la única absoluta. ¿Qué sirve como legitimación para este poner una religión (que para empezar es igualmente “finita”!) como la absoluta? ¡Nada más que la misma doctrina de esta religión! Del mismo modo, la fantasía del desarrollo puede distinguir entre lo que es “plenamente desarrollado” de lo que es “subdesarrollado” sólo sobre la base de ese prejuicio genético que se ha erigido a sí mismo y que constituye su teoría. La creencia en el desarrollo se postula y se “verifica” a sí misma.”
Giegerich es fiel a una actitud auténticamente fenomenológica (es decir: atender y seguir a lo que se presenta- al fenómeno- en lugar de juzgarlo, modificarlo, explicarlo y sustituirlo):
“Enfocamos desde el comienzo los síntomas con la idea de que son desórdenes y que deberían desaparecer. Se supone que el paciente ha de perder, por ejemplo, su miedo del otro sexo. Damos prioridad al estado “normal” o “saludable” al cual se aspira y vemos los síntomas como algo que efectivamente no debiera ser, al menos “ya no más”. Lo que aquí se requiere es un cambio de acento. Mirando más de cerca, es un escándalo si un analista se refiere a sí mismo como un defensor de la “realidad”. Esto sería como si un biólogo se comprendiera a sí mismo como un defensor de la industria. El biólogo obviamente debe defender los reinos animales y vegetales y buscar un sitio donde los animales puedan ser cuando la civilización moderna tiende a desplazarlos. Del mismo modo, el psicoterapeuta debe ponerse del lado de los impulsos del alma, aún si son “arcaicos” y patológicos. Así como no es cuestión de domesticar todos los animales salvajes, así no puede ser el primer interés de un terapeuta transformar los impulsos arcaicos y patológicos del alma mediante el desarrollo en los así-llamados-saludables y humanos. Indudablemente, la psicoterapia tiene la tarea de cambiar algo. Pero en el espíritu del necesario cambio de acento no debiera preguntar, por ejemplo, como quitar el miedo del otro sexo, sino adónde pertenece. Debe cuidar este miedo, atenderlo y hallar un sitio para él donde se le permita ser. Pues este miedo está perfectamente bien, en tanto y en cuanto la sexualidad es un misterio, y los misterios pueden legítimamente ser acompañados por el miedo. El mal no está en el miedo mismo, sino más bien que nosotros, en nuestra ignorancia psicológica, no sabemos de un lugar donde este miedo pueda experimentarse auténticamente”
Desde aquí vuelvo a agradecer a Wolfgang Giegerich su amable autorización para traducir y publicar sus artículos.
Pese a su caracter relativamente temprano, ya en este artículo se encuentra presente la pujante metalidad inquisitiva de Giegerich, que irá más allá de la psicología arquetipal, para llegar a poner atención en “la vida lógica del alma” y hacer así una revolución no sólo respecto a los contenidos de la psicología, sino respecto a la forma del pensamiento psicológico.
En este artículo Giegerich escribe:
“Estoy objetando aquí al empirismo en la psicología, a esa posición que cree que los problemas psicológicos pueden resolverse científicamente y directamente, dentro de la estructura y sobre la base de la experiencia empírico-práctica, sin que uno simultáneamente se haya comprometido en reflexiones acerca de cuestiones fundamentales de una naturaleza filosófico-arquetipal. Pero el tema de las propias presuposiciones no deben de este modo ignorarse, porque es precisamente una parte integral de la constitución de la psicología: los objetos psicológicos y la estructura arquetipal de la consciencia que los considera son los dos momentos que sólo juntos constituyen la fenomenología psicológica. Sin poder entrar en este tópico más estrechamente, me gustaría sostener que en este espíritu y de acuerdo con Hillman apoyo una psicología arquetipal que refleje sus presuposiciones, en contraste con una psicología analítica que opera con una fantasía empirista. Esta última cree se cree capaz de ver en lo “objetivamente dado” la totalidad del fenómeno psicológico, mientras que es, después de todo, sólo un aspecto parcial, y además una abstracción. Mi interés es acerca de la dirección particular en la que tendría que moverse una investigación psicológica a fin de volverse psicológica en primer lugar. Estoy buscando la dimensión del alma y de la psicología; quiero hallar, y consolidar, el espacio particular que por sí solo hace posible una psicología como psicología, y le permite prosperar”
Entre los presupuestos de la psicología “al uso”, orientada por un falso empirismo y por una noción “abstracta” de realidad, se encuentran las ideas de "desarrollo”, “normalidad”, “integración”, “llegar a ser sí-mismo (o uno mismo)”, etc. Por ello más adelante Giegerich escribe:
“Todos estos conceptos: inhibición, laguna, desorden, desarrollo incompleto, muestran cómo se juzgan estos fenómenos psíquicos sobre la base de una norma que es tomada por supuesto, y cómo se los menosprecia cuando no la cumplen. El significado de los fenómenos yace en la meta final del propio desarrollo; algo que esté por debajo de la norma sólo tiene sentido aquí como “impulso parcial ” o como “fase preliminar” que ya apunta al estadio final, sólo como aún-no, pero no en sí mismo. La masturbación es “errada” o sólo tiene cabida durante una cierta fase; el intercambio sexual es “correcto”. Terapia aquí quiere decir corrección, conduciendo al paciente hacia la meta pre-fijada; por ejemplo: donde había masturbación, allí ha de haber intercambio sexual. La mentalidad que se está mostrando aquí es la misma que la del colonialismo y los misioneros cristianos, para la cual todo lo que no corresponde con las normas del mundo occidental es “subdesarrollado” y que quiere, por ejemplo, liberar a los primitivos cazadores de cabeza de su medio de los demonios, prohíbe a los indios que quemen ritualmente a sus viudas y, como medida primera y principal, introducir la monogamia en todas partes. Así como el enfoque genético mide uno fenómeno por otro que ha sido puesto como la norma, así la forma correspondiente de terapia se supone que remplaza un comportamiento (“equivocado”) por otro “maduro”. Del mismo modo, la teoría psicológica explica un fenómeno por otro, por ejemplo el amor místico de Dios mediante la sexualidad. La sustitución de uno por otro es el principio del enfoque desarrollista.
La norma aquí se origina de aislar un fenómeno solo dentro del alcance de los fenómenos (comportamientos) y ubicarlo por encima de los otros, al igual que las religiones intolerantes (es decir el Islam, el Cristianismo) en cada caso señala una religión (es decir, ellas mismas) entre todas las diversas religiones factuales como la exclusiva y la proclaman como la verdadera, la única absoluta. ¿Qué sirve como legitimación para este poner una religión (que para empezar es igualmente “finita”!) como la absoluta? ¡Nada más que la misma doctrina de esta religión! Del mismo modo, la fantasía del desarrollo puede distinguir entre lo que es “plenamente desarrollado” de lo que es “subdesarrollado” sólo sobre la base de ese prejuicio genético que se ha erigido a sí mismo y que constituye su teoría. La creencia en el desarrollo se postula y se “verifica” a sí misma.”
Giegerich es fiel a una actitud auténticamente fenomenológica (es decir: atender y seguir a lo que se presenta- al fenómeno- en lugar de juzgarlo, modificarlo, explicarlo y sustituirlo):
“Enfocamos desde el comienzo los síntomas con la idea de que son desórdenes y que deberían desaparecer. Se supone que el paciente ha de perder, por ejemplo, su miedo del otro sexo. Damos prioridad al estado “normal” o “saludable” al cual se aspira y vemos los síntomas como algo que efectivamente no debiera ser, al menos “ya no más”. Lo que aquí se requiere es un cambio de acento. Mirando más de cerca, es un escándalo si un analista se refiere a sí mismo como un defensor de la “realidad”. Esto sería como si un biólogo se comprendiera a sí mismo como un defensor de la industria. El biólogo obviamente debe defender los reinos animales y vegetales y buscar un sitio donde los animales puedan ser cuando la civilización moderna tiende a desplazarlos. Del mismo modo, el psicoterapeuta debe ponerse del lado de los impulsos del alma, aún si son “arcaicos” y patológicos. Así como no es cuestión de domesticar todos los animales salvajes, así no puede ser el primer interés de un terapeuta transformar los impulsos arcaicos y patológicos del alma mediante el desarrollo en los así-llamados-saludables y humanos. Indudablemente, la psicoterapia tiene la tarea de cambiar algo. Pero en el espíritu del necesario cambio de acento no debiera preguntar, por ejemplo, como quitar el miedo del otro sexo, sino adónde pertenece. Debe cuidar este miedo, atenderlo y hallar un sitio para él donde se le permita ser. Pues este miedo está perfectamente bien, en tanto y en cuanto la sexualidad es un misterio, y los misterios pueden legítimamente ser acompañados por el miedo. El mal no está en el miedo mismo, sino más bien que nosotros, en nuestra ignorancia psicológica, no sabemos de un lugar donde este miedo pueda experimentarse auténticamente”
A lo largo de este interesante y revolucionario artículo, Giegerich pone en cuestión la idea de “finalidad” o “teleología” del fenómeno psicológico tal como se entiende usualmente en psicología analítica, y revisa radicalmente la noción de Self y del proceso de individuación.
Desde aquí vuelvo a agradecer a Wolfgang Giegerich su amable autorización para traducir y publicar sus artículos.