sábado, 5 de julio de 2008

Heidegger: La pregunta por la técnica


Acabo de incluir en la web del centro el inquietante artículo de Martin Heidegger, “La pregunta por la técnica” incluído en “Conferencias y Artículos” (ed. del Serbal)

En él, ya a mediados del siglo XX Heidegger afirmaba que la técnica no es lo mismo que la esencia de la técnica.

Con ello insistía en no afrontar la técnica como algo dado por supuesto, como un conjunto de procedimientos y/o de objetos e incluso como un modo de pensar dado de hecho.

Por esto -afirma- nunca experienciaremos nuestra relación para con la esencia de la técnica mientras nos limitemos a representar únicamente lo técnico y a impulsarlo, mientras nos resignemos con lo técnico o lo esquivemos. En todas partes estamos encadenados a la técnica sin que nos podamos librar de ella, tanto si la afirmamos apasionadamente como si la negamos. Sin embargo, cuando del peor modo estamos abandonados a la esencia de la técnica es cuando la consideramos como algo neutral, porque esta representación, a la que hoy se rinde pleitesía de un modo especial, nos hace completamente ciegos para la esencia de la técnica.

Esta resignación o, peor aún, este “esquivar la técnica” no sólo es característico del pensamiento esotérico, de los anhelos más o menos religiosos y místicos que hoy son típicos en nuestra sociedad post-industrial (lo que Giegerich llamaría pensamiento del fin de semana, o más crudamente: Disneylandia), sino -y más lamentablemente- también en una psicología pretendidamente profunda que aún intenta aludir a una psique separada (abstraída) de la historia y relativamente intocada (y virginal) por lo que acaece hoy mismo como una manifestación de un logos implacable.

Mientras los psicólogos analíticos aún se remiten a los cuentos infantiles, los mitos, las sociedades arcaicas, la alquimia, los rituales iniciáticos antiguos, las imágenes simbólicas del pasado y otros aproximaciones históricamente obsoletas, su obstinada inconsciencia de la esencia de la técnica los vuelve implícitos agentes del mismo proceso en el que no piensan, pero desde el que inevitablemente piensan.

Heidegger lo advirtió: La representación corriente de la técnica, según la cual ella es un medio y un hacer del hombre, puede llamarse, por tanto, la definición instrumental y antropológica de la técnica.

También podríamos llamar a esa aproximación corriente, el enfoque literal: el dar la técnica y la ciencia por supuesto como algo que está ahí, y que es producto de los hombres y que depende de ellos y sus decisiones, y que no son otra cosa que un hecho -histórico, cultural, social, económico, etc. En realidad son Algo Distinto.

En su artículo “Ciencia y Meditación” incluído en el mismo libro que el presente ensayo, Heidegger afirma que “al igual que el arte, la ciencia no es únicamente una actividad cultural del hombre. La ciencia es un modo, y además un modo decisivo, como se nos presenta todo lo que es. Por ello debemos decir: la realidad, en el interior de la cual el hombre de hoy se mueve e intenta mantenerse, está codeterminada en sus rasgos esenciales por lo que llamamos la ciencia occidental-europea. Si meditamos acerca de este proceso veremos que, en el ámbito del mundo occidental y en la época de su historia acontecida, la ciencia ha desplegado un poder como hasta ahora nunca se ha podido encontrar en la tierra, y finalmente está extendiendo este poder sobre todo el globo. Ahora bien ¿es la ciencia sólo un artefacto del hombre que se ha elevado a un dominio tal que se podría pensar que algún día, por obra del querer humano, por decisiones de comisiones, pudiera ser demolido de nuevo? ¿O bien prevalece aquí un sino más alto? ¿Domina en la ciencia algo más que un mero querer saber por parte del hombre? Así es en efecto. Prevalece Algo Distinto. Pero esto que es distinto se nos ocultará mientras sigamos atados a las representaciones habituales de la ciencia. Esto Distinto es un estado de cosas que prevalece y atraviesa todas las ciencias y que, sin embargo, permanece oculto a ellas”

Por ello mismo, volviendo a La pregunta por la técnica, Heidegger nota que la representación instrumental de la técnica determina todos los esfuerzos por colocar al hombre en el respecto correcto para con la técnica. Todo está en manejar de un modo adecuado la técnica como medio. Lo que queremos, como se suele decir, es «tener la técnica en nuestras manos». Queremos dominarla. El querer dominarla se hace tanto más urgente cuanto mayor es la amenaza de la técnica de escapar al dominio del hombre.

Pero cuando se piensa en la técnica, cuando se advierte el alma en la técnica, entonces acaece que, como anuncia Heidegger, la técnica no es un mero medio, la técnica es un modo del salir de lo oculto. Si prestamos atención a esto se nos abrirá una región totalmente distinta para la esencia de la técnica. Es la región del desocultamiento, es decir, de la verdad.

Pero la psicología analítica actual ya no se interesa por la verdad, hace tiempo que dejó de buscarla: cerrando los ojos al presente, se vuelve a la infancia de la humanidad, y a la infancia del individuo, a las épocas “arcaicas”, a estadios ancestrales y “arquetípicos”, y se refugia en el limbo de un estado primordial que abandona al mundo y a la historia -y con ello al alma misma- en un estado de inconsciencia, de descuido, de desinterés. Ya no está presente al presente y a lo que en él se presenta, y desconoce lo que se está haciendo -en el sentido de Hillman de “hacer alma”- mediante la ciencia y la tecnología. Es por ello justamente que, como señala Heidegger, la técnica esencia en la región en la que acontece el hacer salir lo oculto y el estado de desocultamiento, donde acontece la aletheia, la verdad.

¿Qué verdad? La única disponible para nosotros que vivimos condicionados por esa misma técnica y reinado de la ciencia que los psicólogos, los místicos, los esotéricos, condenan sin llegar a advertir lo que a través de y por ella y en ella se está manifestando.

Según Heidegger el hacer salir de lo oculto que domina por completo a la técnica moderna tiene el carácter del emplazar, en el sentido de la provocación. Éste acontece así: la energía oculta en la Naturaleza es sacada a la luz, a lo sacado a la luz se lo transforma, lo transformado es almacenado, a lo almacenado a su vez se lo distribuye, y lo distribuido es nuevamente conmutado. Sacar a la luz, transformar, almacenar, distribuir, conmutar son maneras del hacer salir lo oculto. Sin embargo, esto no discurre de un modo simple. Tampoco se pierde en lo indeterminado. El hacer salir lo oculto desoculta para sí mismo sus propias rutas, imbricadas de un modo múltiple, y las desoculta dirigiéndolas. Por su parte, esta misma dirección viene asegurada por doquier. La dirección y el aseguramiento son incluso los rasgos fundamentales del salir a la luz que provoca … En todas partes se solicita que algo esté inmediatamente en el emplazamiento y que esté para ser solicitado para otra solicitación. Lo así solicitado tiene su propio lugar de estancia, su propia plaza. Lo llamamos las existencias. La palabra dice aquí más y algo más esencial que sólo «reserva». La palabra «existencias» alcanza ahora rango de un título. Caracteriza nada menos que el modo como está presente todo lo que es concernido por el hacer salir lo oculto.

Pero, y esto es lo inquietante, lo que hay que pensar: ¿quién lleva a cabo el emplazamiento que provoca y mediante el cual lo que llamamos lo real y efectivo es sacado de lo oculto como existencias? El hombre, evidentemente. ¿En qué medida es éste capaz de tal hacer salir de lo oculto? El hombre, sin duda, puede representar esto o aquello, de este modo o de este otro, puede conformarlo o impulsarlo. Ahora bien, el estado de desocultamiento en el que se muestra o se retira siempre lo real y efectivo no es algo de lo que el hombre disponga.

Añade Heidegger: sólo en la medida en que el hombre, por su parte, está ya provocado a extraer energías naturales puede acontecer este hacer salir lo oculto que solicita y emplaza. Si el hombre está provocado a esto, si se ve solicitado a esto, ¿no pertenecerá entonces también él, y de un modo aún más originario que la Naturaleza, a la categoría de las existencias? El modo de hablar tan corriente de material humano, de activo de enfermos de una clínica habla en favor de esto el estado de desocultamiento mismo, en cuyo interior se despliega el solicitar no es nunca un artefacto del hombre, como tampoco lo es la región que el hombre ya está atravesando cada vez que, como sujeto, se refiere a un objeto.

En otras palabras: la esencia de la técnica no es humana, ni depende del hacer humano, sino más bien cuando el hombre, investigando, contemplando, va al acecho de la Naturaleza como una zona de su representar, está ya bajo la apelación de un modo del hacer salir de lo oculto que lo provoca a abordar a la Naturaleza como un objeto de investigación, hasta que incluso el objeto desaparece en la no-objetualidad de las existencias. Es por ello que Heidegger aclara:
De ese modo, la técnica moderna, como un solicitador sacar de lo oculto, no es ningún mero hacer del hombre. De ahí que incluso a aquel provocar que emplaza al hombre a solicitar lo real como existencias debemos tomarlo tal como se muestra. Aquel provocar coliga al hombre en el solicitar. Esto que coliga concentra al hombre a solicitar lo real y efectivo como existencias.

Esto es justamente lo que hay que pensar y lo que, inevitablemente -aunque también previsiblemente- se escapa a cualquier colocación antropocéntrica, es decir: que siga poniendo el peso de la historia y de las ideas y del ser en el mero arbitrio humano.
Es lo que Giegerich llamará la falacia antropológica: hacer del ser humano -del ego- el sujeto del alma -de lo que se manifiesta en el proceso presente.

Heidegger propone una expresión original: Gestell -traducida usualmente como estructura de emplazamiento- para aludir justamente a aquella interpelación que provoca, que coliga al hombre a solicitar lo que sale de lo oculto como existencias. El mismo Heidegger aclarará que Ge-stell (estructura de emplazamiento) significa lo coligante de aquel emplazar que emplaza al hombre, es decir, que lo provoca a hacer salir de lo oculto lo real y efectivo en el modo de un solicitar en cuanto un solicitar de existencias. Estructura de emplazamiento significa el modo de salir de lo oculto que prevalece en la esencia de la técnica moderna, un modo que él mismo no es nada técnico. A lo técnico, en cambio, pertenece todo lo que conocemos como varillaje, transmisión y chasis, y que forma parte de lo que se llama montaje. Pero esto, junto con las partes integrantes mencionadas, cae en la zona del trabajo técnico, que nunca hace otra cosa que corresponder a la provocación de la estructura de emplazamiento, sin constituirla jamás o, siquiera, tenerla como resultado¿A dónde nos vemos llevados cuando, dando un paso más, reflexionamos ahora sobre lo que es en sí misma la estructura de emplazamiento como tal? No es nada técnico, nada maquinal. Es el modo según el cual lo real y efectivo sale de lo oculto como existencias. De nuevo preguntamos: ¿acontece este salir de lo oculto en algún lugar que estuviera más allá de todo hacer humano? No. Pero tampoco acontece sólo en el hombre ni de un modo decisivo por él.

En este sentido Giegerich es el único psicólogo que atiende justamente a este acaecer de la técnica no sólo como algo de hecho, sino como el ámbito donde el alma se hace históricamente, en el tiempo que nos convoca. Y en este contexto, alma y destino se encuentran nuevamente, por lo que Heidegger puede afirmar: Poner en un camino... a esto, en nuestra lengua, se le llama enviar. A aquel enviar coligante que es lo primero que pone al hombre en un camino del hacer salir lo oculto lo llamamos el sino (lo destinado). Desde aquí se determina la esencia de toda historia acontecida. Ésta no es, ni sólo el objeto de la Historia, ni sólo la cumplimentación del humano hacer. Éste se hace histórico sólo en cuanto destinal (propio del sino).

Es el descuido de este sino el que nos hace aún más esclavos de su inevitabilidad, precisamente por atribuirnos una imaginaria responsabilidad que no permite reconocer lo que se está moviendo, lo que en verdad está acaeciendo.

En términos de Heidegger: La esencia de la técnica moderna descansa en la estructura de emplazamiento. Ésta pertenece al sino del hacer salir lo oculto. Estas proposiciones no dicen lo que se suele oír a menudo, que la técnica es el destino de nuestra época, donde destino significa lo inesquivable de un proceso que no se puede cambiarLa estructura de emplazamiento deforma el resplandecer y el prevalecer de la verdad. El sino que destina a la solicitación es por ello el peligro extremo. Lo peligroso no es la técnica. No hay nada demoníaco en la técnica, lo que hay es el misterio de su esencia. La esencia de la técnica, como un sino del hacer salir lo oculto, es el peligro. El sentido transformado de la palabra Ge-stell (estructura de emplazamiento) se nos hará ahora tal vez algo más familiar, si pensamos el Ge-stell en el sentido de sino y de peligro.

El misterio de la esencia de la técnica es algo que da que pensar. No se trata de un fenómeno sociológico, ni de un “hecho histórico”. Se trata de la inevitable manifestación de un sino, un destino, ante el cual todo intento de “hallar un sentido individual” , una “respuesta personal” no es sino un acto más de instrumentación y de inadvertido sometimiento.

Heidegger va aún mucho más allá, en este artículo, hasta mostrar que no sólo la esencia de la técnica y la estructura de emplazamiento representan el sino y el peligro, sino que -como decía el poeta Hölderlin- sólo donde está el peligro crece también lo que salva. Y Heidegger aclara inmediatamente que «salvar» es: ir a buscar algo y conducirlo a su esencia, con el fin de que así, por primera vez, pueda llevar a esta esencia a su resplandecer propio. Si la esencia de la técnica, la estructura de emplazamiento, es el peligro extremo y si, al mismo tiempo, las palabras de Hölderlin dicen verdad, entonces, el dominio de la estructura de emplazamiento no puede agotarse sólo en la deformación de todo lucir, de todo salir lo oculto, en la deformación de todo resplandecer de la verdad. En este caso lo que tiene que ocurrir más bien es que precisamente la esencia de la técnica sea lo que albergue en sí el crecimiento de lo que salva.

Aún más abajo Heidegger hará notar que si miramos al peligro, descubrimos con la mirada el crecimiento de lo que salva. Con ello todavía no estamos salvados. Pero estamos bajo la interpelación de esperar, al acecho, en la creciente luz de lo que salva. ,Cómo puede acontecer esto? Aquí y ahora, y en lo insignificante, de esta forma: abrigando lo que salva en su crecimiento. Esto implica que en todo momento mantengamos ante la vista el extremo peligro.

Y concluye: Preguntando de este modo damos testimonio de este estado de necesidad: que nosotros, con tanta técnica, aún no experienciamos lo esenciante de la técnica; que nosotros, con tanta estética, ya no conservamos lo esenciante del arte. Sin embargo, cuanto mayor sea la actitud interrogativa con la que nos pongamos a pensar la esencia de la técnica, tanto más misteriosa se hará la esencia del arte.
Cuanto más nos acerquemos al peligro, con mayor claridad empezarán a lucir los caminos que llevan a lo que salva, más intenso será nuestro preguntar. Porque el preguntar es la piedad del pensar.

¿Cómo, en medio de este peligro y este misterio, aún se puede hablar de una falta de misterio en el presente e ir a refugiarse en los misterios -y los dioses- que acaso una vez fueron pero que ya no son?

Puede leerse el artículo íntegro picando aquí