jueves, 23 de octubre de 2008

La cuestión del “humanismo”


Ya en otra ocasión me he referido a la espinosa cuestión del “antropocentrismo” y del “personalismo” que no sólo invade a la psicología, sino que incluso preside su fundación como supuesta “ciencia”.
Si bien en la psicología imaginal de James Hillman, inspirada en la visión de Jung, se lleva a cabo un importante cuestionamiento del enfoque “personalista”, insistiendo en que “el alma” siempre está relacionada con “los dioses” (y, por tanto, no al servicio de los intereses del hombre empírico), el desenmascaramiento más contundente del personalismo y de sus falacias ha estado a cargo de Wolfgang Giegerich.

Sin embargo tal desenmascaramiento tiene un importante precursor en el gran pensador Martin Heidegger, que en 1945, en su Carta sobre el humanismo, se desmarca de toda posible interpretación de su pensamiento como una forma de “existencialismo” o de “humanismo”, y se aboca a la tarea de explicitar el núcleo “antropocéntrico” que, presente ya en los albores de la metafísica Occidental, se consuma en la ciencia y la tecnología.

He publicado en la web del Centro ese importante escrito de Heidegger. Sólo quiero destacar aquí algunos pasajes marginales, en su decurso hacia la elucidación de un pensar que no sea instrumental ni esté al servicio de la “efectividad” o la “dominación”, aún cuando esa dominación aparezca encubierta con el nombre de “bienestar”, “salud” , “integración”, “adaptación” o “individuación”, tan frecuente en la jerga psicológica.

Así, en su Carta sobre el humanismo, entre otras cosas, Heidegger escribe:

El pensar no se convierte en acción porque salga de él un efecto o porque pueda ser utilizado. El pensar sólo actúa en la medida en que piensa. Este actuar es, seguramente, el más simple, pero también el más elevado, porque atañe a la relación del ser con el hombre. Pero todo obrar reside en el ser y se orienta a lo ente. Por contra, el pensar se deja reclamar por el ser para decir la verdad del ser. El pensar lleva a cabo ese dejar. (1)

…A diferencia de lo que ocurre en las ciencias, el rigor del pensar no consiste sólo en la exactitud artificial --es decir, teórico-técnica-- de los conceptos. Consiste en que el decir permanece puro en el elemento de la verdad del ser y deja que reine lo simple de sus múltiples dimensiones.

…Ese pensar se termina cuando sale fuera de su elemento. El elemento es aquello desde donde el pensar es capaz de ser un pensar. El elemento es lo que permite y capacita de verdad: la capacidad. Ésta hace suyo el pensar y lo lleva a su esencia. El pensar, dicho sin más, es el pensar del ser. El genitivo dice dos cosas. El pensar es del ser, en la medida en que, como acontecimiento propio del ser, pertenece al ser. (2)

…Cuando el pensar se encamina a su fin por haberse alejado de su elemento, reemplaza esa pérdida procurándose una validez en calidad de tekhne, esto es, en cuanto instrumento de formación y por ende como asunto de escuela y posteriormente empresa cultural. Paulatinamente, la filosofía se convierte en una técnica de explicación a partir de las causas supremas. Ya no se piensa, sino que uno se ocupa con la «filosofía». En mutua confrontación, esas ocupaciones se presentan después públicamente como una serie de “ismos” e intentan superarse entre sí. El dominio que ejercen estos títulos no es fruto del azar. Especialmente en la Edad Moderna, se basa en la peculiar dictadura de la opinión pública. Sin embargo, la que se suele llamar «existencia privada» no es en absoluto el ser-hombre esencial o, lo que es lo mismo, el hombre libre. Lo único que hace es insistir en ser una negación de lo público. Sigue siendo un apéndice suyo y se alimenta solamente de su retirada fuera de lo público. Así, y contra su propia voluntad, dicha existencia da fe de la rendición ante los dictados de la opinión pública.

…el humanismo variará en función del concepto que se tenga de «libertad» y «naturaleza» del hombre. Asimismo, también variarán los caminos que conducen a su realización. El humanismo de Marx no precisa de ningún retorno a la Antigüedad, y lo mismo se puede decir de ese humanismo que Sartre concibe como existencialismo. En el sentido amplio que ya se ha citado, también el cristianismo es un humanismo, desde el momento en que según su doctrina todo se orienta a la salvación del alma del hombre (salus aeterna) y la historia de la humanidad se inscribe en el marco de dicha historia de redención. Por muy diferentes que puedan ser estos distintos tipos de humanismo en función de su meta y fundamento, del modo y los medios empleados para su realización y de la forma de su doctrina, en cualquier caso, siempre coinciden en el hecho de que la humanitas del homo humanus se determina desde la perspectiva previamente establecida de una interpretación de la naturaleza, la historia, el mundo y el fundamento del mundo, esto es, de lo ente en su totalidad (3)

…¿De verdad estamos en el buen camino para llegar a la esencia del hombre cuando y mientras lo definimos como un ser vivo entre otros, diferente de las plantas, los animales y dios? Sin duda, se puede proceder así, se puede disponer de ese modo al hombre dentro de lo ente entendiéndolo como un ente en medio de los otros. De esta suerte, siempre se podrán afirmar cosas correctas sobre el ser humano. Pero también debe quedarnos muy claro que, procediendo así, el hombre queda definitivamente relegado al ámbito esencial de la animalitas, aun cuando no lo pongamos al mismo nivel que el animal, sino que le concedamos una diferencia específica. Porque, en principio, siempre se piensa en el homo animalis, por mucho que se ponga al animal a modo de animus sive mens y en consecuencia como sujeto, como persona, como espíritu. Esta manera de poner es, sin duda, la propia de la metafísica. Pero, con ello, la esencia del hombre recibe una consideración bien menguada, y no es pensada en su origen, un origen esencial que sigue siendo siempre el futuro esencial para la humanidad histórica (4)

…Si a las plantas y a los animales les falta el lenguaje es porque están siempre atados a su entorno, porque nunca se hallan libremente dispuestos en el claro del ser, el único que es «mundo». Pero no es que permanezcan carentes de mundo en su entorno porque se les haya privado de lenguaje. En la palabra «entorno» se agolpa pujante todo lo enigmático del ser vivo. El lenguaje no es en su esencia la expresión de un organismo ni tampoco la expresión de un ser vivo. Por eso no lo podemos pensar a partir de su carácter de signo y tal vez ni siquiera a partir de su carácter de significado. Lenguaje es advenimiento del ser mismo, que aclara y oculta. (5)

Puede consultarse el artículo de Heidegger, picando aquí.

Notas
(1) Heidegger ha insistido en la importancia de “dejar” (lassen) ser al ser, y en la actitud fundamental de la “dejidad” (Gelassenheit), que suele traducirse como “Serenidad”. Es recomendable consultar su artículo “Gelassenheit” al respecto en el que, entre otras cosas, distingue entre un pensamiento “calculador” y un pensamiento “meditativo”.

(2) A Heidegger se le suele caracterizar como el pensador del Ser (a diferencia del ente). Pero en su obra la constante es la preocupación por “la verdad” y la meditación histórica acerca de la verdad como “des-ocultación” (aletheia) y la verdad como “acaecimiento”. De este modo Heidegger entronca con uno de los temas fundamentales de la filosofía, ya desde su origen: la “relación” entre “verdad” y “ser”. Es justamente esa relación la que se olvida o se ignora o se da ya por supuesta en el existencialismo así como en todo “vitalismo” de base nietzscheana (fuente del “perspectivismo” y del “relativismo” postmoderno, que campan a sus anchas en la psicología profunda así como en la cultural popular tipo New Age y otras formas de espiritualidad de andar por casa, y fuente también del psicoanálisis y sus ulteriores desarrollos). Cuando se hace del “pensamiento” una función o una herramienta de la psique, ya se presupone el pensamiento como desvinculado de la verdad y del ser. Este presupuesto no sólo es cuestionado por Heidegger mismo, sino y más contemporáneamente en la psicología de Wolfgang Giegerich, que no sólo es atención a “la vida lógica” sino que se basa en la convicción de que “el alma es el órgano de la verdad”

(3) Heidegger toca aquí el tema ya expuesto en varias de sus obras, de que “lo determinante” son justamente las ideas (el pensamiento), como indicaba en otro artículo de este blog: La fuerza del pensamiento

(4) La puesta en cuestión de la definición tradicional del hombre como “animal racional” es, en Heidegger, la puesta en cuestión de todo “humanismo” y, en definitiva, de toda concepción “cosificadora” e instrumental de la verdad, incluyendo en esas categoría las ideas de “mi verdad”, “una verdad vital” o una “verdad personal” y demás formas de apropiación egoica y/o confesional.

(5) La insistencia de Heidegger en la profunda vinculación entre Ser y Lenguaje (logos), ha sido retomada, desde otra perspectiva pero con gran ímpetu, por la psicología de W. Giegerich, que supera todo enfoque “naturalista” y “humanista” del “alma” para resaltar la conexión entre conciencia (e inconsciente), autoconciencia, pensamiento, lenguaje y verdad. Giegerich insiste una y otra vez en que “el alma” es el órgano de la verdad.