En el artículo de 1985, “¡Sin coartada!” -incluído en el vol. I de sus “Collected English Papers: The Neurosis of Psychology”, Wolfgang Giegerich se preguntaba:
La psicología, en tanto que campo de estudio, ¿es realmente libre de adoptar o rechazar la idea de una psique autónoma, o acaso esta idea es un prerequisito indispensable para hacer psicología?
Y proseguía:
El ejemplo clásico para el origen de una ciencia es la física matemática. Lo que hizo de la física una ciencia “exacta” y el modelo para todas las demás ciencias, no fue ni el método empírico ni la aplicación de la matemática a la naturaleza, sino algo más fundamental, que solo hizo posible el método empírico-matemático en primer lugar: la entrega incondicional de la física a su preconcepción subyacente del mundo, a su propia idea de “naturaleza” a priori. Con compromiso absoluto, la física siguió el principio de que “la naturaleza” tenía que explicarse exclusivamente a partir de causas “naturales”. En ningún momento de la investigación se permitía que la ciencia recurriera a cualquier factor fuera de su propia visión. Tenía que apelar a sus propios recursos. Por esta razón, la física tuvo que liberarse implacablemente, una a una, de ideas foráneas a su fantasía tales como destino, Espíritu, Dios, éter -no porque estas fueran ideas “teológicas” o “míticas” mientras que la “naturaleza” en la física no lo es, sino simplemente por ser fiel a su propio mito (“la naturaleza” tal como la pre-concibió la ciencia moderna). Es como si la física, respetando a su propia fantasía raíz, obedeciera estrictamente al consejo de Jung respecto a las imágenes de la fantasía en general: “Ante todo, no permitir que se entrometa nada de fuera que no corresponda, pues la imagen de la fantasía tiene “todo lo que necesita” en sí misma” (CW 14 §749) - en castellano este texto aparece en las Obras Completas (ed. Trotta) vol. 14, II § 404.
No se deja entrar nada de fuera que no pertenezca a la naturaleza de la física; esto significa que la naturaleza se concibe aquí como auto-contenida en su propio origen, una realidad espontánea y autónoma. Nunca debe tomarse como el resultado, por ejemplo, de la acción de un Dios externo; lleva su causa última, su “Dios” en sí misma. Así la física puede actuar (acts-out) de acuerdo a su inconsciente axioma subyacente, la idea “deus sive natura” claramente articulada por Spinoza.
Al rechazar sin compromisos refugiarse en una “coartada” (un factor explicativo “en cualquier parte”: fuera de sí misma) la física se vio constantemente remitida a sí misma (a su fantasía). Esto tuvo dos consecuencias.
Primero, esto garantizó que “la naturaleza” fue “abierta” a priori como algo fundamentalmente desconocido, un laberinto infinito a ser penetrado, y que está visión básica se haría cumplir perpetuamente. Tanto la Madre Tierra mítica como la “creación de Dios” teológica habían estado ontológicamente presentes y completadas porque su esencia final (divina) estaba dada, en un caso manifiestamente como una epifanía, en el otro sólo a la fe en la revelación de Dios respecto al mundo. Así, el único modo significativo de relacionarse con ellas, en tanto que ya dadas, era la reverencia, pero no la ciencia. La “naturaleza” que presume la física, por contraste, está ausente ontológicamente y es incompleta: su esencia última ha de buscarse, siendo el “deus sive natura” un Dios irrevocablemente ausente, tanto que incluso la ciencia ha sido tomada como ateísmo. Esta es la condición a priori que hizo posible y absolutamente necesaria la ciencia, la investigación científica. La fantasía de “la naturaleza” empujó al hombre a una búsqueda ineludible, una verdadera petitio principii: el descubrimiento sistemático y el despliegue de su fantasía del mundo en busca de su primer principio desconocido, en niveles siempre nuevos de sofisticación. Si, como Jung dijo, el anima es la mediadora con lo desconocido, la física es una única gigantesca aventura del anima, y altamente psicológica.
Segundo, al remitirse enteramente a sí misma, la física no tenía escape. Estaba arrinconada, entregada a la Necesidad, forzada a un curso inevitable, el curso de una investigación analítica de causas cada vez más profundas, más ocultas, contenidas en “la naturaleza”, esto es, en la visión fundamental que la física tiene del mundo. La obediencia estricta a su propio mito es lo que proporcionó la base ontológica para la aplicación del método científico matemático, y por lo tanto para la física como una ciencia verdaderamente exacta y “cierta”. La física no evitó la tautología; se estableció en una tautología (explicar la naturaleza por la naturaleza), dejándose encerrar por ella irrevocablemente, y haciendo de la desconocido de su fantasía raíz su mismo fundamento.
Si otros campos de estudio pueden aprender algo de la física, no es el método matemático que es propiedad exclusiva del mito de la física. Más bien es la dedicación total con la que cada campo debiera ligarse religiosamente a su fantasía respectiva, como su única y exclusiva prima materia, es decir, como aquello que tiene “todo lo que necesita dentro suyo” y que por tanto tiene que mantenerse libre de cualquier idea foránea; es la fe en su propia tautología, su propia petitio principii; y el coraje de dejarse ir sin reservas hacia lo desconocido de su fantasía raíz . La imitación del método científico de la física haría exactamente lo opuesto de lo que la misma física hace y nos enseña: que el estilo de un campo debe derivarse exclusivamente de su propia visión a priori.
Volviendo de aquí a la psicología, el concepto de una psique autónoma me parece no sólo una cuestión de preferencia personal, de la propia ontología, de lógica epistemológica, de valor teorético o terapéutico, o de pruebas empíricas. Ante todo, me parece una pura necesidad. Para que la psicología sea, debe postular una psique autónoma, porque sólo entonces en primer lugar es posible la investigación psicológica. Pues la psicología se vincula inexorablemente a lo desconocido de su propia fantasía raíz, sólo cuando le otorga autonomía y espontaneidad a la psique, teniendo que explicar todo lo psíquico “tautológicamente” a partir de la psique misma, y sólo cuando la psicología rehúse estrictamente basarse en cualquier cosa fuera de la idea de “psique” (sin importar lo que “psique” pueda ser) se verá inescapablemente obligada a entrar en la profundidad de su tema y podrá establecer su propia versión (psicológica) de exactitud y certidumbre. Negar la realidad autónoma de la psique sería abortivo. Significaría cortar la rama en la que uno se sienta. Implicaría una psicología dividida contra sí misma; un estudio del alma desprovisto de su desconocido y escindida del anima; un compromiso roto, puesto que el nombre de nuestro campo, “psicología”, ya nos ha comprometido con la psique como a nuestro a priori desconocido y nuestra prima materia auto-contenida, lo admitamos o no.
Cualquier psicología que toma por fundamento algo “conocido” (“ontológicamente presente y completo” en el sentido de tener que darse por supuesto y no sometido a cuestionamiento psicológico, es decir, a reflexión), ya sea el fundamento de Freud en lo biológico o el campo bi-personal de Goodheart o lo que fuera, será fundamentalista y habrá caído inadvertidamente en un estado de ciencia “medieval” (teniendo que explicarse la naturaleza en términos de un factor, por ejemplo Dios, que por definición yace fuera de la responsabilidad de la ciencia en cuestión). De este modo, se abre sistemáticamente la puerta a las proyecciones descontroladas. La fe reprimida en la psique autónoma no se va simplemente; ahora se la experimenta afuera, en el poder de convicción con que por ejemplo el campo bi-personal (o la sexualidad o la familia o el pecho materno, o el género o la infancia o el cerebro, etc.) exige que se le tome como causa efectiva de todo lo psicológico. Precisamente porque la psicología se ha basado en algo “concreto”, se ha vuelto arbitraria y dogmática en el sentido de Kant; ahora tiene que escoger entre diversas causas primarias; cerebro, trauma del nacimiento, reencarnación, el pecho materno, el campo bipersonal, etc. Si se niega y se elude la petitio principii o tautología como fundamento sobre el cual ha de basarse cualquier campo de estudio, parece regresar dentro de ese campo de estudio como una falacia lógica y como el problema no reconocido del regreso al infinito.
En este sentido, la psicología no tiene elección respecto a reconocer o rechazar la psique autónoma. Una psicología que la negara es “imposible”. Y sin embargo tal psicología es posible, puesto que existe. En física cualquier intento de establecer una ciencia de la naturaleza negando la autonomía de la naturaleza simplemente provocaría risas. Pero en psicología es posible proponer con toda honestidad un estudio de la psique declarando que la idea de la psique autónoma es una formación reactiva derivada del campo bi-personal (o de los hemisferios cerebrales, etc.), y habrá muchos psicólogos que se tomarán en serio tal intento. Creo que este hecho no puede despacharse simplemente, sino que ha de entenderse. Parece indicar una diferencia fundamental entre física y psicología, “naturaleza” y “psique”. Lo que originó la psicología del campo bi-personal no puede haber sido una necesidad intelectual, puesto que intelectualmente es insostenible y obsoleta. Por consiguiente ha de surgir de una necesidad psicológica, de modo que la autonomía de la psique, a la que no se le deja aparecer ante la visión teorética, tiene que empeñarse ahora, en cambio, y desde atrás, en o como este mismo acto de teoría psicológica. Esto, sin embargo, sugiere que debe ser inherente en la naturaleza de la psique que pueda o incluso quiera ir en contra de sí misma y producir neurosis no sólo en la gente, sino en la psicología, con teorías sobre ella que le niegan su propia realidad autónoma. Debe ser compatible con la psique producir lo incompatible, una visión que podría dar lugar a más reflexiones.
Puede leerse el artículo íntegro, que he traducido y publicado con la amable autorización del autor, picando aquí
La psicología, en tanto que campo de estudio, ¿es realmente libre de adoptar o rechazar la idea de una psique autónoma, o acaso esta idea es un prerequisito indispensable para hacer psicología?
Y proseguía:
El ejemplo clásico para el origen de una ciencia es la física matemática. Lo que hizo de la física una ciencia “exacta” y el modelo para todas las demás ciencias, no fue ni el método empírico ni la aplicación de la matemática a la naturaleza, sino algo más fundamental, que solo hizo posible el método empírico-matemático en primer lugar: la entrega incondicional de la física a su preconcepción subyacente del mundo, a su propia idea de “naturaleza” a priori. Con compromiso absoluto, la física siguió el principio de que “la naturaleza” tenía que explicarse exclusivamente a partir de causas “naturales”. En ningún momento de la investigación se permitía que la ciencia recurriera a cualquier factor fuera de su propia visión. Tenía que apelar a sus propios recursos. Por esta razón, la física tuvo que liberarse implacablemente, una a una, de ideas foráneas a su fantasía tales como destino, Espíritu, Dios, éter -no porque estas fueran ideas “teológicas” o “míticas” mientras que la “naturaleza” en la física no lo es, sino simplemente por ser fiel a su propio mito (“la naturaleza” tal como la pre-concibió la ciencia moderna). Es como si la física, respetando a su propia fantasía raíz, obedeciera estrictamente al consejo de Jung respecto a las imágenes de la fantasía en general: “Ante todo, no permitir que se entrometa nada de fuera que no corresponda, pues la imagen de la fantasía tiene “todo lo que necesita” en sí misma” (CW 14 §749) - en castellano este texto aparece en las Obras Completas (ed. Trotta) vol. 14, II § 404.
No se deja entrar nada de fuera que no pertenezca a la naturaleza de la física; esto significa que la naturaleza se concibe aquí como auto-contenida en su propio origen, una realidad espontánea y autónoma. Nunca debe tomarse como el resultado, por ejemplo, de la acción de un Dios externo; lleva su causa última, su “Dios” en sí misma. Así la física puede actuar (acts-out) de acuerdo a su inconsciente axioma subyacente, la idea “deus sive natura” claramente articulada por Spinoza.
Al rechazar sin compromisos refugiarse en una “coartada” (un factor explicativo “en cualquier parte”: fuera de sí misma) la física se vio constantemente remitida a sí misma (a su fantasía). Esto tuvo dos consecuencias.
Primero, esto garantizó que “la naturaleza” fue “abierta” a priori como algo fundamentalmente desconocido, un laberinto infinito a ser penetrado, y que está visión básica se haría cumplir perpetuamente. Tanto la Madre Tierra mítica como la “creación de Dios” teológica habían estado ontológicamente presentes y completadas porque su esencia final (divina) estaba dada, en un caso manifiestamente como una epifanía, en el otro sólo a la fe en la revelación de Dios respecto al mundo. Así, el único modo significativo de relacionarse con ellas, en tanto que ya dadas, era la reverencia, pero no la ciencia. La “naturaleza” que presume la física, por contraste, está ausente ontológicamente y es incompleta: su esencia última ha de buscarse, siendo el “deus sive natura” un Dios irrevocablemente ausente, tanto que incluso la ciencia ha sido tomada como ateísmo. Esta es la condición a priori que hizo posible y absolutamente necesaria la ciencia, la investigación científica. La fantasía de “la naturaleza” empujó al hombre a una búsqueda ineludible, una verdadera petitio principii: el descubrimiento sistemático y el despliegue de su fantasía del mundo en busca de su primer principio desconocido, en niveles siempre nuevos de sofisticación. Si, como Jung dijo, el anima es la mediadora con lo desconocido, la física es una única gigantesca aventura del anima, y altamente psicológica.
Segundo, al remitirse enteramente a sí misma, la física no tenía escape. Estaba arrinconada, entregada a la Necesidad, forzada a un curso inevitable, el curso de una investigación analítica de causas cada vez más profundas, más ocultas, contenidas en “la naturaleza”, esto es, en la visión fundamental que la física tiene del mundo. La obediencia estricta a su propio mito es lo que proporcionó la base ontológica para la aplicación del método científico matemático, y por lo tanto para la física como una ciencia verdaderamente exacta y “cierta”. La física no evitó la tautología; se estableció en una tautología (explicar la naturaleza por la naturaleza), dejándose encerrar por ella irrevocablemente, y haciendo de la desconocido de su fantasía raíz su mismo fundamento.
Si otros campos de estudio pueden aprender algo de la física, no es el método matemático que es propiedad exclusiva del mito de la física. Más bien es la dedicación total con la que cada campo debiera ligarse religiosamente a su fantasía respectiva, como su única y exclusiva prima materia, es decir, como aquello que tiene “todo lo que necesita dentro suyo” y que por tanto tiene que mantenerse libre de cualquier idea foránea; es la fe en su propia tautología, su propia petitio principii; y el coraje de dejarse ir sin reservas hacia lo desconocido de su fantasía raíz . La imitación del método científico de la física haría exactamente lo opuesto de lo que la misma física hace y nos enseña: que el estilo de un campo debe derivarse exclusivamente de su propia visión a priori.
Volviendo de aquí a la psicología, el concepto de una psique autónoma me parece no sólo una cuestión de preferencia personal, de la propia ontología, de lógica epistemológica, de valor teorético o terapéutico, o de pruebas empíricas. Ante todo, me parece una pura necesidad. Para que la psicología sea, debe postular una psique autónoma, porque sólo entonces en primer lugar es posible la investigación psicológica. Pues la psicología se vincula inexorablemente a lo desconocido de su propia fantasía raíz, sólo cuando le otorga autonomía y espontaneidad a la psique, teniendo que explicar todo lo psíquico “tautológicamente” a partir de la psique misma, y sólo cuando la psicología rehúse estrictamente basarse en cualquier cosa fuera de la idea de “psique” (sin importar lo que “psique” pueda ser) se verá inescapablemente obligada a entrar en la profundidad de su tema y podrá establecer su propia versión (psicológica) de exactitud y certidumbre. Negar la realidad autónoma de la psique sería abortivo. Significaría cortar la rama en la que uno se sienta. Implicaría una psicología dividida contra sí misma; un estudio del alma desprovisto de su desconocido y escindida del anima; un compromiso roto, puesto que el nombre de nuestro campo, “psicología”, ya nos ha comprometido con la psique como a nuestro a priori desconocido y nuestra prima materia auto-contenida, lo admitamos o no.
Cualquier psicología que toma por fundamento algo “conocido” (“ontológicamente presente y completo” en el sentido de tener que darse por supuesto y no sometido a cuestionamiento psicológico, es decir, a reflexión), ya sea el fundamento de Freud en lo biológico o el campo bi-personal de Goodheart o lo que fuera, será fundamentalista y habrá caído inadvertidamente en un estado de ciencia “medieval” (teniendo que explicarse la naturaleza en términos de un factor, por ejemplo Dios, que por definición yace fuera de la responsabilidad de la ciencia en cuestión). De este modo, se abre sistemáticamente la puerta a las proyecciones descontroladas. La fe reprimida en la psique autónoma no se va simplemente; ahora se la experimenta afuera, en el poder de convicción con que por ejemplo el campo bi-personal (o la sexualidad o la familia o el pecho materno, o el género o la infancia o el cerebro, etc.) exige que se le tome como causa efectiva de todo lo psicológico. Precisamente porque la psicología se ha basado en algo “concreto”, se ha vuelto arbitraria y dogmática en el sentido de Kant; ahora tiene que escoger entre diversas causas primarias; cerebro, trauma del nacimiento, reencarnación, el pecho materno, el campo bipersonal, etc. Si se niega y se elude la petitio principii o tautología como fundamento sobre el cual ha de basarse cualquier campo de estudio, parece regresar dentro de ese campo de estudio como una falacia lógica y como el problema no reconocido del regreso al infinito.
En este sentido, la psicología no tiene elección respecto a reconocer o rechazar la psique autónoma. Una psicología que la negara es “imposible”. Y sin embargo tal psicología es posible, puesto que existe. En física cualquier intento de establecer una ciencia de la naturaleza negando la autonomía de la naturaleza simplemente provocaría risas. Pero en psicología es posible proponer con toda honestidad un estudio de la psique declarando que la idea de la psique autónoma es una formación reactiva derivada del campo bi-personal (o de los hemisferios cerebrales, etc.), y habrá muchos psicólogos que se tomarán en serio tal intento. Creo que este hecho no puede despacharse simplemente, sino que ha de entenderse. Parece indicar una diferencia fundamental entre física y psicología, “naturaleza” y “psique”. Lo que originó la psicología del campo bi-personal no puede haber sido una necesidad intelectual, puesto que intelectualmente es insostenible y obsoleta. Por consiguiente ha de surgir de una necesidad psicológica, de modo que la autonomía de la psique, a la que no se le deja aparecer ante la visión teorética, tiene que empeñarse ahora, en cambio, y desde atrás, en o como este mismo acto de teoría psicológica. Esto, sin embargo, sugiere que debe ser inherente en la naturaleza de la psique que pueda o incluso quiera ir en contra de sí misma y producir neurosis no sólo en la gente, sino en la psicología, con teorías sobre ella que le niegan su propia realidad autónoma. Debe ser compatible con la psique producir lo incompatible, una visión que podría dar lugar a más reflexiones.
Puede leerse el artículo íntegro, que he traducido y publicado con la amable autorización del autor, picando aquí