Ya Nietzsche, en la segunda mitad del s. XIX, enfrentó “naturaleza” (vida) y “espíritu” (cultura) como dos ámbitos contrapuestos. Esta contraposición, que se remonta tanto a Nietzsche como a diversas interpretaciones de su pensamiento, predomina a finales del XIX (“ciencias de la naturaleza”, “ciencias del espíritu”) y aún en el siglo XX. Tal oposición es aparente en el psicoanálisis (expresamente tematizada en “El malestar en la cultura” de Freud”) y también en el pensamiento de Jung, que dedicó diversos estudios y conferencias a tratar la relación entre “instinto” y “espíritu”, a los que en alguna ocasión tipificó como los extremos infrarrojo (instinto) y ultravioleta (espíritu) de un mismo espectro (ver “Consideraciones teóricas acerca de la esencia de lo psíquico", en Obra Completa, vol. 8)
En otro ensayo de 1930 que acabo de publicar en la web, incluído en el mismo volumen, ”El punto de inflexión de la vida”, Jung hace la importante observación:
“Desviarse y ponerse en contra del instinto crea la consciencia. El instinto es naturaleza y quiere naturaleza. La consciencia, por el contrario, sólo puede querer o negar la cultura, y cada vez que -con una especie de añoranza rousseauniana- se aspira a volver a la naturaleza, se “cultiva” la naturaleza”
Esta concepción de la consciencia como "oposición" o incluso "negación" de la naturaleza, tendrá consecuencias de largo alcance no sólo en la psicología arquetipal (que enfocará el “hacer alma” como un anti-naturalismo y un proceso de des-literalización , un opus contra natura alquímico) sino también en la propuesta de Giegerich acerca de la psique como “vida lógica”.
También afirma Jung en este artículo:
“Quien se protege de lo nuevo, de lo ajeno, y regresa al pasado está tan neurótico como quien se identifica con lo nuevo para huir del pasado. La única diferencia es que uno se ha distanciado del pasado y otro del futuro. Los dos hacen esencialmente lo mismo: rescatar la estrechez de su consciencia en vez de hacerla estallar en la tensión de los opuestos para crear un estado de consciencia más amplio y elevado.”
“Los grandes problemas de la vida nunca se resuelven para siempre. Si alguna vez parecen estar resueltos se trata siempre de una pérdida. Su sentido y su finalidad no parecen residir en su solución, sino en que nos ocupemos constantemente de ellos. Sólo eso nos libra del atontamiento y del anquilosamiento.”
En otro ensayo de 1930 que acabo de publicar en la web, incluído en el mismo volumen, ”El punto de inflexión de la vida”, Jung hace la importante observación:
“Desviarse y ponerse en contra del instinto crea la consciencia. El instinto es naturaleza y quiere naturaleza. La consciencia, por el contrario, sólo puede querer o negar la cultura, y cada vez que -con una especie de añoranza rousseauniana- se aspira a volver a la naturaleza, se “cultiva” la naturaleza”
Esta concepción de la consciencia como "oposición" o incluso "negación" de la naturaleza, tendrá consecuencias de largo alcance no sólo en la psicología arquetipal (que enfocará el “hacer alma” como un anti-naturalismo y un proceso de des-literalización , un opus contra natura alquímico) sino también en la propuesta de Giegerich acerca de la psique como “vida lógica”.
También afirma Jung en este artículo:
“Quien se protege de lo nuevo, de lo ajeno, y regresa al pasado está tan neurótico como quien se identifica con lo nuevo para huir del pasado. La única diferencia es que uno se ha distanciado del pasado y otro del futuro. Los dos hacen esencialmente lo mismo: rescatar la estrechez de su consciencia en vez de hacerla estallar en la tensión de los opuestos para crear un estado de consciencia más amplio y elevado.”
“Los grandes problemas de la vida nunca se resuelven para siempre. Si alguna vez parecen estar resueltos se trata siempre de una pérdida. Su sentido y su finalidad no parecen residir en su solución, sino en que nos ocupemos constantemente de ellos. Sólo eso nos libra del atontamiento y del anquilosamiento.”