“El alma está en el cerebro”
En este enunciado, aparentemente simple, pervive el dualismo cartesiano entre res cogitans (alma, psyche, consciencia, mente) y res extensa (materia, physis, organismo, cuerpo). Los intentos históricos por "resolverlo" han abarcado tanto la negación de un lado (por ejemplo: la negación de lo físico y lo material como ilusorio o como "epifenómeno" de lo anímico) o del otro (la negación de lo mental, de lo psíquico como ilusorio o como "epifenómeno" de lo físico/orgánico), o los intentos por ver su "interconexión". Punset, en su enunciado, apoya la reducción de lo anímico a lo orgánico, aunque sin embargo mantiene ambiguamente la tensión, al hablar aún de "el alma". "El alma está en el cerebro" podría leerse como "no hay alma, sino cerebro", ya que si el alma se define como "inextenso" sería absurdo tratar de averiguar "adónde " (en qué espacio físico) está lo inespacial.
Naturalmente, ante los problemas abiertos por el dualismo cartesiano caben otras opciones más sofisticadas (y por tanto menos "populares"), como el cuestionamento del planteo básico que hace posible tal dualismo, cosa que puede encontrarse por ejemplo en Kant o, con mayor profundidad, en Hegel, por no mencionar las más audaces y originales respuestas de la psicología moderna tal como se expresa en el pensamiento de James Hillman o de Wolfgang Giegerich. Pero Hillman o Giegerich se inscriben en esa perspectiva que afirma que "el alma" no es un hecho ni una suma de hechos y "no existe" (no es biología, no es química, no es física, no es sociología, no es política, etc.) para una perspectiva positivista y/o literal.
“Ahora podemos descubrir cómo funciona un cerebro locamente enamorado”
La expresión "cerebro enamorado" es sintácticamente incorrecta: una persona puede enamorarse, sin duda. Pero ¿un cerebro, un riñón o un fémur? Cuando el lenguaje corriente se usa más allá de sus límites, se producen estos sinsentidos: "mi cerebro está enamorado de tu cerebro", en lugar de "estoy enamorado de tí", o "mi cerebro desea tu cerebro" en lugar de "te deseo". Al menos es gracioso, cuando no francamente ridículo. Pero al margen de estos errores sintácticos, es muy claro que el interés de Punset y su enfoque sólo apuntan a "cómo funciona" (funcionalismo, instrumentalismo) y no tanto a "qué significa" -es decir: qué ES- el enamoramiento, por ejemplo. Tratar de comprender cómo funciona algo no es lo mismo que averiguar qué sea algo, sino que más bien lo da ya por supuesto, por sabido. Presuposición enormemente peligrosa e ideológica.
“Willis afirmaba que la memoria, la capacidad de aprendizaje y las emociones eran en realidad producto de los “átomos” del cerebro, de la química. Nadie había pensado eso antes. Claro, hoy en día todos pensamos así, lo damos por sentado”
Ciertamente, hoy no todos pensamos así. La retórica de Punset recuerda inevitablemente la huída ante el pensamiento y "el último de los hombres", tal como lo describe Nietzsche en su “Así hablaba Zaratustra”: “La tierra se ha vuelto pequeña entonces, y sobre ella da saltos el último hombre, que todo lo empequeñece. Su estirpe es indestructible, como el pulgón; el último hombre es el que más tiempo vive. “Nosotros hemos inventado la felicidad” - dicen los últimos hombres, y parpadean. Enfermar y desconfiar considéranlo pecaminoso: la gente camina con cuidado. ¡Un tonto es quien sigue tropezando con piedras o con hombres! Un poco de veneno de vez en cuando: eso produce sueños agradables. Y mucho veneno al final, para tener un morir agradable..“En otro tiempo todo el mundo desvariaba” - dicen los más sutiles, y parpadean. Hoy la gente es inteligente y sabe todo lo que ha ocurrido: así no acaba nunca de burlarse. La gente continúa discutiendo, mas pronto se reconcilia - de lo contrario, ello estropea el estómago. La gente tiene su pequeño placer para el día y su pequeño placer para la noche: pero honra la salud. “Nosotros hemos inventado la felicidad” - dicen los últimos hombres, y parpadean.” (El subrayado es mío)
“el cerebro es física y química, pero las consecuencias de esos procesos físico-químicos son las ideas´
Con esta afirmación Punset, el pionero del “progreso”, no hace sino repetir enunciados típicos del materialismo iluminista del siglo XVIII (Cabanis: “El pensamiento es una secreción del cerebro”) y del siglo XIX (Moleschott o Vogt: “El cerebro segrega pensamientos como el hígado la bilis y los riñones la orina”). Ya Feuerbach (también materialista, si bien más sutil) objetaba en pleno siglo XIX que, si bien el cerebro interviene en la formación de ideas, no puede servir de base para explicar la diferencia entre unas ideas y otras y, sobre todo, respecto a la verdad o falsedad de las ideas. De ahí que la conciencia sea irreductible a explicaciones meramente funcionales.
“en el cerebro, el amor y el odio se parecen mucho. De hecho, si se analizan los ciclos cardiacos de una persona, no se puede apreciar la diferencia entre si una persona acaba de matar a otra o ha tenido un orgasmo”
Esta quizás sea la mejor prueba de que el “análisis de los ciclos cardíacos” -como cualquier otro enfoque cuantitativo- no puede dar cuenta de algocualitativamente tan diferente como un asesinato o un orgasmo. Pero claro, esto se omite alegremente. Como se omite que “el alma” pueda vincularse con la cualidad y no con la cantidad: lo importante no es cómo se produjo un sueño, sino “el contenido” de ese sueño. La cadidad, algo inapreciable cuantitativamente ni positivamente que, como bien escribe Giegerich, escapa “al campo de concentración (actualmente sublimado) de un pensamiento en términos de control, que rige sobre toda la lógica de nuestra era. Pero ésto es precisamente lo que nos exige el enfoque junguiano en la terapia: encontrar a cada persona, y de hecho a cada momento, en su singularidad; en otras palabras, fuera de ese campo de concentración: soltarnos -sin redes lógicas de seguridad- en la frescura y novedad de cada momento presente y en la subjetividad atómica de nosotros mismos- a fin de descubrir en ello, sólo en ello, nuestra verdadera humanidad universal”.
“ La belleza es la ausencia de dolor de la misma manera que la felicidad es la ausencia del miedo. Somos lo que somos, en gran parte, porque la belleza es un predictor excelso de la salud, nos da la medida de cómo estamos”
La reducción de la belleza y la felicidad a experiencias subjetivas (como ausencia de dolor o ausencia de miedo) muestra hasta qué punto lo esencialmente cualitativo es reducido a mecanismos mensurables. Pocos artistas y poquísimos estudiosos de la ética estarán de acuerdo con estas simplificaciones aplanadoras, propias del utilitarismo más primario. Que la belleza sea equiparada a un analgésico (ausencia de dolor) y la felicidad a un tranquilizante (ausencia de miedo) , son síntomas característicos del proceso de control e instrumentación de una psicología que se ha vuelta “ciencia natural”, es decir que traiciona a su propio nombre: psique como alma y logos como comprensión.
Increíble pero cierto: la superficialidad y el positivismo rampante de estas afirmaciones típicas de Punset son aceptados sin más ni más como expresiones de “sabiduría”. Esta es “la noche y la tormenta” en la cual unos pocos protegen esa “pequeña luz” que aún subsiste vacilantemente: la profundidad de una psicología “con alma” como algo totalmente ajeno a la cuantificación de hechos y su manipulación, instrumentación y control. No hay que olvidar que la lógica de nuestro tiempo se realiza a través de los cuatro valores fundamentales (presentes todos en el horizonte de Punset): información (sustituyendo al conocimiento), eficiencia técnica, espectáculo (sensaciones, intensas experiencias emocionales, incluyendo "subidones") y ganancia rápida. Como dice Giegerich en "La Vida Lógica del Alma": son los cuatros modos por medio de los cuales se realiza el proyecto supremo de nuestro tiempo, el de establecer una existencia absolutamente libre de toda verdad = Ciberespacio")