lunes, 19 de mayo de 2008

Hillman revisando a Hillman: polémica y paranoia

por Marcus Quintaes, traducción de E. Galán. (Agradezco a Marcus Quintaes su amable autorización para publicar este artículo)


Creo en mi rabia. Es mi demonio favorito. Ser valiente y escribir van juntos
James Hillman

En una reciente entrevista, concedida a la revista de la Asociación Internacional de Psicología Analítica -un número especial dedicado a sus cincuenta años de existencia-, al ser preguntado sobre cuándo cayó en la cuenta de que sus ideas y libros habían innovado el pensamiento junguiano, James Hillman responde:
No tengo una idea muy confortable de esa situación. Yo no decidí en un momento dado "innovar". No lo tenía previsto. No soy prudente. Trabajo a partir de la rabia cuando algo se siente insultado. Cuando oí a von Franz atacar al puer aeternus en sus conferencias de los años 50, a Esther Harding criticar de forma tan moralista la inercia a favor del héroe matador de dragones, a Neumann hablando y hablando de la Gran Madre hasta sentirme engullido por todo aquello, a otros conferenciantes agrediendo a Freud, aquella atmósfera de profesores elogiando la tierra, la tradición y la introversión, me sentí insultado. Yo era el puer, vengo de Atlantic City, New Jersey, donde se acaba la tierra. Todo ese moralismo era ofensivo con una vida que había conocido antes en la India, en París, en Dublín entre todo tipo de personas extraordinarias. Mi amigo Robert Stein fue a Londres en 1957 para hacer un periodo de análisis y volvió destruido por el cuadro transferencial y por la opresión de su espontaneidad y su locura. Le habían insultado, estaba furioso. La primera ponencia que escribí la presenté oficialmente en Londres, en el Club Junguiano de Londres de comienzos de los años sesenta. Se titulaba "Amigos y enemigos" y defendía la idea de que no se puede tener amigos sin tener a la vez enemigos, y que la amistad es una de las emociones más antiguas que conocemos, precede a la propia transferencia y es más arquetípica (…) Esto es una innovación, pero sólo surgió porque estaba furioso, rabioso y quería destruir algo. Desde esta perspectiva, todo lo que he sido nace de esta necesidad de destruir.

En otro texto, "Sobre cosmología", Hillman revela:
Marte me guía más que Saturno, Hermes más que Atenea. Me produce claustrofobia verme sometido a generalizaciones, y grito "paranoico" en cuanto me veo requerido a entrar en algún sistema unificador

En su último libro, El terrible amor por la guerra, sin duda el más confesional de los veintisiete que ha publicado, Hillman escribe:
He reconocido recientemente ser un "hijo de Marte", al modo de los humanistas del Renacimiento cuando describen ciertos personajes básicos con los nombres de los dioses planetarios. Una afinidad con la teoría marcial del dios de la guerra es natural a mi método. Mi camino en la vida y mi manera de atraer enemigos. Me gusta estimular la oposición e incendiar las pasiones del pensamiento. Me produce placer destruir la estupidez -Marte encuentra idiotas en todas partes por ser él mismo tan idiota. Es como si tuviese una necesidad innata de estar en guerra, como si tuviese que desempeñar el papel de Heráclito y no considerar sus palabras sólo "cosmología griega antigua". En consecuencia, la guerra se ha vuelto mi primavera constante, mi abril, mi mes de Marte.

Y unos párrafos más adelante, continúa:
Para mí, escribir libros es muy parecido a una campaña militar. Confieso que me abro camino a la fuerza utilizando metáforas militares. Hay una estrategia, un concepto general, y existen tácticas a lo largo de todo el camino. Cuando no pueda avanzar, no cave una trinchera, siga adelante. No se obceque en eliminar una fortaleza de un solo golpe o si eso le obliga a desviarse. Aíslela y caerá sola. No entre en batallas con las voces interiores de saboteadores, críticos o adversarios. Una pequeña batalla, una lluvia de flechas, todo esto desaparecerá en el párrafo siguiente. Camufle sus flaquezas, su falta de reservas exhibiéndose ostentosamente en desfiles al son del clarín. Acuérdese de que todos son tan vulnerables como usted. Saquee el almacén de las ideas, recupere materiales antiguos para reforzar sus líneas. Abandone el terreno que no puede explorar y, en cuanto aparezca un problema, avance todo el territorio que pueda (…) Este desafío permanece en mi vida debido a mi historia de orgullo y placer, soy un viejo veterano desfilando cuyas guerras fueron siempre "sólo" psicológicas.

Fijémonos en las imágenes, según propone como regla única la psicología arquetipal: rabia, insulto, furia, enemigos, destruir, guerra, Ares, Marte. Este es James Hillman.

Un hombre que se presenta como un pensador para quien la pasión violenta de las guerras de ideas es preferible a un pacifismo ingenuo y pasivo que acaba por embotar el pensamiento. Leyendo con cuidado y atención los escritos de Hillman, podemos afirmar que si la psicología arquetipal presupone la existencia de uno o más dioses, una psicología politeísta, entonces necesariamente sostiene que la paz, en cuanto condición de estabilidad y seguridad, se encuentra seriamente amenazada.

Considerar la posibilidad de varios dioses, esto es, el politeísmo, implica afirmar la tolerancia hacia las diferencias y la aceptación de la diversidad, representada por los propios dioses. El politeísmo es la condición necesaria para la polémica. El discurso politeísta está regido por la retórica de la polémica y caracterizado por la huida y evitación de cualquier tipo de pensamiento marcado por un deseo de totalitarismo y unificación en torno a un único centro, un único modo, un único discurso o una única verdad. Allí donde impera un Dios único no hay espacio para la polémica.

El monoteísmo, el culto exclusivo a un único Dios se confunde con el narcisismo, y como bien dice Caetano Veloso, "Narciso se encuentra feo y no tiene a mano un espejo". Abandonar el reflejo narcisista del espejo, ese espacio donde las diferencias son substraídas o apagadas, es adentrarse en el terreno rico y fértil de la diversidad del otro, una de las posibles intenciones de la psicología arquetipal de James Hillman. Politeísmo es considerar al otro en su radical diferencia. Es diálogo con la alteridad, y la polémica es una de las formas que puede asumir ese diálogo. En este sentido, polemizar es afirmar la identidad, y no someterse a los designios del otro, condición de individuación. Polemizar es declarar la guerra a lo mismo, provocar fricciones, crear resistencias. Pienso que Hillman y la psicología arquetipal son herederos directos del pensador presocrático Heráclito, cuando afirma en uno de sus fragmentos: "Guerra es padre de todas las cosas"

..... Este es el comienzo del artículo que puedes leer íntegramente picando aquí

artículo de Marcus Quintaes, trad. de Enrique Galán