Este ha sido para mí un año crítico en muchos sentidos, sobre todo por lo que respecta a ideas y orientaciones. Repasando los artículos publicados en este blog a lo largo del 2007, de enero hasta diciembre, puede advertirse un decurso, una marcha a través de ideas, idas y vueltas, dudas crecientes, un cuestionamiento cada vez más obstinado, un minar certezas para quedarse en el claro, en lo abierto del ya no saber; este dudar manifiesto en el ámbito psico-lógico (el logos de la psique: el discurso del alma, el decir de lo psíquico, el fundamento de lo imaginal, la vida lógica del alma) ha sido impulsado por el pensamiento de dos grandes psicólogos contemporáneos: James Hillman y Wolfgang Giegerich.
Pero también ha implicado un camino de retorno de la psico-logía a su fuente en la filosofía y, acaso, en la metafísica. De ahí que la crítica de la metafísica, tal como puede encontrarse en Nietzsche, Husserl o Heidegger (y en cada caso con notables peculiaridades) revierte en una crítica a la psicología actual, en especial a la psicología que se concibe a sí misma como "profunda", y que en muchos casos no es sino un profundo encubrimiento moral (Nietzsche), una esclavitud al objetivismo y el naturalismo de la ciencia (Husserl) y otra manifestación del olvido del ser y de la tipificación de la existencia en categorías de representación (Heidegger)
Es verdad que la psicología entendida como logos de la psique se halla seriamente amenazada por dos frentes: uno externo, representado por el positivismo imperante y que lleva a afirmaciones del calibre de "el alma está en el cerebro"; otro interno: la práctica de una psicología personalista, que pone la psique al servicio de los intereses de una supuesta (y presupuesta) "realidad" o "crecimiento", "adaptación", "efectividad", es decir: al servicio de objetivos y parámetros nada psico-lógicos o, peor aún, anti psico-lógicos.
Por muy opuestos que parezcan estos frentes, ambos coinciden en un resultado: la disolución de lo psico-lógico, ya sea en lo fisiológico (positivismo) o en lo científico/ social/moral/ideológico de un supuesto standard de "normalidad", de "curación", y de operatividad en “la realidad”. (De ahí mi inclusión de videos tales como “Fabricando el consenso” acerca de Chomsky, o las series de Adam Curtis: “El siglo del individualismo” y “La Trampa”)
Común a ambos enfoques es también un repudio de la historia, la aspiración a un enfoque a-histórico: el cerebro no tiene historia, y tampoco supuestamente "los arquetipos".
A ello se debe mi interés cada vez más acuciante en el tema de la historia, entendida como genealogía (Nietzsche), como hierofanía (Corbin) o como lucha ideológico-teológica (Walter Benjamin).
Y de ahí el énfasis en la convicción de Giegerich -que arraiga en una intuición de Jung rápidamente olvidada o ignorada por los "junguianos" al uso- de que el alma es objetividad (no objetividad científica, ni supuesta intersubjetividad, sino en tanto que "independiente del individuo humano", más allá de toda falacia antropológica)
Desde esta perspectiva resulta irrisorio (o lamentable) que los “psicólogos analíticos” sigan empeñados en ocuparse de cuentos de hadas o comentar y amplificar relatos infantiles. ¡Cómo para no obsesionarse con el complejo materno! Este no hacerse cargo de la historia, y del proceso histórico en el que el alma se halla empeñada ha sido denunciado con crudeza por Giegerich.
En una ocasión Hillman escribió: “El alma cambia. ¿Cambia la psicología?”
Lo que hoy pasa por psicología analítica ciertamente no cambia, sino que está estancado en una serie de dogmas y de condescendencia jerárquica institucionalizada. Es una “escuela”, una institución, y, por tanto ya no se piensa a Jung, sino que se lo toma como un estatuto. Ya no se psico-logiza... No es sorprendente que Hillman se viese forzado a renunciar del Instituto Jung de Zurich y abriera una brecha en un psico-logizar fuera de las escuelas y las instituciones. Y de la sala de consultas...
Giegerich por su parte ha llegado a reconocer el alma como movimiento, como “lógica” (en un sentido hegeliano y no “lógico-formal”)
Común a estos dos grandes psicólogos y psicó-logos es el hallazgo de que el alma “se hace”, por lo que están más allá de las falacias naturalistas y personalistas que permean completamente el ámbito psicológico contemporáneo. Este “hacerse” es, indudablemente, histórico.
En ambos casos, y más patentemente en Giegerich, se exige un cuestionamiento del lenguaje, de expresiones frecuentemente empleadas y raramente comprendidas como "cuerpo", "sentimiento", "psique", "realidad", "proyección", "ego", "inconsciente", "exterior", "interior", "colectivo", "arquetipo", y así sucesivamente. Terminología que la gran mayoría de los psicólogos usa alegremente y sin advertir que están enclavados en una colocación ideológica, metafísica y como siervos (ancillae) no sólo de la "física" (la ciencia), sino incluso de la "sociología".
El alma "se hace". Se hace además en la historia. Y la historia no es sólo "historia individual". La insistencia de Hillman de sacar la psicología de la consulta y abrirla al mundo ha pasado mayormente inadvertida por aquellos psicólogos que aún se aferran a profundizar en "los sentimientos", "las relaciones personales" y "la infancia". En el caso de Giegerich, esta apertura al mundo implica el reconocimiento de una "lógica" de la dinámica "mundial", que hoy es "global" o "globalización".
El alma se hace. Este hacer no es "personal", ni el hacer de un sujeto moral o una persona empírica. En todo caso, ese sujeto moral y la persona empírica son uno, y ciertamente no el más importante, de los haceres del alma.
Viendo la serie de artículos publicados aquí a lo largo del 2007, desde aquél Plotino & la psicología de enero de 2007 hasta el artículo sobre Husserl en diciembre, puede seguirse la pista de este derrotero que no es sino parte del intento de aprehender el hacerse del alma y de la psico-logía.