
Acabo de incluir en la web del Centro el magnífico artículo de Xavier Zubiri publicado en 1933 e incluido en su “Naturaleza, Historia, Dios", titulado “Hegel y el problema metafísico”.
Es por ello que en una clase pasada sostuve que Giegerich es el primero de toda la corriente de psicología profunda, y posiblemente de todo el pensamiento psicológico desde los griegos hasta ahora, que rompe con la analogía macrocosmos-microcosmos. Para todos los otros psicólogos, el proceso del individuo es correspondiente al proceso de la cultura. Y ni hablar de Jung, que creía que el proceso de individuación personal salvaba al mundo, y que ser tú mismo te llevaba a “conectar” con el mundo a gran escala. En Jung lo individual y lo colectivo están unidos. Pero ya el mismo Freud, al hablar del mecanismo de la represión personal aludía a una fase cultural que es la rebelión contra el padre, que cada uno de nosotros ha de afrontar individualmente, es decir, el individuo vive en analogía con el proceso de la cultura y "la humanidad". Pero en Giegerich, por primera vez en el pensamiento psicológico, el proceso microcósmico no tiene nada que ver y deja intocado el proceso macrocósmico. Son dos cosas distintas. Claro que están ligadas, en el sentido de que el macrocosmos, el alma, que ya no tiene nada que ver con el proceso subjetivo, necesita ser reconocida por la consciencia humana, porque si no, permanece desalmada, literalizada, ciega fuerza sin interioridad. Requiere que la consciencia humana reconozca que está identificada con los hechos, pero que no es los hechos, liberando al Mercurio atrapado en la materia. De la misma manera en que la conciencia individual, a pesar de que no tiene nada que ver con ello, tiene que reconocerse como “contenida” e insertada en la sintaxis del mundo mismo, que permite la semántica personal, está empotrada en la sintaxis del alma del mundo. Pero no es que mi proceso personal modifique o afecte en algo el proceso de la sintaxis lógica, ni que el proceso de esta sintaxis o vida lógica del “alma” equivalga al proceso personal; pero es cierto que el proceso exterior al individuo, si no es reflejado interiormente, permanece “sin alma”, y el proceso personal si no es coherente con este otro, permanece puro proyecto subjetivo y egoico. Por lo tanto, en lugar de ser idéntico el uno con el otro, la relación es urobórica, infinita y recursiva; no es que el uno y el otro sean lo mismo, sino que tienen que entrar en contacto siendo distintos y preservando la diferencia.
(hago constar mi agradecimiento a Ale Bica, que me ha pasado estas transcripciones)
Para usar una imagen en analogía: una cosa es hablar de la estructura del edificio (Opus Magnum) y otra muy diferente es hablar de la decoración de una vivienda de ese edificio (Opus Parvum). Si bien los cambios estructurales afectan a las viviendas particulares, los cambios en estas viviendas dejan intacta la estructura del edificio.
Es desde esta perspectiva (la relación entre "subjetivo" y "objetivo", entre "singular" y "universal" -categorías que ya Hegel plantea dialécticamente- ) que vale la pena recordar el artículo "El Universal Singular y la “irrelevantificación” de W. Giegerich”, publicado anteriormente en este blog, así como su brillante artículo “El error básico de la psicología de la oposición entre “individual” y “colectivo”: reflexiones sobre el Magnum Opus del Alma hoy”
Es de advertir además que los hombres históricos, por el hecho de haber alcanzado su gran fin, que es necesario para el espíritu universal, no sólo se han satisfecho a sí mismos, sino que han adquirido otras cosas exteriores. Han realizado su fin personal al mismo tiempo que el universal. Estos son inseparables... Se puede separar este lado de la propia satisfacción del lado del fin alcanzado; se puede demostrar que los grandes hombres han buscado su fin propio y aún afirmar que solo han buscado este fin propio. Estos hombres han obtenido, en efecto, gloria y honores, han sido reconocidos por sus contemporáneos y la posteridad... Pero es absurdo creer que se puede hacer algo sin querer recibir satisfacción en ello. Lo subjetivo, como algo meramente particular y que tiene meros fines finitos y particulares, ha de someterse, sin duda, a lo universal. Pero en la medido en que lo subjetivo realiza la idea, es en sí mismo lo que conserva lo sustancial.
La vulgaridad psicológica es la que hace esta separación. Dando a la pasión el nombre de ambición y haciendo con ello sospechosa la moral de aquello hombres, presenta las consecuencias de lo que han hecho como sus fines, y rebaja los hechos mismos al nivel de medios. Aquellos hombres -dice- han obrado solo por afán de gloria o afán de conquista. Así, por ejemplo, las aspiraciones de Alejandro son consideradas como afán de conquista, como algo subjetivo; no son pues el bien. Esta consideración, llamada psicológica, sabe explicar así todas las acciones, hasta dentro del corazón, dándoles la forma subjetigva según la cual sus autores lo han hecho todo por alguna compulsión, grande o pequeña, por una ambición y no han sido por tanto hombres morales.... Estos psicólogos se entregan también principalmente a la consideración de las particularidades que atañen a las grandes figuras históricas en sus vidas privadas. El hombre necesita comer y beber; está en relación con amigos y conocidos; tiene sentimientos y arrebatos momentáneos. Aquellos grandes hombres han tenido también estas particularidades; han comido, han bebido, han preferido este manjar o este vino a aquel otro o al agua. No hay gran hombre para su ayuda de cámara, dice un conocido refrán. Y yo añado: no porque el gran hombre no sea grande, sino porque el ayuda de cámara es el ayuda de cámara. El ayuda de cámara le quita las botas al héroe, le ayuda a acostarse, sabe que le gusta el champagne, etc. Para el ayuda de cámara no hay héroes; sólo los hay para el mundo, para la realidad, para la historia. Las personalidades históricas, si son servidas en la historiografía por tales ayudas de cámara psicológicas, salen malparadas. Quedan niveladas y en la misma línea, o más bien un par de peldaños por debajo, de la mediocridad que anima a esos finos conocedores de hombres"
Pocas líneas más adelante Hegel habla aún de "la cicatería psicológica".
Todo esto está retomado en la obra de Hillman, cuando habla del "daimon" ("El código del alma") y de la relatividad de toda apreciación biográfica, y aún con más fuerza en la obra de Giegerich, quien advierte "la diferencia psicológica": la que hay entre el plano del alma y el plano del ego, entre el plano del pensamiento y la verdad y el plano de lo biográfico, entre la Idea y el hombre.
La forma de la historia tiene que hacer pasar los acontecimientos, los hechos, por un orden ante la representación. Luego ¿cuáles son los hechos en la historia de la filosofía? Son los actos del libre pensamiento; es el mundo intelectual, cómo se ha originado y cómo se ha producido. Luego es la historia del pensamiento la que tenemos que estudiar. Es un viejo prejuicio que la facultad de pensar distingue al hombre del animal. Nosotros queremos dejar esto bien afirmado. Lo que el hombre tiene de más que el animal lo posee por el pensamiento. Todo lo que es humano, lo es solamente porque el pensamiento está activo en ello; puede tener la apariencia que quiera: en tanto que se es humano, se es solamente por el pensamiento. El hombre se distingue del animal solamente por esto. Pero el pensamiento, en tanto que es así lo esencial, lo sustancial, lo activo en el hombre, tiene que ocuparse de una infinita multiplicidad y diversidad de objetos. Pero tanto más excelente será cuanto más él se ocupe sólo de lo más excelente que él posea, del pensamiento mismo, cuando se quiera sólo a sí mismo, tenga que ver solamente consigo mismo. Pues su ocupación consigo mismo es esto: distinguirse, buscarse; y esto ocurre solamente en tanto que él se produce. El pensamiento es activo solamente mientras que se produce; él se produce a través de esta su actividad misma. El pensamiento no es inmediato; existe solamente mientras que él se produce de sí mismo. Lo que él así produce es la filosofía. La serie de estas producciones, este trabajo milenario del pensar para producirse, estos viajes de descubrimiento a los cuales se lanza el pensamiento para descubrirse a sí mismo, esto es lo que tenemos que investigar.
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Es, pues, una tarea especial explicar que la intuición, la memoria, el sentimiento, la voluntad, etc., humanos, tienen sus raíces en el pensar. Nosotros tenemos voluntad, intuición, etc., y los oponemos al pensar. Pero el pensar determina, además del pensar, también a la voluntad, etc., y nosotros llegamos por una intuición más directa al conocimiento de que el pensar no es algo especial, una fuerza de- terminada, sino que es lo esencial, lo general, de lo que es producido todo lo demás. La historia de ¡a filosofía es también la historia del pensamiento (Gedanken). Estado, religión, arte, etc.. son también productos, actos del pensamiento; pero, sin embargo, no son filosofía. Luego nosotros tenemos que establecer una distinción en la forma del pensamiento. La historia de la filosofía es ahora la historia de lo universal, de lo sustancial del pensamiento. En ella coinciden el sentido o la significación y la representación o lo exterior del pensamiento en una unidad. Aquí no existe ni un pensamiento exterior ni un pensamiento interior, sino que el pensamiento es en cierto modo mismamente lo más interior. En las otras ciencias, forma y contenido son totalmente distintos. Pero en la filosofía es el pensamiento mismo su objeto; se ocupa consigo mismo y se determina desde sí mismo. Se realiza porque se determina por sí; su determinación es producirse y existir en el interior. Es un proceso en sí mismo, tiene vida y actividad, posee en sí numerosas relaciones y se pone a sí mismo en sus diferencias. Es solamente el pensamiento moviéndose a sí mismo.
El pensamiento es en sí libre y puro, pero ordinariamente se presenta en cualquier forma: es pensamiento determinado particular.
Como tal, posee dos determinaciones: primero, siempre aparece en producciones determinadas del espíritu humano, por ejemplo, el arte. Solamente la filosofía es el pensar libre, puro, ilimitado. En otras producciones del espíritu humano es necesario que el pensamiento esté ligado a un objeto y contenido determinados, de manera que aparezca como pensamiento delimitado, definido. Segundo, el objeto no es, en general, dado. En la intuición tenemos siempre un objetivo determinado, un objeto particular ante nosotros. La tierra, el sol, etc., los encontramos ante nosotros, sabemos de ellos, creemos en ellos como en la autoridad de los sentidos. En tanto que el objeto es dado, el pensamiento, la conciencia, el Yo no son libres, existe algo distinto que el objeto; éste no es Yo; tampoco yo soy en mí, es decir, yo no soy libre. Entonces la filosofía nos enseña a pensar, enseña cómo tenemos que comportarnos con todo eso; maneja objetos de una índole peculiar: tiene por objeto la esencia de las cosas, no los fenómenos, la cosa en sí, como existe en la representación. La filosofía no considera esta representación, sino la esencia del objeto, y esta esencia es el pensamiento mismo. La filosofía tiene por objeto también al pensamiento mismo. El espíritu es libre mientras que el pensar se ocupa consigo mismo, pues es en sí.
Podemos hacer aquí una observación posterior. La esencia, como precisamente hemos dicho, no es otra cosa que el pensamiento. A a esencia oponemos el fenómeno (la apariencia), el cambio, etc.
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La historia política o la historia del mundo considera los hechos de la razón volitiva, los actos de los grandes individuos, de los grandes Estados; nos enseña cómo esta razón se manifiesta en el nacer, propagarse y en la decadencia de los Estados. La historia del arte considera las ideas en la forma de la fantasía, la cual lleva las ideas a la intuición; la historia la filosofía considera las ideas en la forma del pensar. Pone ante sí la conciencia pensante, nos coloca ante los héroes del pensar, del pensamiento puro, como han de ser considerados en sus actos. El hecho es tanto más excelente cuanto menos la particularidad del sujeto ha impreso en él su sello. En la filosofía es donde lo particular, es decir, la actividad particular del filósofo, se esfuma y solamente permanece el campo del puro pensar. Si se compara este campo con otros, se debe tener a éste por el más noble, el más excelente; porque el pensar es la actividad que distingue al hombre. El hombre es pensante en todo; pero, por ejemplo, en la sensación, en la intuición, en el querer, en la fantasía, no es puramente pensante. Solamente en la filosofía se puede adoptar la postura del pensar puro; solamente en ésta, porque en ella se piensa libre de todas las determinaciones naturales, libre de toda particularidad. Esta es la base que nosotros queremos considerar en su movimiento. De esto se concluye que los actos de la razón pensante no son ninguna aventura.
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¿Qué es esa contradicción de la unidad de la verdad y de la multiplicidad de las filosofías? ¿Cuál es el resultado de este largo trabajo del espíritu humano, y cómo se ha de concebir éste? ¿En qué sentido queremos tratar la historia de la filosofía?
La historia de la filosofía es la historia del pensamiento libre, concreto, o la historia de la razón. El pensamiento libre, concreto, se ocupa solamente consigo mismo. No hay nada racional que no sea resultado del pensar, no del pensar abstracto, pues éste es el pensar inteligente (del pensamiento), sino del pensar concreto; éste es la razón. También aquella pregunta se ha de expresar más directamente: ¿En qué sentido debe ser considerada la historia de la razón pensante, es decir, en qué acepción? Y aquí podemos contestar que no puede ser interpretada en ninguna otra acepción que en el sentido del pensamiento mismo; o podemos decir que la interrogación misma es incorrecta. En todas las cosas podemos preguntar por el sentido o por la significación (acepción); así, en una obra de arte podemos preguntar por la significación de la forma; en el lenguaje, por la significación de la palabra; en la religión, por la significación de la representación o del culto; en otros actos, por el valor moral, etc.
Esta significación, o este sentido, no es otra cosa que lo esencial o lo universal, lo sustancial de un objeto, y este sustancial del objeto es el pensamiento concreto del objeto.
Puede leerse el texto integral picando aquí.
Incluyo esta obra de Hegel como parte de mi inminente curso: Hegel y la Psico-Logía