sábado, 1 de marzo de 2008

La miseria de la psicología (5) : el “complejo materno”

Qué lejos están Hillman y Giegerich de frases como “El ser humano está movido por un afán de unidad. Vivimos arrastrados a los polos contrarios, y por tanto ese anhelo de fusión , que en la vida solo experimentan los no-natos, los místicos y levemente los enamorados.... nos lleva al deseo de la autorrealización en unidad. Ese camino en psicología analítica se llama el camino de individuación y el lugar de unidad, que frecuentemente se llama Dios, en psicología profunda se llama el Si-mismo”

Sin embargo Hillman y Giegerich han insistido en que lo que se individúa es el alma, y no “yo” (el “sujeto empírico”, el ego -siempre presente bajo diversas pretensiones: la autorrealización, el autocrecimiento, la autoconsciencia, la autoestima...) Esa implicación "yoica" lo troca todo en “moral”, con tufillo religioso y autoexigente: culpabilizador y heroico (culpabilizador precisamente por heroico). Uno tiene que “realizarse”, uno tiene que ponerse en contacto consigo mismo (¡¿Dios?!), uno “se esfuerza” y, previsible y necesariamente, uno “fracasa”. No es difícil advertir una cierta moral protestante que pretende pasar por psicología y que es más de lo mismo: demanda heroica, culpabilidad y autoexigencia. E indiferencia (¿inconsciencia?) por lo que no es “auto”: el ego perpetúa así su propia importancia. De ésta manera el héroe permanece siempre embrollado en los brazos de la madre (como Mater, es decir: materia -hyle-, inconsciencia, naturalismo -physis-, “realidad exterior”, física, biología, sociología, antropología y así sucesivamente: las “coartadas” de una psicología olvidada de sí misma). De modo que la psicología regresa a posiciones pre-freudianas, dado que Freud ya insistió en la importancia de su “revolución copernicana” al desplazar al “yo” -la conciencia empírica- del centro mismo de la vida psíquica, tal como Copérnico había desplazado a la Tierra del centro del sistema solar. De allí que se hable de un retroceso de la psicología junguiana -no del pensamiento de Jung- a posiciones retrógradas: “el estado de cosas en el movimiento junguiano convencional parece ser una regresión mucho más atrás de los logros de Jung” (W. Giegerich: La Vida Lógica del Alma)

Es en este sentido (y otros) que Giegerich habla de lo "ilusorio" en una psicología personalista. En realidad su expresión es "falso" (phoney= inauténtico). Sus síntomas son justamente el personalismo, el subjetivismo, el “misticismo” de andar por casa (encuentro “consigo mismo”, “anhelo de fusión”... anhelo ¿de quién?), la profundización (?!) en los sentimientos y efusiones personales, el esfuerzo “moral” por superar-se e integrar-se... y, cómo iba faltar, la ubicuidad del “complejo materno”.

Lo sorprendente es que si uno lee los textos psico-lógicamente, resultan una inadvertida confesión de quien los escribe, y desde dónde están escritos. Como ya hizo notar Hillman en su The Great Mother, Her Son, Her Hero, and the Puer (La Gran Madre, su Hijo, su Héroe y el Puer, originalmente publicado en Berry ed.: Fathers and Mothers y reeditado en James Hillman Uniform Edition vol. 3, Senex & Puer, Spring 2005, pg. 135):

“Una psicología que ve a la madre en todas partes es un enunciado acerca de la psique del psicólogo y no sólo un enunciado basado en la prueba experimental”.

E inmediatamente añadió:

“Para que la psique avance a través de su complejo materno inconsciente, la misma psicología tiene que avanzar en su autorreflexión a fin de que su tema, el alma, ya no esté dominada por el naturalismo y el materialismo, y las metas para esa alma ya no se formulen por medio del arquetipo materno como “crecimiento”, “adaptación social”, “relaciones humanas”, “plenitud natural”, etc. ” (ib. pg 135)

Para concluir afirmando que:

“La magnificación del complejo materno es un signo cierto de que que estamos escogiendo el rol heroico, cuyo propósito es menos el espíritu y menos la psique que el ego tradicional, su fortalecimiento y su desarrollo”. (ib. pg. 147)

¿Quién -o qué- es “sí mismo” (self)? Es importante reflexionar más “profundamente” sobre “el proceso de individuación” y “si-mismo” (self) lo cual no tiene nada que ver con el ego, con “mi” individuación, con mi "auto"-realización, con “mi” llegar a ser lo que sea: completo, centrado, realizado, auténtico, impecable, etc. etc. Todas esas son inquietudes egoicas y egoístas (subjetivas), que dejan el mundo y el alma (lo objetivo psíquico) de lado. Y para Jung el mundo es el self, como cuando escribe en Sobre los Arquetipos de lo Inconsciente Colectivo (Obra Completa en ed. Trotta, vol. 9/1, § 46):

“Lo insconsciente colectivo es todo menos un sistema aislado y personal, es objetividad, ancha como el mundo y abierta al mundo. Yo soy el objeto de todos los sujetos, en perfecta inversión de mi consciencia habitual, donde soy siempre sujeto que tiene objetos. Allí estoy en la más inmediata e íntima unión con el mundo, unido hasta tal punto que olvido demasiado fácilmente quién soy en realidad. “Perdido en sí mismo” es una frase adecuada para designar ese estado. Pero ese "mismo" es el mundo”

En la versión en inglés de sus Obras Completas esta última frase es “This self, however, is the world”. O sea: “Este self (sí mismo o uno mismo), sin embargo, es el mundo”

Me pregunto qué tiene que ver esta psique objetiva (o Alma, según Hillman) con frases como:
“los conflictos que vivimos en nuestro interior (la "turbación y pasiones") se amalgaman en forma de conflictos con los próximos ("disensiones, riñas y pleitos"), que facilitan en su expansión los conflictos colectivos hasta desembocar en las guerras. Conviene pues saber lidiar con estos conflictos, atenderlos, entenderlos, diferenciarlos, resolverlos si podemos”

Lo que aquí se omite, es reflexionar (psicologizar) en qué consisten ese supuesto “interior” (mío, subjetivo, egoico), y este sujeto que quiere “lidiar” para “resolver” conflictos: el héroe nuevamente bajo una imagen disociada de la psique objetiva.

La idea de proyección también necesita ser psicologizada en lugar de darse por sentado que “proyectamos algunas de nuestras figuras internas en los demás” (¿quiénes somos nosotros, los que proyectamos?), lo cual presupone inadvertidamente un mundo “psicológicamente vacío”, sólo “creado” (o avivado anímicamente) a partir de “nuestras” proyecciones.

Por supuesto, ya Jung vio claro que lo que llamamos en esta era (siglo XX) “proyecciones” no son sino y en el mejor de los casos “introyecciones”, y por ello escribió:

“Fue necesario que el simbolismo sufriera un enorme empobrecimiento para que los dioses fuesen redescubiertos como factores psíquicos, como arquetipos de lo inconsciente… Desde que cayeron del cielo las estrellas y empalidecieron nuestros más altos símbolos, reina misteriosa vida en lo inconsciente. Por eso tenemos hoy una psicología, y por eso hablamos de lo inconsciente. Todo eso sería, y lo es en efecto, totalmente superfluo en una época y una forma de cultura que tiene símbolos” (Sobre los Arquetipos del Inconsciente Colectivo § 50. Obra Completa vol. 9/1, ed. Trotta)

Giegerich, desde una óptica en cierto modo “nietzscheana” se preguntará si esta misteriosa vida en lo inconsciente no será un desesperado intento por parte de Jung de preservar las estrellas caídas del cielo (de contrarrestar el Dios ha muerto de Nietzsche) manifestando así la resistencia a admitir que el locus (el lugar) del misterio ya no reside en nuestros más altos símbolos y que la expectativa egoica de conexión y pertenencia (otra forma del complejo materno) ya no permite aprehender la dinámica del alma que ahora, desvestida de sacralidad y de moralidad, palpita como la incesante vida lógica que preside la continua evolución de la consciencia.